Singapur es ahora la ciudad más limpia y verde de Asia ¿Cómo logró esa transformación?
November 17, 2018 El Mundo , NoticiasEl barrio de Khatib (al norte de Singapur) fue testigo de una gran jornada de recolección de desechos, que contó con al menos 200 voluntarios. Unas cuantas colillas de cigarros escondidas entre los arbustos y un solitario pañuelo desechable fueron algunos de los pocos objetos que se encontraron.
Los voluntarios realmente no tuvieron mucho trabajo por hacer, pues todos los espacios ya estaban prácticamente incólumes.
Como era de esperarse, tampoco se vieron en la necesidad cargar con pesadas bolsas llenas de basura, lo que de hecho es algo muy común en Singapur, pues este país asiático se toma muy en serio el tema de la limpieza.
Este noviembre es precisamente un mes histórico, porque se cumplen 50 años desde que el ministro Lee Kuan Yew promovió la “Política Limpia y Verde” a través de la campaña Keep Singapore Clean (Mantengamos a Singapur Limpia).
Por supuesto que no era la primera campaña de limpieza en Singapur, pero en ese entonces el Gobierno decidió utilizar un efectivo método de control social para evitar que las personas lanzaran sus desechos a la calle: las multas.
Es indudable que Singapur es un lugar muy limpio, pero las razones de su pulcritud no son meramente estéticas.
La necesidad de ser una ciudad verde
Todo el que haya estado cerca de un camión mientras realiza su proceso de recolección de desechos en Singapur (y en cualquier lugar del mundo), probablemente se identifique con el empeño de las autoridades por mantener la ciudad impecable.
Y aceptémoslo, no hay nada peor que el penetrante perfume de un camión de basura.
Los climas trópicos cálidos y húmedos como el de Singapur, a diferencia de otros con ambiente más fresco, demandan que la limpieza sea rápida y eficaz.
Edward D’Silva, presidente del Consejo de Higiene Pública, recordó que la basura acumulada es un foco seguro de alimañas como roedores, cucarachas y moscas, que además son “portadores de bacterias y gérmenes”.
También están los mosquitos, que acarrean enfermedades. En Singapur no se ven casos de malaria, pero un descuido puede traer consigo miles de infectados de dengue al año.
Los objetivos de Lee Kuan Yew cuando introdujo su “Política Limpia y Verde” eran bastante ambiciosos.
Dentro de sus planes estaban reformar las leyes de salud pública vigentes en esa época, así como la reubicación de vendedores ambulantes, el desarrollo de mejores sistemas de alcantarillado y la implementación de medidas para el control de enfermedades.
Incluso parte de la población de los kampongs, como se conoce a los pueblos o aldeas con cabañas de madera, migró hacia urbanizaciones con casas de mejor infraestructura.
Durante un discurso en 1968, Kuan valoró el progreso de su país: “ningún otro sello distintivo de éxito será más distintivo que el de alcanzar nuestra posición como la ciudad más limpia y más verde del sur de Asia”.
Ciudad limpia, economía fuerte
En el marco de la campaña se instruyó a la población a través de charlas de parte de funcionarios de salud, y los controles al azar del Gobierno también jugaron un papel importante.
Hasta se idearon concursos que premiaban a las escuelas, edificios gubernamentales, tiendas, oficinas y fábricas más limpias de todo Singapur (y destacaban las más sucias). Durante los años 70 y 80 se estuvieron creando campañas parecidas.
Según la visión Kuan, tener una ciudad limpia no es solo cuestión de estética, sino que contribuye en gran medida al fortalecimiento de la economía.
Esos estándares – dijo – lograrían mantener la moral de los ciudadanos alta y las tasas de enfermedades bajas. Eso, a su vez, traería consigo las condiciones sociales idóneas para darle un empujón a ciertas áreas de la economía como la industria y el turismo; además de contribuir al bien público y personal.
Tal y como lo vaticinó el ministro, Singapur se convirtió en ciudad exitosa en la que la esperanza de vida aumentó de 66 a 83 años, la tercera más alta a nivel mundial.
Además, las cifras de turismo incrementaron desde 1967 – año en que arribaron alrededor de 200.000 extranjeros – si se comparan con los más de 10 millones que se registraron durante los primeros nueve meses de este 2018.
Asimismo, hubo un notable crecimiento de la inversión extranjera directa, que pasó de US$93 millones en 1970 a US$39 mil millones en 2010 y US$66.000 millones en 2017. Es la quinta nación que recibe la mayor cantidad de capital extranjero.
Nadie quiere multas
Al entrar en una tienda de regalos en Singapur de seguro encontrarás camisetas con el mensaje “Singapur: una ciudad hermosa”, y también una lista de cosas por las que puedes ser multado.
Los singapurenses, definitivamente, no toman estas multas como un juego, así que esas listas probablemente no les hagan ninguna gracia.
Todo comportamiento reprochable de ciudadanos y foráneos está prohibido, así el que no cumpla las leyes será estrictamente castigado con sanciones económicas.
El propósito de las multas, que fueron clave en la campaña Keep Singapore Clean, era moldear el comportamiento de sus ciudadanos hasta que aprendieran la cultura de no ensuciar su ciudad. Y hasta terminaron siendo aceptadas por la sociedad.
Anualmente se expiden unas decenas de miles al año por arrojar basura a las calles, con un monto mínimo de US$217.
La filosofía de Kuan era la de no ignorar las pequeñas cosas, pues le preocupaba que las personas podrían aprovechar cualquier “aflojamiento del control administrativo” para cometer infracciones.
Aunque, siendo honestos, algunas de las leyes en Singapur pueden parecer muy estrictas, sobre todo para los extranjeros, como la que prohíbe la importación de chicles (no pasa nada si los tienes).
En este país asiático te pueden multar incluso por no descargar los inodoros públicos o si te subes al tren con un durián (una fruta con un terrible olor). Hasta por mínimas cosas como escupir en la calle o conectarte a un wifi ajeno sin permiso.
¿Son efectivas?
Liak Teng Lit, presidente de la Agencia Nacional del Medio Ambiente, comentó que esta política fue muy efectiva desde sus inicios. Su éxito tuvo que ver con la combinación de campañas para sensibilizar con la implementación de sanciones.
En 1961 Singapur contaba con una “brigada de escoba” conformada por unos 7.000 trabajadores adscritos directamente al Departamento de Salud, cifra que se ubicaba en apenas 2.100 para 1989.
Pero el ritmo cambiante de la ciudad, que se hizo más próspera, ha permitido que en la actualidad sea mucho más fácil contratar mano de obra barata para las labores de limpieza.
Teng asegura que los locales, más allá de temerle a las multas, tienen consideración por el trabajo de las cuadrillas de limpieza y evitan ensuciar. “Singapur no es una ciudad limpia. Es una ciudad que se limpia”, enfatizó el funcionario.
Hoy en día unos 56.000 limpiadores están inscritos en la Agencia Nacional del Medio Ambiente, sin incluir a los contratistas independientes. La mayoría son extranjeros que trabajan por una baja remuneración o personas de edad avanzada.
Sin embargo, D’Silva ve la cantidad de limpiadores como un cambio en la cultura de los singapurenses, quienes han asumido que la limpieza es sencillamente trabajo de otra persona.
Probablemente porque estas cuadrillas del gobierno limpian los edificios, hasta sus pasillos, hasta dos veces al día. “Cuando tienes un servicio de limpieza muy eficiente y tu vecino llena el lugar de basura, no culpas al vecino, culpas al limpiador por no recogerla”, consideró.
Urge un cambio de comportamiento
La mano de obra barata en el sector limpieza no abunda en Australia, Japón, Reino Unido, u otros países, como sí lo hace en Singapur. En su gran mayoría los limpiadores de este país asiático son extranjeros, así como locales de edad avanzada, que conforman un nutrido grupo de más de un millón de trabajadores.
No obstante, la población va en aumento, y con ello se van encareciendo las tarifas de la mano de obra. Eso quiere decir que en los próximos años no será rentable emplear a tantos trabajadores.
D’Silva estimó que es necesario recobrar el objetivo inicial de la campaña para mantener limpio a Singapur, que era impulsar la economía. Los recursos que se destinan a la limpieza de espacios públicos – aseguró – pudieran invertirse en otras áreas, como la salud y la educación, por ejemplo.
La solución, desde su punto de vista, es que se genere un cambio de comportamiento en el país, considerando que se gastan alrededor de US$87 millones al año por concepto de limpieza de espacios públicos.
Lee Bee Wah, diputada local de la ciudad de Nee Soon, estuvo presente en la jornada de limpieza que se desarrolló en Khatib. A esta funcionaria le apasionan las iniciativas de limpieza, tanto que alienta a sus electores no solo a recoger basura del suelo, sino a reportar a los infractores que ensucian la ciudad.
Ella cree que no solo se trata de multar a las personas, sino de educarlas. Y aunque se expiden miles al año, es especialmente difícil imponer multas, porque requiere que un funcionario está cerca cuando alguien lanza basura al piso o, al menos, un testigo de la infracción.
“Es mejor convencerlos, hacer que colaboren, en lugar de depender de las multas”, afirmó.
Cada año se realiza una jornada para que los limpiadores del distrito puedan tener un día de descanso, mientras los locales se encargan de la recolección de desechos. Es una iniciativa que busca, como enfatizó la diputada, demostrar que todo puede cambiar para mejor.
El primer evento se llevó a cabo en 2013, año en que se recogieron unos 1430 kilogramos de basura. Esa cantidad disminuyó a tan solo 292 este 2018.
En resumen, hay muchos trabajadores de limpieza y menos singapurenses que se interesen por no ensuciar, aunque Bee Wah aseguró que su circunscripción es prueba indiscutible de progreso.