Todo a punto para tocar Bennu, el segundo asteroide más peligroso para la Tierra
October 20, 2020 El Universo , NoticiasLa misión OSIRIS-REx, de la NASA, recogerá muestras de su superficie, a 334 millones de kilómetros de distancia de la Tierra, para traerlas a nuestro planeta en el año 2023.
Este miércoles, a las 00.14 de la madrugada, la nave OSIRIS-REx («Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, Security-Regolith Explorer») tocará fugazmente Bennu, un asteroide de 492 metros de diámetro, con forma de diamante y de color oscuro. El encuentro, en que una nave del tamaño de un minibús se acercará a una roca tan grande como el Empire State Building, tiene como finalidad recoger un puñado de rocas para traerlas a la Tierra, e investigar los orígenes del sistema solar y de las moléculas precursoras de la vida. Además, dichas investigaciones permitirán estudiar un asteroide que podría impactar contra la Tierra el próximo siglo.
El contacto se producirá a unos 334 millones de kilómetros de la Tierra, a una distancia que la luz tarda en recorrer cerca de ocho minutos. Culminará con la maniobra «Touch and go», o TAG, un fugaz toque en el que un brazo robótico recogerá muestras del regolito de Bennu. Los investigadores esperan conseguir así una prístina y valiosa colección de partículas de polvo y piedrecitas, de hasta dos centímetros de tamaño.
Cuatro horas de ansiedad
La cita entre nave y asteroide será de máxima tensión, porque la sonda tendrá que tocar la roca, de forma autónoma, justo en la zona Nightingale, un «aparcamiento» de apenas ocho metros de largo situado en el hemisferio norte del asteroide. Un sistema automático reconocerá el terreno, mientras el aparato se acerca a Bennu a una velocidad de 10 centímetros por segundo, y tendrá que evitar la colisión con grandes piedras y bloques tan grandes como casas de dos plantas. Por si fuera poco, esta delicada aproximación tendra lugar mientras el asteroide viaja a una velocidad de 50 km por segundo y gira sobre sí mismo; además, los movimientos tanto de la nave como de Bennu se verán influidos por el viento solar y por el calor generado en sus superficies.
«Serán cuatro horas y media de ansiedad», explicó este lunes en rueda de prensa Lori Glaze, directora de la División de Ciencia Planetaria de la NASA, para referirse a las complejas maniobras necesarias para que la OSIRIS-REx toque Bennu. De hecho, la maniobra será posible porque los científicos han pasado dos años trazando mapas de la superficie y estudiando la composición de Bennu desde que la nave llegó a su entorno en diciembre de 2018.
Esto ha sido fundamental, no solo para encontrar el mejor sitio donde recoger las muestras de regolito, sino también para crear modelos para la navegación de la nave lo suficientemente precisos. Permiten predecir su posición con un margen de error de metros, a pesar de encontrarse a cientos de millones de kilómetros de la Tierra y a pesar de las dificultades que plantea el entorno del asteroide.
Ser preciso a millones de kilómetros de distancia
«Allí no se puede manejar la nave en tiempo real —puesto que las instrucciones tardan 18 minutos en llegar a la OSIRIS-REx desde la Tierra—», según dijo Kenneth Getzandanner, director de dinámica de vuelo de la misión. «Por eso, hay que planear las maniobras con dos semanas de antelación y enviarlas 24 horas antes de su ejecución».
Mañana mismo, antes de la crítica maniobra de contacto, o TAG, habrá otras dos operaciones cruciales, en las que los propulsores de la nave desviarán su trayectoria con gran precisión para acercarla al punto de la superficie deseado: el check point burn y el match point burn, ya sobre el punto Nightingale.
La dificultad fundamental para estas operaciones es que las maniobras han de llevarse a cabo en un ambiente donde la gravedad del asteroide es escasa, con lo que cualquier perturbación por la radiación o el viento solar tiene un impacto considerable. En este sentido, conviene recordar que la misión OSIRIS-REx batió un récord al poner una nave en la órbita del objeto más pequeño hasta la fecha.
Otro de los problemas más importantes es que, para gran sorpresa de los científicos, el asteroide no es la «playa de arena» que imaginaban, es decir, una apacible superficie cubierta por finos granos, sino que está repleto de bloques tremendamente grandes, con los que la nave podría chocar. Por eso, los investigadores han hecho un intenso trabajo para buscar un buen sitio donde «aparcar» la nave para recoger muestras.
Dos preciosos kilogramos
«Tras tomar, literalmente, miles de imágenes de las rocas— dijo Heather Enos, investigadora principal adjunta de OSIRIS-REx— dimos con el lugar adecuado: la zona Nightingale. Allí hay altas probabilidades de encontrar materiales finos, jóvenes, prístinos y frescos, con presencia de moléculas orgánicas».
Si todo va bien, esta madrugada la nave desplegará un brazo de tres metros de largo coronado por un extremo que actuará como «aspiradora»: tiene un aspecto que recuerda al filtro del aire de un automóvil antiguo, y tiene la función de recoger entre 60 y 2.000 gramos de regolito. Para ello, expulsará una descarga de nitrógeno gaseoso capaz de elevar polvo y partículas pequeñas, recordemos que la gravedad es mínima en el entorno del asteroide, que serán recogidas en un depósito. Pasados unos segundos, la nave se alejará del asteroide suavemente.
«En mis sueños más alocados, recogeremos hasta dos kilogramos de muestras», dijo Heather Enos, para referirse a la máxima capacidad del depósito del brazo robótico. En cuanto al tipo de muestras, añadió: «Lo ideal será recoger una muestra diversa, que represente la composición de Bennu, con moléculas ricas en carbono».
En caso de que el acercamiento no salga tan bien, y si la nave aborta el descenso, por culpa de la presencia de los grandes bloques o por recoger poca cantidad de muestras, los científicos volverán a intentar la maniobra de contacto en enero, en una zona conocida como Osprey. Aparte de esta, hay todavía más oportunidades.