¿Pueden oír las plantas?

Pensamos en los sentidos de otros organismos desde nuestro punto de vista humano. Sin embargo, en poco más de una generación la capacidad que tienen algunos animales de orientarse mediante el sonido (ecolocalización) o de hacerlo a través de los campos magnéticos (magnetorrecepción) han pasado de ser superpoderes esotéricos a convertirse en fenómenos científicos comprobados. Es posible que con las capacidades ultrasensoriales de las plantas se esté repitiendo la historia.

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En el caso de la audición, si fijamos las reglas de juego estableciendo que nuestra capacidad sensorial reside en un sistema nervioso animal, entonces llegaremos a la conclusión de que los organismos que carezcan de él serán incapaces de registrar cualquier percepción auditiva. Pero éste podría ser un juicio equivocado.

¿Pueden las plantas oír o escuchar?

Entonces, ¿las plantas escuchan? Si se aplican estrictamente las definiciones de la RAE, que implican la percepción de “sonidos por el oído”, la respuesta es negativa porque estamos aplicando los términos desde una perspectiva zoológica. Si ampliamos el foco, la respuesta podría ser otra. En términos físicos el sonido es la sensación producida por una onda longitudinal transformada en vibraciones de las partículas del aire situadas delante del receptor.

Las plantas no tienen ni aparato auditivo ni un sistema nervioso o algo parecido a una unidad central de procesamiento que dé sentido a los sonidos. Pero sí poseen mecanorreceptores que pueden sentir vibraciones, es decir, oír, en un rango de frecuencias que puede estar dentro del espectro audible para los humanos o fuera de este, como ocurre con la ecolocalización.

Esa percepción del sonido es lo que probablemente funcione cuando las plantas se reproducen, buscan recursos esenciales y sufren estrés.

Percepción auditiva y polinización

La gran mayoría (87,5 %) de las plantas con flores dependen de polinizadores animales para reproducirse, a los que fidelizan con recompensas de diferentes tipos.

Producir buenas recompensas puede resultar energéticamente costoso. Además, la oferta permanente de la más extendida de estas recompensas, el néctar, está sujeta a la degradación por microorganismos y al robo por consumidores oportunistas.

Por lo tanto, una estrategia que consiga programar la producción de recompensas en el momento en que haya polinizadores adecuados podría ser muy beneficiosa para la planta.

The Conversation