Nuestro antepasado directo en África, chaparro y robusto
July 12, 2020 El Mundo , NoticiasLa reconstrucción del tórax del niño de Turkana, el esqueleto de Homo erectus más completo, revela que no era esbelto y estilizado como se creía.
El Homo erectus, el primer ancestro humano que se extendió por el Viejo Mundo desde su aparición en África hace dos millones de años, se ha considerado hasta el momento como un ser esbelto y estilizado. Esta configuración física se ha relacionado con su capacidad para recorrer largas distancias. Sin embargo, un nuevo estudio llevado a cabo por paleantropólogos españoles sugiere que, en realidad, nuestro antepasado directo estaba lejos de tener el aspecto de un campeón maratoniano. Por el contrario, era un homínido compacto, achaparrado y robusto.
El equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH) ha reconstruido en 3D la forma de la caja torácica del famoso niño de Turkana, un esqueleto juvenil de Homo erectus hallado en 1984 en Kenia, donde vivió hace 1,5 millones de años.
«Sorprendentemente, el niño de Turkana tenía un tórax más profundo, más ancho y más corto que el de los humanos modernos», indica Markus Bastir, del Museo Nacional de Ciencias Naturales MNCN-CSIC. «Esto sugiere que el H. erectus tenía una construcción corporal más robusta de lo que se suponía, ya que hasta ahora se contemplaba la forma corporal de esta especie como esbelta o estilizada, lo que se asociaba con su habilidad para recorrer largas distancias», añade.
Por lo tanto, parece que la forma esbelta del cuerpo humano moderno, con un tórax y una pelvis estrecha, evolucionó más recientemente de lo que se pensaba. «En lugar de aparecer tan tempranamente con el surgimiento de H. erectus, hace unos dos millones de años, habría aparecido con nuestra especie, H. sapiens», concluye Daniel García Martínez, del CENIEH.
Gran capacidad pulmonar
Los estudios sobre cómo el niño de Turkana caminaba y corría se han limitado en gran medida a las piernas y la pelvis. Sin embargo, para la carrera de resistencia, sus capacidades respiratorias también habrían sido relevantes. «Hasta ahora, este aspecto no se había investigado en detalle, ya que evaluar el movimiento del tórax y la capacidad respiratoria en base a fósiles de costillas y vértebras fragmentados es difícil con los métodos convencionales», explica Bastir. «Ahora, gracias a la introducción de técnicas de imagen virtual y de reconstrucción cada vez más sofisticadas, este estudio finalmente ha sido posible», agrega.
La investigación, publicada en la revista Nature Ecology and Evolution, ha reconstruido la caja torácica virtual en 3D del joven de Turkana, de forma que el equipo ha podido predecir su forma torácica adulta. «Además, la forma de su caja torácica se comparó con la de los humanos modernos y la de un individuo neandertal, para investigar el movimiento de su respiración mediante la animación virtual», indica García Martínez..
Este estudio también aborda el hecho de que la forma de nuestro cuerpo moderno puede estar vinculada con una cinemática respiratoria optimizada para correr largas distancia, así como para otras actividades de resistencia. «El H. erectus tal vez no era el corredor delgado y atlético de larga distancia que imaginamos», apunta Bastir. «De hecho, esto es coherente con algunas estimaciones de peso corporal, que proponen que esta especie era más pesada de lo que se creía. Este ancestro icónico probablemente se parecía un poco menos a nosotros de lo que lo retratamos a lo largo de los años».
Adaptación al medio
La evolución de la forma corporal humana refleja un adaptación al medio ambiente. Los humanos modernos tienen un cuerpo relativamente alto y esbelto que contrasta con la forma corporal de los neandertales, más bajos y achaparrados.
Los científicos han supuesto tradicionalmente que la forma corporal moderna se originó con los primeros representantes de H. erectus en el contexto de unos cambios climáticos relacionados con la recesión del bosque tropical africano, cerca de hace dos millones de años.
Los cuerpos modernos, altos y esbeltos, podrían ser evolutivamente ventajosos en el clima seco de sabana que África oriental comenzaba a adquirir. Esto es debido a que este cuerpo esbelto habría ayudado a evitar el sobrecalentamiento corporal, a la vez que habría servido para correr largas distancias sobre terreno abierto.
Según esta concepción, los fósiles atribuidos a H. erectus apuntaban hasta ahora a que esta especie ya tenía unas piernas más largas y unos brazos más cortos que sus antepasados Australopithecus, los cuales tenían una marcha bípeda bastante eficiente, pero que también poseían la habilidad de trepar a los árboles.
Algunas características de la modernidad que se observa actualmente en la especie humana, se podían ver en el niño de Turkana, que es el fósil de H. erectus más completo hallado hasta la fecha. Ahora, este nuevo estudio matiza esta concepción, al mostrar que Homo erectus tenían un cuerpo más compacto y robusto de lo que se había pensado.