¿Por qué lo más misterioso del universo es también lo más íntimo?
June 10, 2018 Misterios , NoticiasLa paradoja de que lo que menos conocemos -al menos científicamente- es lo más íntimo y fundamental de la existencia.
El filósofo David Chalmers se volvió célebre en los llamados “estudios de la conciencia” al acuñar el término “el problema duro” para referirse a la conciencia. Más de veinte años después, el tiempo le ha dado la razón: la ciencia no ha avanzado de manera significativa en el estudio de la conciencia. Tenemos un modelo mucho más satisfactorio para explicar lo que es una galaxia a miles de millones de años luz que lo que es la conciencia humana. Conocemos mejor el espacio sideral de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Aunque, pensándolo bien, ¿cómo podemos estar seguros de que conocemos bien lo que es algo, cualquier cosa, si no sabemos bien lo que somos nosotros?
Chalmers nota contundentemente que la conciencia es lo más inmediato e importante que existe para nosotros. Todos tenemos una experiencia subjetiva del mundo, una especie de película interior. El flujo de la conciencia, la experiencia subjetiva, es la verdad fundamental de la existencia, dice. No hay nada que conozcamos más directamente. Esto, el hecho de ser conscientes, es lo único de lo cual podemos estar seguros, todo lo demás es secundario. Y, sin embargo, no podemos explicar cómo hemos llegado a ser conscientes. “Es el fenómeno más misterioso del universo”, dice Chalmers. Acaso nos enfrentamos ante una paradoja, buscamos aquello con lo que estamos buscando.
La neurociencia está respondiendo a la correlación entre estados de conciencia y actividad neural pero correlaciones no son explicaciones. No se explica cómo surgió la experiencia subjetiva. Muchos científicos, dice Chalmers, creen que la conciencia podría acabar convirtiéndose en otro fenómeno emergente, como un huracán o un embotellamiento de tráfico. Pero estos fenómenos emergentes sólo mapean comportamiento; la conciencia nos coloca en una situación distinta. ¿Por qué este comportamiento -la experiencia de ser seres humanos- está acompañado de experiencia subjetiva?
Chalmers señala que él quisiera encontrar una teoría sobre la conciencia en términos materialistas que funcionara, pero las explicaciones reduccionistas de la ciencia simplemente no logran resolver el problema de la conciencia, ¿por qué esto se siente así, con una cierta cualidad? Estamos en un impasse en el que tenemos que pensar diferente, salirse de la caja escalonada de la ciencia y del obvio problema de la objetividad de la ciencia y la subjetividad de la conciencia. No podemos acomodar la existencia de la conciencia en nuestra visión materialista del mundo. Es por eso, señala, que debemos buscar ideas un poco descabelladas para entender lo que es la conciencia. Postula dos ideas, que la conciencia podría ser fundamental y que la conciencia podría ser universal. Y una tercera de Daniel Dennett, que la conciencia es una ilusión, que no hay tal “problema duro” porque no somos realmente conscientes, nuestro cerebro genera la ilusión de un usuario. Parece que en el caso de la conciencia es todo o nada.
Chalmers se inclina por pensar que la conciencia podría ser fundamental, de la misma manera que el tiempo, el espacio, la masa, o la carga son fundamentales o que ciertas leyes son fundamentales, como la gravedad o la mecánica cuántica. Existen momentos en los que esta lista de fundamentales debe de expandirse, como ocurrió con el electromagnetismo de Maxwell. La conciencia podría ser un aspecto fundamental del universo, algo tan simple que se nos escapa, y que podría escribirse en una camiseta como la ecuación de la equivalencia de la energía y la masa de Einstein. La otra idea es la universalidad de la conciencia o el panspiquismo. Todo sería consciente, incluyendo una piedra y un fotón. Lo cual no significa que estas cosas serían inteligentes, explica Chalmers, sino que tienen un elemento, quizá primitivo, de subjetividad. Se siente de cierta forma ser un murciélago y quizás también una molécula de hidrógeno. Habría entonces sólo una diferencia de niveles de conciencia, algunos con mayor complejidad e integración. Donde sea que haya información debe de haber conciencia especula Chalmers, siguiendo a Giulio Tononi. Donde hay procesamiento complejo de información, hay conciencia compleja como en los seres humanos. Donde hay procesamientos más sencillos, hay conciencia menos compleja.
El lector podrá haber notado que Chalmers está llevando a la ciencia a un lugar parecido -y quizás peligroso para aquellos que no se aventuran fuera de la caja dogmática- al de la religión y la filosofía oriental. Si es que podemos sintetizar en unas pocas palabras lo más distintivo y aquello que da cierta unidad a las diferentes filosofías orientales, esto es la importancia que tiene la conciencia, la cual es fundamental. Todo lo demás puede prescindirse. El universo es el juego de la conciencia, el sueño de una mente divina, o la persistente ilusión de existir en un cuerpo, en un mundo, con un karma. Uno de los puentes entre esta visión oriental y la ciencia moderna, y quien prefiguró la idea de Chalmers, fue sin duda Carl Jung. Jung entendió con gran claridad que lo más íntimo e importante -la psique- era también el gran desconocido y el gran peligro, ya que lo más peligroso para el destino del ser humano en el planeta es la fragilidad de la psique, pues el mundo pende de la psique “como de un hilo”. En el siguiente párrafo de 1946 Jung sintetiza toda la plática de Chalmers en un párrafo:
La psique es la más grande de todas las maravillas cósmicas y el sine qua non del mundo como un objeto. Es de lo más extraño que puede haber que el hombre occidental, salvo pocas excepciones, aparentemente le dedica mínima atención a este hecho… Anegado por el conocimiento de objetos externos, el sujeto de todo el conocimiento ha sido temporalmente eclipsado al punto de la aparente inexistencia.
Lo más íntimo es lo más misterioso, quizás porque es también lo más vasto e inagotable. El problema de la conciencia es el problema del hombre mismo, el enigma universal está más cerca de ti que tus propios ojos.