La patente 7777, una de las más famosas de la Historia

La telegrafía sin hilos, gran invento de Marconi, se registro con ‘los cuatro sietes’, un número que quizás no fue fruto del azar.

Guillermo Marconi, el padre de la telegrafía sin hilos, con uno de los primeros transmisores inalámbricos (derecha) y receptores / Wikipedia

Corría el 26 de abril de 1900 cuando el inventor italiano Guglielmo Marconi (1874-1937) registró en el Reino Unido la patente 7777, de su invento de telegrafía sin hilos. Muchos son los que defienden que este número ‘tan redondo’ no fue fruto del azar, sino que le fue concedido de forma especial.

Era la culminación de un trabajo que se remontaba a años atrás. El 14 de mayo de 1897 Marconi había conseguido la primera transmisión de telegrafía sin hilos en mar abierto.

Pudo enviar un mensaje a cinco kilómetros que decía «¿Estás preparado?». La distancia que separaba la isla Frat Holm de Pernarth, en el canal de Bristol (Reino Unido).

A punto de ahogarse con el Titanic

En 1899 dio un paso más, en la búsqueda de la resonancia global, al establecer la comunicación entre Francia e Inglaterra a través del Canal de la Mancha, superando los 48 kilómetros que separan Dover (Inglaterra) y Boulougne (Francia).

En 1901 la telegrafía sin hilos saltó el Océano Atlántico al ser capaz de comunicar, a través de las ondas hertzianas, Poldhu (Inglaterra) con Saint Johns (Canadá). Tres señales muy débiles -tres puntos que se correspondían con la letra ‘s’- consiguieron recorrer los 3.684 Km de distancia.

En 1909 esta carrera meteórica obtuvo su recompensa, Marconi fue laureado por la academia sueca con el Premio Nobel de Física por «su contribución a la telegrafía sin hilos».

Tan solo tres años después Marconi y su esposa, Beatrice, fueron invitados por la White Star Line para viajar en la travesía inaugural del Titanic, por cuenta de la empresa naviera. Sin embargo, el ingeniero italiano declinó la invitación, explicó que tenía mucho trabajo atrasado y necesitaba un taquígrafo para poder trabajar a bordo. El del Lusitania, que salía tres días más tarde, era más rápido y competente que el del Titanic, por lo que decidió cambiar el pasaje para el otro barco.

La suerte fue dulce con Marconi porque gracias a ese cambio pudo salvar la vida. Pero no solo eso, sino que tuvo un regusto mucho más dulce, ya que gracias a su invento se pudo emitir una señal de auxilio que permitió al RMS Carpathia llegar al lugar y salvar a unos setecientos pasajeros. De esta forma, el mundo entero fue consciente del inmenso poder que tenía la telegrafía sin hilos para salvar vidas y de la necesidad de incorporarlo de inmediato a la navegación.

Tres años después del hundimiento del Titanic, en abril de 1915, cuando el mundo estaba inmerso en la Primera Guerra Mundial, Marconi embarcó nuevamente en el Lusitania rumbo a Nueva York. Cuando el trasatlántico regresaba a Liverpool -el 7 de mayo- fue torpedeado y hundido por un submarino alemán. Casi mil doscientas personas perdieron la vida. Marconi se había quedado en la ciudad que nunca duerme testificando en un juicio por una patente. Por segunda vez el italiano había engañado a las Parcas.

Patente sí pero invención, quizás, no

Pero vayamos a los detalles que es donde se esconden los demonios. El ingeniero solicitó la patente 7777 tan solo en el Reino Unido y utilizando catorce patentes de Nikolas Tesla (1856-1943).

Y es que este inventor serbio había patentado en 1891 la bobina de inducción, un circuito que genera electricidad de baja corriente y alto voltaje, y que se usa de forma habitual en radios; y había diseñado en 1895 -dos años antes que Marconi- un sistema para transmitir mensajes de voz sin hilos.

Su tesón e ingenio sería premiado, eso sí de forma tardía. Fue en el año 1943 cuando la Corte Suprema de Estados Unidos reconoció al serbio como el inventor de la radio. Para entonces el italiano ya llevaba seis años descansando el sueño eterno y había disfrutado en vida de una enorme popularidad.

Y es que hay personas a las que la suerte les depara siempre un sabor dulce y a otras a las que les produce un regusto amargo.

ABC