Viaje a la montaña sagrada que se derrite por el cambio climático
December 14, 2018 El Mundo , NoticiasEl cambio climático está acelerando el deshielo de los glaciares en todo el mundo. En la recta final de la Cumbre del Clima de Polonia que termina hoy, asistimos al colapso de la Montaña Nevada del Dragón de Jade, en el corazón de la fusión del hielo continental en Asia.
El heredero de He Shixiu recuerda cómo de pequeño podía divisar la nieve que cubría la «montaña sagrada» desde la misma puerta del pequeño habitáculo que ocupa en la aldea de Baisha. Hace años que eso no ocurre, cuenta.
El popular Doctor Ho -así se conocía a He Shixiu-, el mismo que sirvió como intérprete a Joseph Rock, explorador del National Geographic, y se convirtió en un mítico personaje para los aventureros que se acercaban a lo que entonces era un recóndito paraje de la provincia china de Yunnan, falleció en agosto.
He Shu Long porta el turbante rojo que llevan los miembros de la etnia Naxi cuando pierden a uno de sus familiares. La tradición les obliga a mantener este tocado durante 100 días, en los que tampoco podrá afeitarse la barba.
En lo que Bruce Chatwin, escritor de The New York Times, llamó «el Reino de Rock» -el territorio habitado por la minoría Naxi en torno a la ciudad de Lijiang- las usanzas arraigadas en su historia tienen todavía una importancia determinante en la vida cotidiana. La misma Baisha no ha perdido el aura que otorgan las calles alfombradas con piedra y las construcciones de madera, pese al flujo interminable de turistas.
Sin embargo, precisamente por su énfasis en un acervo que entremezcla sus raíces tibetanas con el taoísmo chino y las creencias chamánicas, para personajes como He Shu Long la desaparición progresiva de los glaciares de la llamada Montaña Nevada del Dragón de Jade es una «venganza» de esa cumbre. Los naxi consideran que Wulu -así llaman a la estribación en su lengua- es una entidad sacrosanta a la que dedican ofrendas y poemas, residencia de su principal protector, el Dios A Pu San Duo, y símbolo del amor eterno. «Era la montaña donde se solían suicidar los amantes que no podían casarse», recuerda Shang De Hua Shen, una fémina de esta comunidad.
He Shu Long opina que la merma del hielo es la respuesta de Wulu a la avalancha de visitantes que tiene que soportar. «Toda acción tiene una reacción», apunta el curandero de 60 años mientras despacha alguna de las hierbas medicinales que recolecta en esa cadena montañosa. «Antes sabías cuando era invierno y verano. Ahora todas las estaciones están mezcladas. Han desaparecido muchas plantas que usábamos para fabricar nuestras medicinas. Por ejemplo, una que nos permitía hacer un tónico vigorizante», explica el experto en medicina tradicional en su pequeño dispensario de Baisha, atestado de bolsas de hierbas, ungüentos, gallardetes rojos con inscripciones filosóficas y toda una colección de los múltiples personajes occidentales que visitaron a su padre, el Doctor Ho.
La creencia de He Shu Long es compartida por los habitantes de esta pequeña población que en su día fue el principal referente religioso y político de los Naxi. Tocado con un sombrero adornado con plumas de aves, Yang Shun Cui, de 73 años, se expresa junto a un corrillo de viejos lugareños especializados en la música característica de esta localidad.
«La última gran nevada fue en 1983. Después comenzó a desaparecer. La culpa es del teleférico y de toda la gente que sube a la montaña. El problema es que cada vez tenemos menos agua potable», asegura apoyado en su laúd.
Las impresiones de los lugareños de Baisha coinciden con las averiguaciones del Observatorio de Investigación Glaciar y Medio Ambiental sito en Lijiang, que volvió a reiterar recientemente el acelerado retroceso de glaciares como el de Baishu Nº1, sito en la Montaña del Dragón de Jade (también conocida como Yulong).
El enorme nevero ha perdido el 60% de su masa y ha retrocedido hasta 250 metros desde 1982, siguiendo un proceso cada vez más rápido. Desde 1957 se ha derretido una cuarta parte del hielo y cuatro de los 19 glaciares que se acumulaban en la cordillera del Yulong, y que solían abarcar cerca de 12 kilómetros cuadrados.
El fenómeno no es exclusivo de Yulong. El pasado mes de noviembre Greenpeace reiteró la alarma sobre el incierto futuro que enfrenta lo que se denomina el Tercer Polo, la mayor aglomeración de hielo del planeta al margen de los casquetes polares, sita en las estribaciones asiáticas que rodean la meseta tibetana.
En un informe titulado Los glaciares de China y el impacto del cambio climático, la ONG estimó que ya ha desaparecido una quinta parte de las masas heladas sitas en esta nación asiática, lo que agravará la carestía tradicional de agua potable que sufre China.
Según Liu Junyan, de Greenpeace de Asia Oriental, la fusión de los glaciares chinos alcanzará su clímax entre 2040 y 2070, y eso «afectará al suministro de agua de 1.800 millones de personas en Asia». Greepeace había advertido en agosto que en algunas regiones del oeste de China las temperaturas medias anuales han aumentado en 3ºC o más desde principios de los años 50, lo que ha provocado una significativa merma en el hielo que atesoraban un 82% de los glaciares locales.
«A menos que se tomen medidas drásticas, se prevé que para finales de siglo desaparecerán aproximadamente dos tercios de los glaciares en las altas montañas de Asia», apuntó el documento de la ONG. China es el país que genera más dióxido de carbono del mundo, aunque ha prometido frenar el incremento de sus emisiones en torno al 2030.
Sin embargo, las promesas del gobierno local resultan difíciles de compaginar con su política económica, empeñada en un desarrollo vertiginoso, y el amplio número de empresas privadas que ignoran cualquier tipo de aviso en este sentido. Por ejemplo, una indagatoria de la Agencia de Investigación Medioambiental descubrió este año que el país asiático está detrás del resurgir en las emanaciones del gas industrial CFC-11 -especialmente dañino para la capa de ozono-, que había sido prohibido por el Protocolo de Montreal de 2010.
La ascensión a la Montaña Nevada del Dragón de Jade constituye todo un reflejo de las dificultades que enfrenta Pekín para luchar contra el cambio climático al tiempo que promueve el progreso de su población. La afluencia masiva de visitantes es el principal motor económico de esta región pero la simple masa humana que se desplaza por la escalera que les lleva casi hasta la cima más alta de la cordillera, ubicada a 5.596 metros de altura, para simplemente sacarse un selfie, tiene un coste obvio para el entorno.
Hay un número incontable de botellas de oxígeno tiradas en la nieve. El mismo trayecto del funicular que conduce hasta medio camino está jalonado de árboles yermos, reducidos a esqueleto sin hojas, que parecen haber sido afectados por alguna extraña plaga que nadie consigue explicar.
Instalado desde hace una década en el trayecto de madera que se eleva hasta los 4.680 metros de altitud, He De Wei, un vendedor naxi de 40 años, coincide con Shang De Hua Shen y otros muchos integrantes de su etnia en incidir en que la imagen de los 13 picos nevados que solía abarcar todo el macizo ya es sólo un recuerdo. “El retroceso aumentó con el teleférico”, relata.
Nadie parece haberse cuestionado la pertinencia, no sólo para el glaciar sino para los propios visitantes, de construir una escalinata que conduce a una altura que se aproxima a la del campamento base del Everest -un periplo que suele llevar casi dos semanas- y que los turistas recorren en menos de media hora.
“Por su seguridad y para evitar cualquier reacción a la altura, por favor, regrese si siente cualquier tipo de malestar”, se lee en varios carteles colocados en la ruta, admitiendo de facto los posibles efectos perniciosos de esta caminata que muchos realizan asistidos por las pequeñas botellas de oxígeno, que después terminan siendo basura.
Las autoridades han intentado reducir el impacto del turismo, limitando a 10.000 el número de visitas diarias a la montaña y han prohibido los recorridos a pie sobre el hielo. Sin embargo, esas medidas no impidieron que el año pasado 2,6 millones de personas acudieran a este mismo lugar.
El tropel de visitantes que acude a Yulong contrasta con el vacío casi absoluto que presenta el museo instalado en la base de la elevación, dedicado en gran parte a ilustrar sobre el cambio climático y la regresión de los glaciares.Los paneles reconocen que el hielo se está “encogiendo” y “si esta tendencia continúa, desaparecerá un día en el futuro”.
“No es una opinión alarmista”, sentencian.