La pregunta puede tener trampa, pero la realidad es esa. Sería, en términos generales, la propuesta de KikiApp: pagar por quedar con alguien o, a la inversa, que ese alguien te pague por ir a tomar algo. Una idea arriesgada creada en Marbella y con un curioso nombre, que propone cubrir una necesidad que queda al descubierto en otras aplicaciones. Según su CEO, Chris Urbina, “vendría a evitar que las chicas fuesen molestadas por un gran número de chicos en las diferentes webs de citas y, a la vez, compartir los ingresos de la app con la gente que la usa”.

Funcionando bajo las mismas condiciones que Tinder o Happn, el usuario solo tendría que registrarse en la aplicación con su cuenta de Facebook. A través de la geolocalización y con los parámetros que cada uno establezca a la hora de buscar planes se suceden las propuestas. ¿Quién paga? Muy sencillo, el que propone el plan. Y siempre bajo precios muy establecidos: 5 euros para ir a tomar algo, 10 por asistir al cine, 15 euros por salir de copas, 20 por quedar a cenar y, por último, 100 euros si la propuesta incluye un viaje -el 70% se lo queda la persona que acepta la cita, mientras que el 30% restante se va a la aplicación en concepto de mantenimiento y monetización-. Los gastos de la quedada en cuestión ya se deciden por lo asistentes.

Financiados a base de las tres famosas efes: friends, falls and family, Kiki no se plantea, de momento, ninguna ronda de financiación a corto plazo. Sí reconocen que han hablado con varios inversores, todos ellos en Estados Unidos porque, pese a ser española, el origen de la app se encuentra en el país norteamericano. Pese a que no pueden decir con quién se han sentado, sí confirman que uno de ellos entró en el capital de Uber: la realidad es que eso no es ninguna pista puesto que la tecnológica cuenta con 93 inversores diferentes a lo largo de su historia.

De momento, han empezado con sus pruebas en Estados Unidos y Portugal, pero también están en España, Francia, Suecia y Arabia Saudí. El objetivo sería abordar Japón: por su concepción de sociedad cerrada a la par que abierta a nuevas experiencias.