Los enfermizos poderes de la mente humana
December 15, 2018 Bienestar , NoticiasLa mente humana es capaz de desencadenar enfermedades en el ser humano, hasta el punto de causar daños en tejidos u órganos. Aunque muchos las tachen de “imaginarias”, provocan dolores y sufrimientos muy reales. Si mente y cuerpo están interconectados, ¿por qué ese tabú sobre el papel de las emociones en las enfermedades?
El cerebro humano es el elemento más complejo del universo conocido y un gran misterio para nosotros. Las intrincadas comunicaciones eléctricas y químicas a través de billones de conexiones sinápticas entre miles de millones de neuronas nos otorgan la consciencia, el pensamiento, la imaginación, la memoria, la anticipación, la percepción… Todo ello y mucho más es lo que conocemos como mente humana.
Cada día, nuestra mente no solo define quiénes somos, sino cómo nos enfrentamos al mundo. Como dijo el político estadounidense, Franklin D. Roosevelt: “Los hombres no son prisioneros del destino, sino prisioneros de su propia mente”. Elegimos qué hacer en la vida basándonos en emociones tales como la felicidad o el placer, pero podemos también angustiarnos al pensar sobre el futuro, entristecernos por recordar el pasado… o incluso enfermar por un hecho que nos impacta psicológicamente.
Pese a que la absoluta mayoría de enfermedades poseen unas causas biológicas muy claras (por mutaciones, infecciones, traumatismos, alteraciones metabólicas…), en ocasiones, es la propia mente humana la que desencadena las enfermedades. Así, existen 2 “cajones de sastre” de la medicina muy particulares para englobar a las enfermedades de origen psicológico: son los trastornos somatomorfos y las enfermedades psicosomáticas.
Ambas entidades reflejan nuestro desconocimiento sobre cómo la mente humana puede llegarnos a hacer enfermar sin que exista, en realidad, ninguna causa biológica detrás. Ahora bien, existe una diferencia clave entre ellas: mientras que en los trastornos somatomorfos las personas afectadas no llegan a tener ningún daño biológico aparente (por ejemplo, no existe ninguna lesión en tejidos u órganos) en las enfermedades psicosomáticas sí que llegan a producirse daños.
De la misma forma que nuestro cuerpo influye en nuestras emociones cuando llevamos tiempo sin comer, nos golpeamos con algo o estamos en una situación peligrosa, las emociones también pueden influir sobre nuestro cuerpo. De hecho, cuanto más impactantes y fuertes sean esas emociones más probabilidades existen de que dejen su huella en el cuerpo humano.
Aunque muy a menudo se consideren erróneamente a las enfermedades de origen psicológico como “imaginarias”, lo cierto es que provocan sufrimientos muy reales. Además, en el caso de las enfermedades psicosomáticas, pueden llegar a producir daños objetivos. ¿Con qué frecuencia aparecen en la población? Lo cierto es que no lo sabemos con certeza por dos razones principales: por un lado, se llega al diagnóstico de estas enfermedades y trastornos por descarte, tras comprobar que no hay causas biológicas detrás y esto suele ser muy complicado. Por otro, estas enfermedades son tabú y, por tanto, difíciles de reconocer. Los pacientes suelen omitir la información sobre las causas psicológicas que llevan a enfermedades, bien porque no crean que tengan realmente algún papel en el asunto o bien porque no existe la suficiente confianza con el médico para explicar sus problemas psicológicos.
Además, muchos pacientes no aceptan que sus problemas de salud tengan un origen psicológico porque recibir tal diagnóstico por parte del médico supone un estigma para ellos. Piensan que no se les está tomando en serio, que su médico cree que se lo están inventando o que están “locos”.
A pesar de este tabú, lo cierto es que estas enfermedades son muy frecuentes. Tanto es así que se estima que entre el 25-75% de las visitas al médico de familia son, en realidad, por síntomas físicos causados por problemas psicosociales (quedarse en el paro, la muerte de un ser querido, la amenaza de desahucio…). La lista de síntomas que se pueden padecer es extensísima y variada: Náuseas, diarrea, estreñimiento, dificultades para respirar, fatiga, gases en el estómago, debilidad, vómitos… Sin embargo, entre todos los síntomas, el dolor es el rey. Este síntoma puede presentarse de una infinidad de maneras: dolor de cabeza, abdominal, de espalda, durante la menstruación, en las articulaciones, retortijones intestinales… Estos dolores provocados por la mente humana pueden ser tan reales como si hubiera una causa biológica detrás, provocando niveles de sufrimiento similares. Pese a ello, apenas sabemos nada sobre los mecanismos por los que se desencadenan.
En ocasiones, sí que existe una enfermedad de causa orgánica al principio, pero la mente humana empeora su pronóstico y gravedad. Es lo que ocurre en casos como la psoriasis, el acné, la hipertensión o la colitis ulcerosa, entre otras muchas. Se sabe que el estrés exacerba los signos y síntomas, dificultando su tratamiento.
No todas las personas poseen la misma predisposición a padecer enfermedades psicosomáticas o trastornos somatomorfos. Por ejemplo, se sabe que las personas más proclives a padecerlas tienen dificultades para afrontar situaciones estresantes o traumáticas (es decir, tienen escasa resiliencia) o para expresar sus sentimientos. Por otro lado, el carácter positivo o negativo de las experiencias vitales que se han tenido a lo largo de la vida también influye en la aparición de estos problemas de salud.
Estas enfermedades de origen psicológico nos recuerdan que la mente y el cuerpo están interconectados. Aunque la medicina se ha enfocado principalmente en el cuerpo durante prácticamente toda su historia, cada vez sabemos más sobre qué consecuencias tienen las emociones en las enfermedades. Seguir ignorando el papel de la mente en estos procesos es ignorar parte de la realidad y complejidad del ser humano. Así, por muchos avances que se produzcan en la medicina, si no se consideran las causas psicológicas y sociales de las enfermedades (además de las biológicas) la atención médica nunca será completa y solo se centrará en la parte más superficial del ser humano.