Ser rico o pobre ya se heredaba hace 4.000 años

La genética, combinada con el estudio de objetos junto a los que se enterraba a las personas, ha servido para identificar diferentes clases sociales que convivieron en la Edad de Bronce en Alemania.

Tumba de una mujer rica de la Edad de Bronce. / Philipp Stockhammer

Globalización,movilidad social o desigualdad son términos modernos que describen realidades muy antiguas. Hace más de 4.000 años las familias de los grandes propietarios acumulaban y transmitían la riqueza de generación en generación. Esta clase alta convivía con personas que poseían muy poco, a veces dentro de una misma casa. Así lo refleja un estudio que se publica este jueves en la revista Science, una colaboración entre arqueólogos y genetistas alemanes que ofrece la reconstrucción más precisa de la estructura social en la Edad de Bronce, gracias al análisis de restos óseos hallados en el Valle de Lech, cerca de Augsburgo.

La genética, combinada con el estudio de los objetos con los que fueron enterrados, ha servido para identificar el lugar que estas personas ocuparon en la sociedad durante su vida. En concreto, los científicos han descubierto cementerios en los que descansan familias de un estatus social alto, en las que han hallado varones relacionados entre sí biológicamente y mujeres de clase alta que no eran de origen local. Lo más probable es que éstas desposaran a los propietarios de las tierras. “Estas mujeres crecieron muy lejos de la región, posiblemente a cientos de kilómetros de distancia”, explica Alissa Mittnik, investigadora del Instituto Max Planck y coautora del estudio.

La movilidad geográfica de estas mujeres podría haber desempeñado un papel decisivo en la transferencia de conocimientos y cultura a lo largo de este periodo. “El comercio de objetos y materias primas, así como el conocimiento de las técnicas de trabajo del metal, requería el mantenimiento de grandes redes comerciales, así que suponemos que estas mujeres jugaban un papel en este sentido, aunque sólo podamos especular sobre lo que esto implicaba exactamente”, señala Mittnik. “Tal vez podrían haber llevado al valle de Lech la educación que recibieron en su juventud”.

Esta costumbre de uniones matrimoniales con otras regiones -llamada patrilocal por los antropólogos- no fue un fenómeno temporal, sino que persistió durante un período de 800 años durante la transición del Neolítico a la Edad de Bronce. No obstante, sus enterramientos son iguales que los de la población nativa, lo que indica que estaban integradas en la comunidad local. “Fueron enterradas con muchos objetos de bronce, señal de un alto estatus social, pero además algunos de esos objetos muestran vínculos estilísticos con grupos contemporáneos de regiones cercanas, de la República Checa y Alemania central”.

SIRVIENTES O ESCLAVOS

Pero, además, en los mismos yacimientos, había también un número importante de otros individuos de origen local, claramente más pobres, que reposan en pequeñas tumbas halladas en estancias individuales. Los restos no permiten a los investigadores establecer si se trataba de sirvientes o esclavos, pero el análisis de los escasos objetos con los que fueron enterrados refleja una importante desigualdad respecto a las familias de clase alta. Los autores subrayan que esa estructura de clases se mantuvo, al menos, durante siete siglos. “La riqueza se relacionaba con el parentesco biológico o con el origen extranjero; el núcleo familiar transmitía su propiedad y su estatus a lo largo de generaciones”, resume Philipp Stockhammer, profesor de arqueología prehistórica en la Universidad de Múnich. “Y en todas las granjas encontramos también personas de origen local mal equipadas”.

Esta circunstancia prueba que existía una división clara en el interior de los hogares, similar a la que conocemos en la Grecia y Roma clásicas, con una clase alta atendida por esclavos o sirvientes. “Aunque estas personas en el Valle de Lech vivieron más de 1.500 años antes de la época romana” matiza Stockhammer. “Creo que estamos empezando a entender cómo las desigualdades dentro de un hogar son un fenómeno mucho más amplio y se remontan mucho más en el tiempo de lo que habíamos pensado”.

ORÍGENES DE LA DESIGUALDAD

En Europa Central, la Edad del Bronce enmarca el período comprendido entre los años 2200 y 800 a.C. Un tiempo en el que la combinación de avances tecnológicos impulsa cambios a gran escala: en particular la rueda, la domesticación del caballo y la aparición del bronce. Las materias primas necesarias para fabricar esta aleación -cobre y estaño- se convirtieron en valiosas mercancías que se transportaban a lo largo de cientos o miles de kilómetros creando una primera globalización basada en esas redes comerciales.

Estudios anteriores ya habían apuntado que las primeras estructuras jerárquicas evolucionan en este periodo, ampliando diferencias en la propiedad y en la riqueza que se mantendrán de forma duradera. Un trabajo previo de arqueólogos de las universidades de Bristol, Cardiff y Oxford afirmaba que la desigualdad hereditaria parece haber comenzado hace más de 7.000 años, a principios del Neolítico, en gran medida con la costumbre de legar en herencia tierras y ganado.

Una de las grandes novedades que aporta ahora el trabajo de los investigadores alemanes es la capacidad para reconstruir árboles genealógicos prehistóricos de cuatro a cinco generaciones gracias a los restos óseos. Los arqueólogos pudieron comparar el grado de parentesco, los bienes funerarios y la ubicación de las tumbas gracias a la generación de datos de todo el genoma a partir de más de 100 esqueletos. Sin embargo, los autores señalan que esta reconstrucción sólo recoge el linaje masculino: las hijas abandonaban las granjas al llegar a la edad adulta, de igual forma que las madres eran siempre mujeres que habían llegado desde tierras lejanas.

El Mundo