Nueva Delhi se ahoga por la contaminación
November 4, 2019 Bienestar , NoticiasNueva Delhi lleva toda una semana con una niebla tóxica que se instaló en la ciudad desde la fiesta del Festival de Diwali, simboliza el triunfo del bien sobre el mal.
Hace una semana, durante el Festival de Diwali en Nueva Delhi, las columnas de humo de los petardos y fuegos artificiales dibujaron un paisaje nebuloso en la ciudad. Este festival, que celebra el año nuevo hindú en la India, simboliza el triunfo del bien sobre el mal, el regreso del exilio del dios Rama y su victoria sobre el rey demonio Ravana. La fiesta terminó de madrugada. Nueva Delhi se acostó bañada en humo. Y se levantó con una niebla tóxica que perduró toda la semana.
El viernes, el Gobierno de la India declaró una emergencia de salud pública en la capital. Los políticos hablaban de una ciudad convertida en una “cámara de gas”. El viento del noreste llegaba con fuerza arrastrando el humo de la quema de rastrojos de zonas agrícolas como Punjab y Haryana. Es la época en la que los agricultores limpian sus campos. Lo que no esperaban era que las partículas de sus fuegos ( dióxido de carbono, de nitrógeno y de azufre) llegaran hasta una ciudad en la que respirar cuesta cada día más.
Que se lo pregunten a los niños de las escuelas del distrito de Gurgaon la mañana que vieron a su primer ministro, Arvind Kejriwal, darles en persona mascarillas y folletos para aprender a usarlas. Lo mismo hizo con los ancianos. En total, las autoridades repartieron más de cinco millones de mascarillas. Era necesario. Los niveles de polución eran 20 veces más tóxicos que los recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los niveles de partículas finas en el aire -conocidos como PM 2.5- llegaron hasta los 533 microgramos por metro cúbico cuando lo recomendable es no superar los 25 microgramos.
Ayer siguió subiendo. Y el índice de calidad del aire llegó a 999 cuando lo aceptable es que no suba de 200. Todas las escuelas de la ciudad están cerradas. Al menos, hasta mañana. Más de 35 vuelos han sido desviados del Aeropuerto Internacional Indira Gandhi por la fuerte polución. Y se han detenido todos los trabajos en la construcción. Pero lo que más preocupa son las enfermedades mortales cardiovasculares y respiratorias que puede traer consigo esta contaminación. El Gobierno sabe que si lograran reducir las partículas del aire y estabilizar la situación, la esperanza de vida de los habitantes de la capital aumentaría más de siete años. Pero no encuentran, por ahora, otra solución que echar el cerrojo a las obras, restringir el tráfico y recomendar a los residentes que “eviten las actividades físicas al aire libre, especialmente durante las horas de la mañana y la noche”, insistió Satyendar Jain, el ministro de Salud.
Los indios ahora rezan para que llueva y se limpie la ciudad. Los meteorólogos dicen que las plegarias se cumplirán a partir del jueves. Pero la preocupante situación de contaminación y de cómo actuar ante ella en la potente urbe va aún más allá de que el agua del cielo haga de parche temporal.
Ken Lee, director ejecutivo del Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago en la India, llevó a cabo junto a su equipo una interesante investigación experimental. El año pasado entrevistaron a 3.500 personas que residen en los barrios marginales de Nueva Delhi con el objetivo de comprender cómo la contaminación del aire afecta a su vida diaria. Sacaron una conclusión bastante clara: dentro de la mayoría de los hogares más pobres, las concentraciones de PM 2.5 eran casi tan altas como las que había en la calle. El aire contaminado se filtra en las casas a través de las grietas de las puertas, de ventanas mal selladas y de los conductos de ventilación en las paredes de las cocinas viejas. Las familias de clase media y alta pueden invertir en purificadores de aire, unos lujos inaccesibles para la mayoría de la población de la capital.
La pregunta que ahora todos se hacen en la India es obvia: ¿qué se puede hacer? Quizás el ejemplo lo tienen fuera, en la vecina China y en su capital, Pekín. Allí el Gobierno de Xi Jinping ha logrado disminuir el PM 2.5 un 35% en cinco años. Algo impensable hace unas décadas en el gigante asiático. Los programas de reeducación ambiental a la población han ayudado. También que el primer ministro, Li Keqiang, declarara abiertamente en la televisión la “guerra contra la contaminación con la misma determinación que lo hemos hecho contra la pobreza”.
Por primera vez en China la protección del medioambiente se puso por delante del crecimiento económico. Se prohibió la construcción de centrales eléctricas que funcionaran con carbón en Pekín y en otras ciudades con altos índices de contaminación. Las centrales que ya estaban en funcionamiento fueron obligadas a reducir sus emisiones ante la amenaza de que su carbón iba a ser reemplazado por gas natural. Se cerraron minas y se disminuyó la producción de hierro y acero. Y esta semana ha llegado una carta del Gobierno a muchas casas de Pekín advirtiendo que a partir de ahora era obligatorio empezar a reciclar.
En China aún queda mucho por hacer en esta guerra contra la contaminación. Pero los expertos apuntan que van por buen camino. En el vecino del sur, India, la niebla tóxica continúa hoy. El ejemplo de cómo deben de actuar, por el bien de sus ciudadanos, lo tienen muy cerca.