Viaducto de Millau: 400 millones de euros por la tranquilidad de un pueblo
August 13, 2019 El Mundo , NoticiasCuando se viene desde el norte de Francia y se está a punto de llegar a la costa mediterránea, se pasa por Millau, un pueblito de poco más de veinte mil habitantes pero que, sin embargo, tiene más de tres mil años de existencia.
Allí se fabricaba gran parte de la cerámica que utilizaba el Imperio Romano para sus construcciones, y ellos vivían de eso. Obviamente, al desaparecer dicho Imperio, Millau desapareció del mapa como por arte de magia.
Comienza enseguida la Edad Media y, al cabo del siglo XI, reaparece Millau de la nada como buscando la revancha hasta que es anexionada a la corona de Aragón. En 1258 pasa a la corona de Francia al ser cedida por Jaime I de Aragón. En 1362 cae en manos de Inglaterra como botín incluido en la toma de territorios que hizo ese país a raíz de la famosa y cruel Guerra de los Cien años.
Después de tantos vapuleos, vuelve a manos de Francia y se transforma a través del tiempo en un atractivo turístico debido a su historia, su arquitectura medieval, sus cuevas, su jardín botánico, su museo y, desde el siglo XX, sostiene una pujante industria del guante alrededor de la cual gira principalmente su economía.
Un gran problema requiere una gran solución
Pero no es por nada de esto por lo que el pueblo de Millau es famoso hoy en día. Resulta ser que todos esos turistas que bajan del norte de Francia todos los años para pasar las vacaciones en las costas mediterráneas de este país tienen que pasar forzosamente por el mítico Millau, formando largas e interminables filas de automóviles kilómetros antes de llegar y luego en sus estrechas calles. La gente pasaba de tres a cinco horas metida en el coche solo para poder avanzar y luego pasar por el tramo de Millau.
Así surgieron las protestas de la gente, tanto de los locales como de los turistas, gente que se veía sometida todos los años a aquel suplicio. Esa situación hizo despertar a las autoridades centrales del gobierno de Francia, quienes se decidieron por elaborar un proyecto para eliminar, de una vez por todas, tan incómoda situación.
Los estudios preliminares dieron como resultado que había que construir una vía alterna en el mismo sector, pero separado del pueblo, y se presentó el grave problema de que la única manera era atravesar el cañón del río Tarn, que no tiene nada que envidiarle al Gran Cañón del Colorado en cuanto a envergadura y altura. Esta situación fue un tremendo obstáculo.
Se contrataron profesionales especialistas para encontrar una solución efectiva, la menos cara y rápida de construir, tras lo cual se presentaron cuatro opciones, las tres primeras fueron rechazadas por lo extensas en su recorrido y porque exigían la construcción de varios puentes. Finalmente, se seleccionó la que proponía atravesar el Valle sobre el río Tarn con una sola construcción, lo cual evitaba hacer túneles y largos recorridos.
El puente más alto con el hormigón más resistente del mundo
Se haría un solo puente, que sería más bien un viaducto, dado que iba a tener mucho más de una luz (tramo entre columna y columna) debido a la longitud que tenía que salvar, muy parecida a la envergadura del Cañón del Colorado, como dijimos antes, de casi tres kilómetros de longitud.
Con la idea de conservar las impresionantes vistas del paisaje local, se construyó el viaducto a un coste de casi 400 millones de euros en apenas 36 meses, logrando salvar la distancia con una altura que supera los trescientos metros, convirtiéndolo en el más alto del mundo.
Parecerá increíble, pero si no hubiese sido por el uso de técnicas medievales y otras muy alejadas de la modernidad, no se hubiese podido construir el puente, pues el hormigón que se utilizó, el más resistente del mundo, fue logrado en el siglo XVIII por un ingeniero inglés utilizando materiales y técnicas de la época más dura de Millau, la época de la Edad Media. Además, el uso del teflón fue definitivo, un producto descubierto en 1938.
Finalmente, la forma de los tableros que sostienen las vías es aerodinámica, tal y como si fuesen las alas de un avión pero dadas la vuelta, buscando que la fuerza del viento empuje la vía hacia abajo y no hacia arriba.
Es así como hoy en día Millau ha vuelto a ser el pueblito tranquilo que venía siendo desde que las guerras medievales le dejaron en paz y hasta que la modernidad volvió a atosigar su modesta vía al resultar ser, a la larga, el camino más corto para llegarle desde el norte de Francia a la costa mediterránea, un paso hoy felizmente suplantado por el imponente y maravilloso Viaducto de Millau.