Qué sabemos de los filtros y gafas para reducir la luz azul que emiten las pantallas y evitar así daños en tus ojos

Se conoce como luz azul al rango del espectro de luz visible que tiene una longitud de onda entre 400-495 nm. Muchos son los que afirman que las pantallas de nuestros ordenadores, tabletas o teléfonos inteligentes emiten esta luz y que es dañina.

Sin embargo, no hay evidencias sólidas que demuestren que la luz azul afecte a nuestros ojos, ni que perdamos visión por su culpa. Los estudios que lo sugieren hasta el momento han sido únicamente realizados en animales y en condiciones extremas o no son concluyentes.

Un negocion basado en un miedo insustancial

La luz azul se produce naturalmente en la luz del sol, que también contiene otras formas de luz visible y rayos ultravioleta e infrarrojos. Es decir, que cualquier efecto perjudicial de la luz azul de las pantallas no es nada comparado con la luz del sol, que emite 300 veces más cantidad de luz azul que cualquier pantalla que usemos.

Por ello la luz azul, que es equivalente a la luz del cielo dirno, es la luz que más suprime la producción de melatonina, y por tanto puede interrumpir nuestros ritmos circadianos.

Usar filtros para las pantallas o gafas especiales es un gran negocio para muchas empresas que explotan nuestro miedo a que las pantallas dañen nuestros ojos. Pero nuestro cristalino es suficiente para filtrar este tipo de luz, no necesitamos esos filtros extra.

De hecho, como hemos dicho, exponerse a luz antes de dormir puede alterar el sueño, así que la luz azul, en ese caso, sí que debe desaconsajarse (y cualquier tipo de luz). Pero lo irónico es que los filtros que evitan la luz azul son peores en ese sentido, tal y como sugiere un estudio de la Universidad de Manchester. En consecuencia, el beneficio del uso de lentes con filtros de luz azul no está garantizado. Tal como asevera en un comunicado la Sociedad española de Oftalmología (SEO), “la luz azul ni daña los ojos ni provoca ceguera”.

Probablemente, este miedo a la luz azul forma parte de un conjunto más amplio de miedo hacia las pantallas en general. Una demonización de un nuevo soporte tecnológico que no dista demasiado de la demonización que ya sufrió en su día el advenimiento de internet, los microondas, la radio, el telégrafo y hasta el mismo teatro o los libros.

Por esa razón, también, cualquier estudio que apunte mínimamente a que las pantallas (sobre todo de tabletas y móviles) pueden afectar a los niños han sido exagerados por padres particularmente concernidos por la educación de sus hijos. Padres que, es probable, puedan ser más dañinos que una pantalla, como podéis ver a continuación:

Xataka