Premio Nobel de Química para los padres de las baterías de litio

Tres contribuciones fundamentales para el desarrollo de las baterías de iones de litio han merecido el premio Nobel de Química que concede la Real Academia de las Ciencias de Suecia.

John B. Goodenough, M. Stanley Whittingham y Akira Yoshino, ganadores del Premio Nobel de Química de 2019. / © The Nobel Media | Niklas Elmehed

John B. Goodenough (1922), M. Stanley Whittingham (1941) y Akira Yoshino (1948) comparten el galardón, anunciado en la mañana del martes, por sus diferentes pero imprescindibles avances en la creación de unos dispositivos hoy ubicuos.

Las baterías de litio son ya ampliamente utilizadas en toda clase de ingenios electrónicos y se espera que sean cada vez más importantes en el futuro.

De teléfonos móviles a vehículos eléctricos, pasando por los ordenadores portátiles, multitud de invenciones se benefician de estas pilas ligeras, recargables y con gran poder energético. La Academia sueca ha destacado, además, que las baterías de litio serán fundamentales en el camino hacia un nuevo panorama energético libre de combustibles fósiles.

El británico Stanley Whittingham, de la Universidad de Binghamton, dio el primer paso cuando, en los años 70, desarrolló el primer modelo funcional de batería de litio.

El alemán John Goodenough, de la Universidad de Texas en Austin, logró multiplicar el potencial de las baterías de litio y abrió el camino para su utilización profesional y comercial.

El japonés Akira Yoshino, de la Universidad de Osaka, logró eliminar el litio puro del diseño, cambiándolo por los más seguros iones de litio, lo que dio un impulso fundamental a esta clase de baterías.

UN MUNDO MÓVIL… Y RENOVABLE

Los tres investigadores, cada uno en su especialidad y su institución, “desarrollaron la batería más poderosa del mundo”, según ha destacado la Academia de Ciencias sueca.

El investigador Olof Ramström, del Comité del Nobel, señaló tras conocerse el premio que “las baterías de iones de litio han permitido el mundo móvil”, en relación a la revolución que ha supuesto la electrónica sin cables y la gran cantidad de dispositivos recargables que nos rodea.

El siguiente desafío en el que se espera que esta tecnología sea decisiva es el del cambio del modelo energético. “Hemos logrado acceder a una revolución técnica”, explicó Sara Snogerup Linse, del Comité del Nobel.

Goodenough, que tiene ahora 97 años, comenzó a interesarse por el diseño de baterías durante la crisis del petróleo de los años 70, cuando trabajaba en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Allí, por cierto, también contribuyó al desarrollo de la memoria RAM, un elemento básico en la informática actual.

La batería de litio, según subraya la Academia de Ciencias sueca, ha impulsado el desarrollo de energías limpias y el uso de coches eléctricos, lo que contribuye, y se espera que lo haga aún más en un futuro cercano, a la reducción de gases de efecto invernadero y partículas contaminantes.

“Podemos esperar más descubrimientos importantes en la tecnología de las baterías”, avanza Ramström. “Sin duda, estos hallazgos futuros contribuirán a nuevas mejoras en nuestras vidas, no sólo para nuestra conveniencia, sino también para los entornos globales y locales y, en última instancia, la sostenibilidad de todo el planeta”.

TERCER NOBEL DE LA SEMANA

El premio Nobel de Química es el tercero de los galardones que la institución comunica esta semana, tras dar a conocer el lunes el de Medicina, que recayó en William G. Kaelin (EEUU), Sir Peter J. Ratcliffe (Reino Unido) y Gregg L. Semenza (EEUU), por sus descubrimientos sobre cómo las células son capaces de reconocer y adaptarse a la disponibilidad de oxígeno; y el martes el de Física, otorgado al cosmólogo James Peebles y los astrofísicos Michel Mayor y Didier Queloz, por sus estudios “para entender la evolución del universo y el lugar que la Tierra ocupa en él”.

El año pasado, el premio Nobel de Química fue para Frances H. ArnoldGeorge P. Smith y Sir Gregory P. Winter por usar los principios de la evolución para desarrollar proteínas y anticuerpos para curar enfermedades y desarrollar sustancias químicas, como biocombustibles o fármacos, de una forma más limpia y eficiente.

El Mundo