Gaia revela cómo las estrellas se solidifican tras su muerte

Datos recogidos por la misión de astrometría espacial Gaia de la ESA han revelado por primera vez cómo las enanas blancas, restos muertos de estrellas como nuestro Sol, se convierten en esferas sólidas cuando se enfría el gas caliente de su interior. 

Representación de la estructura interna de una estrella enana blanca. Una enana blanca es el destino que espera a todas las estrellas de poca masa, como el sol. Son esencialmente los restos del núcleo de la estrella original, comprimidos a densidades muy altas aproximadamente un millón de veces la de la estrella original. No generan calor, pero se mantienen equilibrados contra el colapso gravitatorio debido a esta alta densidad, que genera la llamada presión de degeneración. Las enanas blancas están compuestas de plasma, un fluido de electrones y neutrones. A medida que se enfrían, se solidifican desde el centro hacia afuera, formando un núcleo creciente de material cristalino llamado retículo centrado en el cuerpo, un sistema de cristal cúbico.

Este proceso de solidificación —o cristalización— del material interior de las enanas blancas se predijo hace unos 50 años, pero ha sido la llegada de Gaia lo que ha permitido a los astrónomos observar un número suficiente de estos objetos con bastante precisión como para ver el patrón que muestra el proceso.

“Hasta ahora, solo contábamos con las distancias de varios cientos de enanas blancas y muchas de ellas se encontraban en cúmulos, por lo que todas tenían la misma edad”, explica Pier-Emmanuel Tremblay, de la Universidad de Warwick (Reino Unido) y autor principal del artículo que describe los resultados, publicado ayer en Nature.

“Gracias a Gaia, ahora disponemos de la distancia, el brillo y el color de cientos de miles de enanas blancas, lo que constituye una muestra representativa del disco exterior de la Vía Láctea que abarca una serie de masas iniciales y todo tipo de edades”.

El cálculo exacto de la distancia a estas estrellas es lo que distingue a Gaia, ya que permite a los astrónomos medir su brillo real con una precisión sin precedentes.

Evolución estelar

Las enanas blancas son los restos de estrellas de tamaño medio, similares a nuestro Sol. Una vez que estas estrellas han consumido el combustible nuclear de su interior, expulsan sus capas exteriores y dejan un núcleo caliente que comienza a enfriarse.

Estos restos ultradensos continúan emitiendo radiación a medida que se enfrían y son visibles en forma de objetos tenues. Se calcula de hasta el 97 % de las estrellas de la Vía Láctea acabarán por convertirse en enanas blancas, mientras que las estrellas más masivas terminarán convirtiéndose en estrellas de neutrones o agujeros negros.

El enfriamiento de las enanas blancas dura miles de millones de años. Cuando alcanzan determinada temperatura, la materia inicialmente caliente del núcleo de la estrella empieza a cristalizarse y se solidifica. Este proceso es parecido al del agua líquida que se convierte en hielo en la Tierra cuando alcanza los cero grados Celsius, salvo por que la temperatura a la que se produce la solidificación de las enanas blancas es extremadamente alta: unos 10 millones de grados Celsius.

En este estudio, los astrónomos analizaron más de 15.000 candidatos a remanentes estelares observados por Gaia en un radio de 300 años luz de la Tierra y pudieron apreciar que estas enanas blancas en proceso de cristalización formaban un grupo separado.

Gaia data

“Vimos una acumulación de enanas blancas de ciertos colores y luminosidades que, por lo demás, no tenían que ver en términos de evolución”, explica Pier-Emmanuel.

“Nos dimos cuenta de que no se trataba de una población distintiva de enanas blancas, sino del efecto del enfriamiento y la cristalización predichos hace 50 años”.

El calor liberado durante el proceso de cristalización, que dura miles de millones de años, parece ralentizar la evolución de las enanas blancas: las estrellas muertas dejan de atenuarse y, en consecuencia, parecen hasta 2.000 millones de años más jóvenes de lo que son. Esto, a su vez, influye en nuestra comprensión de los agrupamientos estelares de los que forman parte estas enanas blancas.

“Las enanas blancas se solían emplear para calcular la edad de poblaciones estelares, como cúmulos estelares, el disco exterior o el halo de nuestra Vía Láctea”, advierte Pier-Emmanuel.

“Ahora tenemos que desarrollar modelos de cristalización mejores para obtener estimaciones más precisas de la edad de estos sistemas”.

No todas las enanas blancas cristalizan al mismo ritmo. Las estrellas más masivas se enfrían más rápido y alcanzan la temperatura de cristalización en unos 1.000 millones de años. Las enanas blancas con masas inferiores, más cerca de la fase final prevista del Sol, se enfrían con mayor lentitud, por lo que tardan hasta 6.000 millones de años en convertirse en esferas sólidas.

A nuestro Sol aún le quedan unos 5.000 millones de años antes de transformarse en una enana blanca, y los astrónomos calculan que tardará otros 5.000 millones de años más en enfriarse hasta convertirse en una esfera cristalizada.

“Este resultado demuestra la versatilidad de Gaia y sus numerosas aplicaciones”, concluye Timo Prusti, científico del proyecto Gaia de la ESA.

“Es emocionante ver cómo el cartografiado de las estrellas del firmamento y la medición de sus propiedades permite demostrar fenómenos de plasma en materia tan densa que no se puede probar en el laboratorio”.

ESA