Un ejército de 162 millones de moscas estériles para combatir una plaga

Para evitar que las larvas de mosca de la fruta acaben con los cultivos, se liberan machos estériles. A aparearse con moscas silvestres, se va disminuyendo su número hasta acabar con la plaga.

Mosca de la fruta / André Karwath

Espantar una mosca es un gesto cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. ¿Quién no lo ha hecho? Espantar 162 millones ya es otra cosa… Esa es la cifra de insectos que Argentina exportará a Bolivia: 162 millones de machos esterilizados para poner fin a una plaga, la de la mosca de la fruta, o mosca del Mediterráneo.

Las moscas exportadas al país del altiplano se producen en la provincia de Mendoza, que limita al oeste con Chile y la cordillera de los Andes. Mendoza no se conforma con ser uno de los grandes centros de producción y exportación de vinos a nivel mundial y está invirtiendo recursos públicos en biotecnología e industria del conocimiento. “¿La nueva California?”, se preguntó semanas atrás Clarín en un artículo.

El Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria (Iscamen) es líder a nivel mundial en el Programa de Erradicación de la Mosca del Mediterráneo y, para llegar a exportar su producto, debió ganar una licitación internacional. El material biológico que se venderá a Bolivia se entregará a razón de tres millones de moscas semanales a lo largo de un año. Alejandro Molero, presidente del Iscamen, está entusiasmado con el mercado potencial de las moscas estériles: “Ya nos han hecho pedidos de Turquía y Chile“.

El Iscamen produce 450 millones de insectos estériles por semana y brinda apoyo técnico in situ a los países que le compran el producto. Las moscas esterilizadas también se utilizan en Argentina, por supuesto, donde la plaga, originaria de la costa occidental de África, también existe.

La mosca deposita sus huevos en las frutas u hortalizas. Esos huevos se transforman en larvas que devoran la pulpa de la fruta u hortaliza, convirtiéndolas en inútiles para el consumo humano.

La bioteconología encontró cómo luchar contra esa mosca: liberados los machos estériles en el entorno natural, estos se aparean con las moscas silvestres para ir disminuyendo su número hasta llegar a la desaparición total de la plaga. Mendoza ya lo logró hace tiempo, con amplias áreas certificadas como libres de la mosca de la fruta. Ahora, por primera vez, las moscas cruzan fronteras para, traicionando a su especie sin saberlo, proteger zonas frutihortícolas en otros países.

ABC