Cuando Marmalade llegó por primera vez, veía a las demás mujeres levantarse e ir a trabajar cada mañana; podían ofrecerse para limpiar, lavar o coser su propia ropa. Y por un turno de seis horas, recibían unos 6 euros (6.50 dólares). Pero Marmalade no soportaba participar: “Me resultaba muy agotador”, recuerda. En lugar de eso, pasaba largas temporadas en su celda. Cuando una asesora penitenciaria le sugirió que probara el “trabajo de IA”, los turnos cortos de tres horas le parecieron atractivos, y el dinero era mejor que nada. “Aunque no es mucho, es mejor que quedarse en la celda”, aclara.
Un empleo poco demandado
Esta es una de las tres cárceles finlandesas donde los reclusos pueden ofrecerse como voluntarios para ganar dinero trabajando con datos. En cada una de ellas hay tres laptops preparadas para que los presos participen en este trabajo de inteligencia artificial. No hay objetivos. Se les paga por horas, no por la velocidad o por la calidad de su trabajo. En Hämeenlinna, unas 20 personas lo han probado, de acuerdo con Minna Inkinen, instructora de trabajo en prisión, pelirroja y con el pelo corto, que se sienta junto a Marmalade mientras hablamos. “A algunas les gusta más que a otras”, indica. Cuando llego a la prisión un miércoles por la mañana, la sala de costura ya está ocupada. Las reclusas se apiñan sobre las máquinas de coser o se reúnen en parejas sobre montones de tela. Pero la pequeña sala donde se realiza el trabajo de IA está completamente vacía hasta que llega Marmalade. Solo hay tres reclusas en total que se ofrecen voluntarias con regularidad para los turnos de IA, destaca Inkinen, explicando que las otras dos están actualmente en el juzgado. “Preferiría hacerlo en grupo”, opina Marmalade, añadiendo que mantiene la puerta abierta para poder charlar con las personas que cosen al lado, entre respuesta y respuesta a las preguntas.
Una empresa conectada con las cárceles de Finlandia
Esas preguntas se han escrito manualmente en una oficina a 100 kilómetros al sur de la prisión, en un elegante espacio de coworking de Helsinki. Aquí conozco a Jussi Virnala, el alto y juvenil fundador y director general de Metroc. Me conduce a una cabina telefónica sofocante, junto a una hilera de columpios de interior, una mesa de billar y una serie de hombres en traje. Es una semana emocionante, me explica con una sonrisa. La empresa acaba de anunciar una ronda de financiamento de 2 millones de euros (2.1 millones de dólares) que piensa utilizar para expandirse por los países nórdicos. Los inversores con los que habló estaban intrigados por la conexión de la compañía con las cárceles de Finlandia, refiere. “Todos estaban interesados y entusiasmados por la forma tan innovadora de hacerlo”, comenta Virnala. “Creo que ha sido muy valioso desde el punto de vista del producto“, añade.
Una original idea para buscar trabajadores
Fue idea de Virnala acudir a las cárceles en busca de mano de obra. La empresa necesitaba personas hablantes nativas de finés para ayudar a mejorar la comprensión del lenguaje específico de la construcción de su gran modelo de lenguaje. Pero en una economía de salarios altos, como la finlandesa, encontrar a esos trabajadores de datos era difícil. Las generosas prestaciones por desempleo del sistema de seguridad social finlandés dejan pocos incentivos para que los finlandeses se apunten a plataformas de trabajo por encargo con salarios bajos, como Mechanical Turk, de Amazon. “Mechanical Turk no tenía muchos trabajadores finlandeses”, refiere Virnala. Al mismo tiempo, añade, las herramientas de traducción automática siguen sin ser buenas en finés, un idioma con apenas 5 millones de hablantes nativos.
Cuando Virnala propuso su idea a Pia Puolakka, directora del Proyecto Prisiones Inteligentes de la Agencia Finlandesa de Prisiones y Libertad Condicional, ella se mostró interesada al instante. Antes de la pandemia, otra empresa tecnológica finlandesa, Vainu, utilizaba presos para trabajar con datos. Pero aquella se retiró abruptamente después de que un desacuerdo entre los cofundadores hiciera que Tuomas Rasila, quien había estado a cargo del proyecto, abandonara la compañía.