Un estudio indica que la suplementación alimentaria con aceite de coco puede causar obesidad

En experimento con ratones, investigadores observaron alteraciones en el consumo de alimentos, un mayor aumento de peso, conductas ansiosas y un incremento de marcadores inflamatorios en el sistema nervioso central, en el tejido adiposo y en el hígado.

Aceite de coco.

Un artículo publicado en el Journal of Functional Foods muestra que ratones sometidos a una alimentación suplementada con aceite de coco exhibieron importantes alteraciones en el consumo de alimentos, un mayor aumento de peso, conductas ansiosas y un incremento de marcadores inflamatorios en el sistema nervioso central, en el tejido adiposo y en el hígado. Los investigadores también observaron que la capacidad de la leptina y de la insulina (dos hormonas fundamentales en el metabolismo) para activar mecanismos celulares responsables de la saciedad y del control de la glucemia, por ejemplo, se encontraba deteriorada. Asimismo, los mecanismos bioquímicos implicados en la síntesis de grasas aparecían estimulados.

“Estos datos sugieren que aunque este proceso es lento y silencioso, la suplementación con aceite de coco durante largos períodos puede provocar importantes alteraciones en el metabolismo que contribuyen para el desarrollo de la obesidad y comorbilidades asociadas”, afirma Marcio Alberto Torsoni, del Laboratorio de Trastornos del Metabolismo (LabDiMe), de la Facultad de Ciencias Aplicadas de la Universidad de Campinas (FCA-Unicamp), en el estado de São Paulo, Brasil. El LabDiMe está vinculado al Centro de Investigaciones en Obesidad y Comorbilidades (OCRC) –un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID) de la FAPESP– y al Metabolic Programming and Perinatal Management Center (MPPM) de los National Institutes of Health (NIH, de Estados Unidos).

El consumo excesivo de grasas de origen animal está relacionado con el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, aparte de obesidad y diabetes. Uno de los componentes de esta alimentación es el colesterol, pero este tipo de grasas también contienen ácidos grasos saturados (AGS) en su composición, popularmente conocidos con el nombre de “grasas saturadas”. Estos ácidos grasos son capaces de activar procesos inflamatorios a través de receptores conocidos como Toll-like receptor 4 (TLR-4), que pueden llevar al desarrollo de enfermedades.

Los ácidos grasos saturados también pueden obtenerse de otras fuentes, aun de origen vegetal, tal como es el caso del aceite de coco, en el cual los AGS constituyen el 90 % de los lípidos presentes. Si bien una parte importante de estos lípidos es de AG pequeños, denominados ácidos grasos de cadena corta, las grasas saturadas existentes en este producto poseen potencial como para activar vías inflamatorias y provocar daños en distintos tipos de células.

“El consumo de aceite de coco como un componente de la dieta usual o como suplemento alimentario ha aumentado mucho en la población”, dice Torsoni, quien es doctor en biología funcional y molecular, con posdoctorados en la Facultad de Ciencias Médicas de la Unicamp y en la Universidad de Michigan (Estados Unidos). El problema radica en que en la mayoría de los casos ese consumo se lleva adelante sin el seguimiento de nutricionistas que pueden ajustar la inclusión diaria de estos lípidos acorde con recomendaciones individualizadas.

Un modelo experimental

Para investigar si el consumo diario de aceite de coco durante largos períodos podría causarle daños a la salud, el grupo de investigación echó mano de modelos animales, en este caso, de ratones sanos a los que se les administró diariamente una suplementación con aceite de coco. La dosis diaria en calorías que se les dio durante ocho semanas a los ratones puede compararse con el consumo de una cucharada de sopa, alrededor de 13 gramos de aceite por día. Esta dosificación equivale a la suplementación de alrededor del 5 % de la cantidad de calorías provenientes de grasas saturadas en la dieta de una persona adulta con un peso ubicado dentro del rango de adecuación para su edad.

Torsoni remarca que en la Guía alimentaria para la población brasileña se recomienda que el aceite de coco se utilice en pequeñas cuantidades como parte de preparaciones culinarias para condimentar o cocinar alimentos, preferentemente los in natura o mínimamente procesados, dentro de un perfil balanceado de consumo y siguiendo los principios de la cantidad, la calidad, la armonía y la adecuación.

“Además, no se lo recomienda como suplemento para el tratamiento de enfermedades o la recuperación de la salud”, advierte el científico, cuyas investigaciones han contado con el apoyo de la FAPESP (16/23484-118/01863-619/07615-7 y 21/11772-0).

DICYT