El Arca de Noé de los cultivos.
Banco Mundial de Semillas de Svalbard
Si el Arca de Noé salvó varias especies animales del Diluvio Universal, el Banco Mundial de las Semillas, en Swalbard (Noruega), garantizará poder recrear la mayor parte de los cultivos existentes con sus más de 900.000 muestras de semillas.
Es la gran despensa subterránea de nuestro planeta, preparada para resistir catástrofes diversas: volcanes, terremotos, tsunamis, epidemias, radiaciones, etc.
Además, gracias a un tratado internacional, está considerada zona desmilitarizada.
Este banco se inauguró en 2008 con los primeros depósitos de semillas, entre los que no podía faltar el arroz. Hoy se almacenan variedades de semillas únicas africanas, asiáticas, europeas y americanas.
Estas semillas se podrían utilizar no solo para investigar, sino para la recuperación de cultivos de plantas, como ya ocurrió en el caso de la guerra civil de Siria, en 2015.
Bóveda Global de Semillas de Svalbard
Al comenzar la guerra de Siria, los científicos sirios que se habían desplazado a El Líbano solicitaron la devolución de 130 cajas para poder reiniciar la colección que tenían en el Centro Internacional de Investigación sobre Agricultura en Zonas Secas (ICARDA), al que no podían acceder.
ICARDA tenía una colección de trigo, cebada, garbanzos, lentejas, judías y leguminosas procedentes de 128 países y en las instalaciones noruegas se conservaban copias del 80% de dicha colección.
Gracias a estas muestras han podido continuar sus investigaciones sobre los cultivos en Oriente Medio, buscando el aumento del rendimiento de éstos y tratando de prevenir o minorar las consecuencias de las plagas o de las sequías.
El Gobierno noruego es el propietario de las instalaciones de la Bóveda de Swalbard y los depositantes guardan allí sus semillas, siendo sus propietarios.
Sesenta y un bancos de germoplasma de todo el mundo han depositado muestras, que se guardan en cajas de aluminio cerradas herméticamente y estas, a su vez, en cajas de plástico. Representan el 40% de la diversidad alimentaria del mundo.
El acceso goza de una alta protección, mediante medidas de seguridad extremas con detectores de movimiento, estructuras reforzadas, cámaras de seguridad, códigos, etc.
Gráfico de las instalaciones de la Bóveda Global de Semillas de Svalbard
Los únicos que pueden abrir la puerta de acceso a la bóveda son los funcionarios del gobierno noruego. Se puede decir que funciona como la caja de seguridad de un banco, donde solo el depositante tiene acceso a las mismas, pudiendo retirar las semillas y abrir las cajas.
Las semillas se mantienen a una temperatura estable y, si se diera un fallo eléctrico, cuentan con la protección de una capa de terreno que se encuentra permanente congelada llamada permafrost, que actuaría como un refrigerante natural.
Aunque hay un enemigo al que no se le dio la importancia debida: el temido cambio climático. El año pasado, como consecuencia del aumento de las temperaturas, hubo varias filtraciones que provenían del deshielo del permafrost.
Según se comunicó entonces, las semillas nunca llegaron a estar en peligro y se han puesto en marcha trabajos de mejora para evitar cualquier intrusión de agua.
Es un grupo de islas del que solo tres están habitadas. El 60% de Svalbard está cubierta por glaciales.
El sol de medianoche dura desde el 20 de abril hasta el 23 de agosto y la oscuridad perpetua desde el 26 de octubre al 15 de febrero.
Tiene algo más de 2.600 habitantes, con una gran presencia de rusos y ucranianos. El idioma más hablado es el noruego.
La base de la alimentación es, y ha sido, la agricultura, pero, como indica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se estima que unas tres cuartas partes de la diversidad agrícola se han perdido durante el siglo pasado, pudiendo afirmarse hoy que tan solo 30 son los cultivos que nos proporcionan el 95% de la energía total que se obtiene de los alimentos.
Cuatro de éstos (arroz, maíz, trigo y patata) suministran más del 60% de las calorías obtenidas de los alimentos. Esta dependencia de unos pocos cultivos y de unas pocas variedades puede crear graves problemas alimentarios -y económicos-, como la hambruna irlandesa en 1845 o la pérdida de las plantaciones de caña cubanas durante 1980.
Por ello la importancia de este Banco de Svalbard, guardián de uno de los mayores tesoros en forma de miles de semillas que resguardarán los alimentos vegetales del mundo.
El material depositado es necesario para investigar, por ejemplo, para que las plantas puedan adaptarse a los efectos del cambio climático. Actualmente el ritmo es demasiado rápido y no logran adaptarse. (Marie Haga, Directora Ejecutiva de la Bóveda de Svalbard)
Marie Haga en el banco de semillas de Svalbard
Con la guerra de Siria, los científicos de ICARDA recuperaron sus semillas de Svalbard y, gracias a ello, las volvieron a plantar en el Líbano y en Marruecos. Hoy en día ya han devuelto 35.000 muestras a la reserva, de las 38.000 que retiraron.
Se escogió este lugar noruego por su situación estratégica: está lejos y las temperaturas vienen a hacer un efecto nevera a la hora de conservar su preciado contenido.
En todo el mundo hay alrededor de 1.700 bancos de genes que custodian semillas de cultivos alimentarios, pudiendo ser de utilidad en caso de desastres como los ocurridos con la guerra de Angola, Ruanda, o el huracán Mitch en América Central.
Los bancos de germoplasma cuidan y suministran el material y, en este sentido, hay que alabar la labor realizada en las instalaciones de la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, con más 900.000 semillas procedentes de todos los países del mundo.
La mayoría de los bancos de germoplasma proporcionan semillas a nivel nacional y local. Los centros pertenecientes al Consultative Gropup for International Agricultural Research (CGIAR) y otros grandes bancos nacionales (Australia, Brasil, Canadá, China, Alemania, EEUU, …) distribuyen muestras a nivel internacional, y así lo han hecho ya en diversas ocasiones.
Centros CGIAR alrededor del mundo (cgiar.org)
Actualmente existen gran cantidad de convenios entre bancos, países, regiones o subregiones. Esta colaboración es muy valiosa de cara al cambio climático, ya que, con el material que conservan, pueden organizar y difundir información para que otros puedan afrontar retos, implementar actividades, analizar, investigar o tomar decisiones de cara a su adaptación, por ejemplo, en otros lugares.
A modo de curiosidad, diremos que en España, el interés formal se materializó por primera vez en una Orden Ministerial de 1981.
El cambio climático y los avances de la agricultura industrial, con cultivos genéticamente modificados y la tendencia a plantar monocultivos, están poniendo en peligro la biodiversidad, como ha advertido la FAO afirmando que se ha sufrido una pérdida de, al menos, un 75% durante el siglo pasado.
El cambio climático representa una gran dificultad a la que no logran adaptarse muchos cultivos, por eso es necesario que exista una mayor colaboración entre organismos, países y regiones.
El banco de semillas de Svalbard, en cierto modo, asegura la conservación de la biodiversidad de los cultivos del mundo.
Y, hablando de semillas y cultivos, China está tratando de cultivar plantas en la Luna, ya que será esencial para los viajes a largo plazo. De hecho, llevaron una planta que tan solo duró una noche lunar, es decir, ocho días terrestres.
Cinco Noticias