En el verano de 2016, los adolescentes Anastasia Georgievskaya e Ivan Novikov paseaban por South Bank en Londres (Reino Unido), abriéndose paso entre los puestos de comida que bordean el Támesis, cuando percibieron un aroma a donas fritas que les recordó instantáneamente a su infancia.
Esa noche, durante la cena, la pareja empezó a preguntarse: si uno de ellos no hubiera estado allí, ¿habría alguna forma de recrear digitalmente ese olor a dona y transmitirlo a un dispositivo lejano para compartir ese momento, aunque estuvieran a kilómetros de distancia? “En aquel momento, no encontrábamos nada parecido en el mercado”, cuenta Georgievskaya, quien ahora tiene 24 años. “A lo largo de los años retomamos la idea. Al final nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo nosotros mismos”.
Experiencias más inmersivas de RV gracias al olfato
Georgievskaya es actualmente CEO de Scentient, una startup del Reino Unido que pretende integrar el olfato en la realidad virtual (RV). Su dispositivo Escents se coloca alrededor del cuello y se acopla a unos lentes de RV. Lleva cuatro cartuchos llenos de aromas sintéticos concentrados que imitan olores, por ejemplo de humo o gas natural, y que se liberan en determinados momentos o lugares del entorno de realidad virtual a través de una app específica. Novikov se incorporó el año pasado como director de tecnología a tiempo completo y el primer prototipo funcional se concluyó en noviembre de 2022.
Consciente del largo historial de productos olfativos enfocados en los medios audiovisuales que han fracasado, desde los cines 4D hasta el sistema Smell-o-Vision, Scentient quiere ir más allá de la electrónica de consumo. Para empezar, el principal objetivo de la compañía es capacitar a la gente que trabaja en los servicios de emergencia.
Bomberos, paramédicos y otros profesionales de primeros auxilios ya utilizan una amplia gama de simulaciones digitales para entrenarse en catástrofes reales que son caras o imposibles de imitar físicamente, y añadir el olfato a esas simulaciones de entrenamiento cambiaría la forma en que la gente se comporta en su entorno virtual. Los olores sirven como indicadores únicos de las amenazas, como el gas natural invisible para los bomberos, pero también como una distracción o incluso para ayudar a los trabajadores a aclimatarse a los olores, a menudo nauseabundos, con los que se encontrarán.
Georgievskaya también señala el vínculo existente entre los olores y la memoria. Un estudio de 2013, publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina de EE UU, concluyó que los estímulos olfativos, como el olor del interior de una panadería, provocaban una mayor actividad cerebral que los visuales, como mirar una barra de pan. Por tanto, el olfato sería fundamental para superar el llamado “valle inquietante” de la realidad virtual y conseguir un entorno auténticamente inmersivo.