Los primeros recuerdos dejan una huella de amor o dolor, aunque los hayamos olvidado

Los recuerdos de la primera infancia se pierden casi siempre, pero pueden remontarse hasta los dos años de edad si están asociados a emociones fuertes y los padres ayudan a contextualizarlos. Otros se olvidan para siempre, pero dejan una huella de amor o dolor que dura toda la vida.

Todavía no se sabe cómo y por qué se origina la amnesia infantil, que se caracteriza por la relativa ausencia de memoria antes de los 3 o 4 años de edad. Pero hay recuerdos más antiguos, de amor o dolor, que dejan una huella, aunque los hayamos olvidado.

Una investigación de la Universidad de Emory en Estados Unidos, dirigida por Patricia Bauer, ha descubierto que la memoria infantil, la que se produce en los primeros años de vida, se desvanece con facilidad porque los circuitos cerebrales todavía no están completamente operativos.

Aunque la mayoría de los adultos no recuerda lo que pasó en su vida antes de cumplir los tres años de edad, esta investigación ha podido determinar que los niños tienen recuerdos muy sólidos de eventos pasados concretos.

La investigación también descubrió que, hasta los 7 años de edad, los niños pueden recordar más del 60 por ciento de las experiencias vividas en su corta vida, mientras que cuando cumplen 8 o 9 años, recuerdan menos del 40 por ciento de sus vivencias previas. Los investigadores consideran que en ese momento de la vida es cuando se inicia la así llamada amnesia infantil.

Emociones fuertes

Una investigación anterior, publicada en 2011 y dirigida por Carole Peterson, descubrió que algunos recuerdos de la primera infancia, con solo 2 años de edad, tienen más probabilidades de sobrevivir a la amnesia infantil, particularmente si están asociados con emociones fuertes, como lesiones físicas que han requerido intervención médica.

También influye, según esta investigación, el papel de los padres en lo que los niños recuerdan cuando se hacen mayores: cuando les ayudan a dar forma a un recuerdo, es menos probable que se les olvide. De esta forma, ese recuerdo les ayudará ante situaciones similares cuando el niño sea adulto.

Otro detalle aportado por esta investigación se refiere a la posibilidad de que una experiencia negativa en la primera infancia, por ejemplo con un perro, se desvanezca por la amnesia infantil, pero perdurará de alguna forma condicionando la relación futura del niño con los perros.

Este recuerdo traumático, aunque olvidado, puede apreciarse también en niños que han sufrido abusos o malos tratos en los primeros años de su vida.

Esta constatación tiene una doble lectura, destaca The Washington Post: si por un lado puede resultar inquietante para los padres, al mismo tiempo indica que los actos de amor que mostramos a nuestros hijos dejan alguna huella positiva en su vida, aunque los hayan olvidado.

Entresijos de la memoria infantil

Aunque la amnesia infantil se conoce desde hace más de un siglo, todavía no se ha conseguido explicar completamente.

Un antiguo consenso científico relacionaba la amnesia infantil con el desarrollo del cerebro y su supuesta incapacidad de formar recuerdos duraderos.

Sin embargo, en los años 80 se descubrió que incluso niños de solo 2 años conservaban recuerdos sólidos.

En 2014, una nueva investigación fue determinante en este proceso: no solo descubrió que los ratones y los monos olvidan también su primera infancia, sino que la rápida formación de neuronas que tiene lugar en los primeros años de la vida, perturba los circuitos cerebrales que archivan los recuerdos antiguos.

Añade que, debido a que los niños pequeños no tienen totalmente la parte del cerebro que codifica los recuerdos (la corteza prefrontal), esta carencia temporal está relacionada también con la amnesia infantil.

Todo parece estar relacionado con otra evidencia: el cerebro prescinde de recuerdos innecesarios y, aunque hemos gateado antes de andar, no necesitamos conservar ese recuerdo y dejamos libre la memoria para otros recuerdos de experiencias más útiles.

Cosas pendientes

Según Patricia Bauer, profesora de psicología en la Universidad de Emory, a pesar de todas estas evidencias todavía sigue sin estar del todo claro por qué los primeros recuerdos son tan frágiles.

“Pero probablemente tenga que ver con las estructuras y circuitos en el cerebro que almacenan eventos para recordarlos en el futuro”, explica a NPR.

Cuando un niño tiene menos de 4 años, esos sistemas cerebrales todavía son bastante inmaduros, aclara Bauer. «No significa que no estén funcionando en absoluto, pero no están funcionando tan eficientemente, y por lo tanto no tan efectivamente, como lo harán en la infancia posterior y, ciertamente, en la edad adulta».

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