Niños ‘youtuber’: así son los jóvenes que luchan por la fama
January 8, 2020 Noticias , TecnologíaLa profesión de ‘youtuber’ es una de las favoritas entre la Generación Z. Lejos quedaron los sueños de convertirse en astronautas. Hemos hablado con cinco youtuberos de entre cinco y 20 años y con sus padres para entender sus motivaciones y cómo les afecta la fama y la pérdida de suscriptores.
Gracias a YouTube, los niños pueden convertirse en millonarios, y eso puede pasarles de la noche a la mañana y sin esfuerzo. Así lo demuestra el mejor pagado de ellos, Ryan Kaji, de ocho años, quien en 2018 ganó casi 20 millones de euros con los vídeos que sube a en su canal Ryan ToysReview (ahora Ryan’s World) en los que aparece jugando con sus juguetes. En la actualidad, miles de niños se han hecho famosos en YouTube de la misma manera: bebés que llevan protagonizando contenido desde que nacieron, streamers de 10 años que comparten trucos de vídeojuegos y chicas adolescentes que dan consejos contra el acné desde su casa. Un estudio con 3.000 niños llevado a cabo por Lego el verano pasado descubrió que la profesión preferida entre los niños de EE.UU. y Reino Unido era la de youtuber. (Astronauta resultó la opción menos popular.) La palabra “kidfluencer” (un juego de palabras en inglés que combina los términos niño e influencer) ya está firmemente implantada en la lengua vernácula.
Pero por cada niño como Ryan hay millones de niños que se conectan a YouTube cada día con la esperanza de hacer algo grande. “Hola chicos, ¡bienvenidos de nuevo a mi canal!”, dicen todos, como una especie de invocación a los dioses de internet.
¿Por qué tantos niños quieren ser youtubers? ¿Solo buscan la fama, o hay algo más: creatividad, comunidad y una futura carrera? ¿Cómo les ayudan sus padres? ¿Y qué pasa si, después de gastar miles de euros o abandonar la escuela, no lo logran? Hemos entrevistado a cinco jóvenes youtuberos de todo el mundo, que no son tan famosos, y les hemos preguntado qué es lo que obtienen de ahí.
Refuwe Mosomothane: 18, Johannesburgo (Sudáfrica)
En su primer vídeo de YouTube, subido en julio de 2015 cuando tenía solo 14 años, Refuwe Mosomothane pide disculpas por mover “mucho” sus manos. Después del obligatorio “No te olvides de dar a me gusta y suscribirte” al final del vídeo, el contenido se funde a negro durante un minuto y 56 segundos.
Es el simple error de edición de una principiante de YouTube. Hoy en día, los vídeos de Mosomothane, de 18 años, tienen un aspecto muy pulido y profesional; incluso tiene sus propios vídeos de cabecera con mariposas volando alrededor del nombre de su canal, Radical Ree. Sus vídeos mezclan aspectos de su vida cotidiana (propuestas, proyectos para hornear, su primer día del último año del instituto) y desafíos populares en su canal (una amiga y ella intentaron una vez comer 60 Chicken McNuggets en 10 minutos, pero no lo lograron).
Sin embargo, aunque en los últimos dos años ha subido contenidos semanales de forma constante, en el momento de escribir este artículo, Mosomothane tenía solo 558 suscriptores en su canal, muy pocos para recibir ingresos. (para eso, YouTube requiere que los usuarios tengan al menos 1.000 suscriptores). Mientras habla con nosotros por Skype, nos cuenta: “El crecimiento es tremendamente lento. En algún momento, pensé: Vale, esto no tiene sentido'”.
“El crecimiento es tremendamente lento. En algún momento, pensé: ‘Vale, esto no tiene sentido'”.
¿Qué es lo que la mantiene activa si se tiene en cuenta que tarda de dos a tres horas diarias en editar los contenidos? La joven responde: “No quiero mentir, ha sido difícil… pero tuve que reevaluarlo todo. Tuve que parar y pensar: ‘Todavía hay personas que te apoyan’. Me encanta grabar mi día. Me encanta editar los vídeos. Y tuve que recordármelo a mí misma“.
Mosomothane quiere llegar a 1.000 suscriptores y no le importa el tiempo que tarde, pero es realista y sabe que YouTube probablemente no se convertirá en su carrera. La joven continúa: “Me parece que en Sudáfrica YouTube no es algo muy estable, y por eso estaría más cómoda si solo fuera una forma de ganar dinero extra”. Para eso, necesitará un mayor crecimiento del que ha tenido hasta ahora: el sitio web de análisis de YouTube Social Blade estima que, si un YouTuber obtiene 1.000 visitas al día, sus ganancias diarias serían de solo entre 22 céntimos y 3,5 euros.
Después de la secundaria, Mosomothane planea estudiar cine y espera convertirse en productora. La joven concluye: “Me di cuenta de que es algo divertido, después de todos estos años que llevo con mi canal, y me encantaría poder hacerlo todos los días de mi vida. Y de alguna manera así se me ocurrió. Es a lo que me dirijo. YouTube me ha ayudado a descubrir qué quiero hacer más adelante en mi vida, y eso es genial”.
Dane: 10, Dallas (EE. UU.)
Cuando consiguió su primer suscriptor en noviembre de 2016, Dane, que entonces tenía siete años, subió un vídeo de agradecimiento titulado “1 sub yas”. La subcritorpa era su abuela, y en el vídeo le agradece “muchísimo” que suscribiera a su canal mientras ella sonríe al fondo. Por supuesto, el vídeo se volvió viral. Menciones en varios canales importantes de YouTube, en Mashable y The Daily Dot, y en Reddit provocaron que Dane llegara a más de 19.000 suscriptores rápidamente.
Su madre, Tammy, de 44 años, transcriptora autónoma, mantiene una hoja de cálculo con cada mención que Dane ha recibido en internet desde entonces. En 2018, el youtubero más popular del mundo en aquel momento, Pewdiepie, le mencionó en un vídeo, lo que le ayudó a superar los 300.000 suscriptores. En el canal que lleva el nombre de Dane, que ahora tiene 10 años, publica vídeos en los que aparece jugando a Roblox, un juego multijugador online muy popular entre los menores de 12 años.
Pero cuando hablamos con él por Skype, Dane llevaba dos meses sin publicar nada. Su penúltima publicación se titula Mi canal se está muriendo, en referencia al hecho de que ahora pierde 1.000 suscriptores cada vez que sube un nuevo contenido. El joven cuenta: “Supongo que es porque no publico tan a menudo. Eso me pone muy triste y no puedo hacer vídeos”. Una placa de plata del YouTube Play Button, que recibió cuando llegó a los 100.000 suscriptores, brilla sobre su cabeza en la pared.
Dane dice que se siente “presionado” para hacer más vídeos, pero también le gustaría que YouTube se convirtiera en su futura profesión (“porque se puede ganar mucho dinero muy rápido”, reconoce).
Tammy, que es tímida ante las cámaras y no aparece en la pantalla durante nuestra conversación, afirma que Dane ha ganado más de 8.000 euros en sus últimos tres años en YouTube. La mención de Pewdiepie le generó unos ingresos tan extraordinarios que decidió pasar unas pequeñas vacaciones en Oklahoma (EE. UU.) con su mejor amigo.
Dane recuerda: “Estuvo muy bien, me divertí mucho”. No obstante, una pérdida de audiencia tiene su efecto: los artículos de promoción comercial que creó no se vendieron bien, y aunque publicó un apartado postal para el correo de los seguidores, nunca le llegó nada. El pequeño añade: “Eso me pone muy triste porque realmente quería que la gente me enviara cosas”, y se aleja de la cámara para tumbarse en el sofá.
¿Qué será de él si no triunfa como youtubero? El joven responde: “Me gustaría ser químico. Me interesa mucho la ciencia, la tabla periódica y todo eso”.
Siddhika: 7, Hyderabad (La India)
A sus siete años, Siddhika ya sabe que quiere ser youtubera, pero es demasiado pequeña para saber por qué. Cuando su madre le pide que se siente recta para la entrevista, la pequeña responde a la pregunta con un tímido: “¡No lo sééééé!”. Pero, aunque parece tranquila durante la conversación, en su canal es todo lo contrario. Su cuenta, Siddhika’sToysAndTales, tiene alrededor de 200 suscriptores que siguen sus vídeos en los que abre paquetes de muñecas Barbie, prepara masa slime, y pinta y dibuja libremente con mucha seguridad.
“Ella ha crecido viendo YouTube. Por eso creo que ser ‘youtuber’ es algo muy natural para ella “.
“Bienvenido a mi canal ¡No te olvides de suscribirte!”, grita al empezar su vídeo desempaquetando una Barbie. La madre de Siddhika, Trishna, es una ingeniera de software de 33 años y asegura que su hija aprendió el idioma de YouTube por sí misma. Su progenitora afirma: “No le dije ni una sola palabra. Esta generación no ve programas de televisión o películas. Ella ha crecido viendo YouTube. Por eso creo que ser youtuber es algo muy natural para ella”.
Trishna recuerda que Siddhika empezó a pedir su propio canal de YouTube cuando tenía solo tres años, pero la familia decidió no iniciar sus grabaciones hasta poco antes de su séptimo cumpleaños. Se tarda más de una hora en grabar los vídeos semanales y varios días para editarlos. Trishna detalla: “Siempre me dice: ‘Mamá, no sé cómo lo haces, pero tienes que hacerlo. Tienes que hacer mis vídeos porque mis amigos los verán y será divertido’… creo que ya está atrayendo mucha atención y le gusta”.
Pero para Trishna, la fama de YouTube no es algo que debería ser glorificado. Admite que no le cuenta a Siddhika la cantidad de suscriptores que tiene en su canal y que no quiere que la niña se vuelva “famosa” si el canal crece. La madre afirma: “No quiero que se vuelva maleducada. No es fácil ser famosa y mucho menos para una niña. Lleva esperándolo durante mucho tiempo. Si sigue así, si crea buenos vídeos, buen contenido, y si logra obtener una base de seguidores, entonces la apoyaremos”. Pero también asegura que dejará de ayudarle con los vídeos si deja de poder compaginarlo con su trabajo o si Siddhika cambia de opinión y se empieza a avergonzarse por el canal.
Cuando estamos terminando la entrevista, la pequeña vuelve a aparecer y dice: “¡ES DIVERTIDO! Es divertido el tiempo de la glabación de los vídeos [todavía le cuesta pronunciar bien la palabra grabación] y es divertido cuando la gente los ve”. Trishna pide disculpas porque su hija no es muy habladora: “Ni siquiera sabe qué es realmente una entrevista”, concluye. Pero hay una pregunta para la que Siddhika ya tiene una respuesta preparada. ¿Le gustaría ser famosa?: “¡Sí!”
Igor van Lamsweerde: 20, Haarlem (Países Bajos)
Cuando tenía 17 años, Igor van Lamsweerde decidió abandonar la escuela. Su canal de YouTube crecía constantemente, había empezado a ganar más dinero que sus padres, y sus más de 65.000 subscritores querían verle cumplir desafíos, jugar con sus Fidget spinners, y responder a las preguntas de sus fans. El joven cuenta: “Recuerdo estar en clase y solo pensar en los vídeos que iba a hacer al llegar a casa. Ya quería dejar la escuela porque no me gustaba mucho… Cuando gané todos estos seguidores, fue fácil decir: ‘Bueno, ya he terminado. No voy más allá’.”
Pero el último vídeo en el canal de Van Lamsweerde es de hace más de un año, y hace más de dos que no publica vídeos con regularidad. En su penúltimo vídeo pedía ayuda a sus espectadores y se quejaba: “YouTube es muy duro”.
El joven recuerda: “Cuando dejé la escuela y empecé a hacer estos vídeos, fue genial durante unos meses. Pero en algún momento la audiencia y los seguidores empezaron a bajar… Fue duro. Trabajé mucho en esos vídeos pero veía que a la gente ya no le interesaba”. La rutina de grabar y editar vídeos a diario le afectó. Y añade: “Cuando miro atrás, me doy cuenta que el hecho de ser tan joven y tener esa cantidad de seguidores me generaba una inmensa presión por cumplir”.
Después de perder las ambiciones por su canal, Van Lamsweerde empezó a editar vídeos para empresas locales, y ahora tiene su propia compañía de producción, Igor Productions. Asegura que ya “ha superado” su deseo de ser el centro de atención, y detalla: “Lo que me gusta de la producción cinematográfica es no estar siempre en el centro de atención, sino detrás de la cámara”. Detrás de él en su piso se ve una estantería llena de dispositivos electrónicos y dos claquetas de cine. Le gusta “no tener que pensar en nuevas ideas todos los días”, reconoce.
Antes de terminar nuestra conversación, Igor dice que tiene un mensaje para los jóvenes que quieren ser famosos en internet: “Creo que las personas que están convencidas de que pueden ser influencers probablemente lo serán. Y la gente que no está segura si esto es lo suyo, pero quieren probarlo, es probable que no consigan ser influencers. Así que tal vez todos deberían preguntarse: ¿Es realmente algo que quiero hacer o solo lo hago porque todos los demás lo hacen?”
Nathan: 5, Londres (Reino Unido)
Cuando tenía tres años, a Nathan le costaba comunicarse con sus padres, pero le encantaba ver a Ryan ToysReview. Su madre, Jenny, que emigró de Rusia a Inglaterra en 2012, decidió crear un canal de YouTube para animar a su hijo a hablar. En 2017, Jenny empezó a grabar a Nathan con juegos educativos, para jugar en familia, con kits de juegos científicos, aprendiendo los números, y descubriendo los colores en la pantalla. Su canal, QTiess, se hizo con una pequeña pero constante audiencia: en su mejor momento, Jenny afirma que Nathan llegó a conseguir 10.000 visualizaciones al mes.
Mientras hablábamos por FaceTime, Nathan se mostraba reacio a comunicarse, escondiendo su cara en el regazo de su madre. Tiene cinco años y mira a Jenny, de 27, con ojos curiosos mientras habla sobre su vida como madre youtuber: “Nuestra casa era como un plató, teníamos que colocar la mesa, prepararlo todo, y grabar durante una o dos horas para hacer un vídeo de 15 minutos”. La familia también compró una cámara de alta calidad y un trípode, además de otros apoyos adicionales. Jenny continúa: “Tuvimos que comprar toneladas de juguetes para este proyecto. Empezamos a pensar que podríamos ganar dinero. Creo que hemos recibido un cheque de 120 euros, una cifra ridícula comparada con los miles de euros que nos hemos gastado”.
El canal de Nathan lleva dos años inactivo. Su madre detalla: “Nos dimos cuenta de que se estaba convirtiendo en una obligación para él. Llegaba a casa después de la guardería cansado, de mal humor, y yo le decía: ‘¡Vamos a jugar! ¡Venga!’ Y en ese momento empecé a sentirme culpable. Es su infancia. Si él no quiere hacerlo, ¿por qué forzarlo?”
Pero ahora, Nathan quiere volver a ser youtuber. Jenny dice que cuando los niños de su escuela hablan de YouTube, Nathan menciona con orgullo que tiene su propio canal. Así que su marido y ella han empezado a construir un estudio en la parte trasera de su casa para que Nathan y su hermana pequeña puedan empezar a grabar.
Para Jenny, quien trabaja con flores para ganarse la vida, pero también estudió arquitectura y diseño de interiores, los vídeos son una opción creativa y una oportunidad para pasar tiempo con sus hijos. Su marido espera que los niños sean capaces de ganar dinero con sus vídeos, y ella espera que la experiencia les ayude más adelante en su vida.
Jenny añade: “Creo que, si pueden entrar en los medios, la vida les será más fácil. No se trata tanto de ganar dinero en YouTube, sino ser reconocidos por alguien en el futuro”. Y señala que a Nathan ya le han ofrecido ser modelo (pero ella lo rechazó). La madre matiza: “Ahora han crecido un poco, dedicarse a esto es elección suya, antes era cosa mía, y yo no quería forzarle”.