Fe, ciencia y razón: sacerdotes que además fueron científicos
June 25, 2022 El Mundo , NoticiasEs un tópico que la ciencia se opone a la razón y viceversa. Y es que en la historia de la ciencia encontramos numerosos sacerdotes que, a lo largo de los siglos, realizaron contribuciones muy relevantes al avance científico.
Seguramente si unimos ciencia y religión uno de los primeros nombres que aparecen en nuestra mente es el de Gregor Mendel (1822-1884). Este fraile agustino austriaco vivió en el siglo XIX y definió las leyes fundamentales de la genética. Son famosos sus estudios con guisantes en este campo de la ciencia.
Franciscano, pero igual de célebre, fue Roger Bacon (1214-1294), uno de los precursores del método científico y al que se atribuye la frase: «la matemática es la puerta y la llave de toda ciencia».
Nicolás Copérnico (1475-1543), uno de los padres de la astronomía moderna, también fue religioso, concretamente fue canónigo del cabildo de Frombork, la sede del obispado de Warmia, en la actual Polonia.
A él debemos la teoría heliocéntrica, según la cual los planetas giran en torno al sol, y que se dio a conocer en su libro ‘Revolutionibus Orbium Coelestium’ (1543). A pesar de todo, Copérnico no fue el primero en afirmar que la Tierra gira alrededor del sol, Aristarco lo había propuesto más de mil años antes, pero sí fue el primero en demostrarlo con cálculos matemáticos.
Del Big Bang al folículo ovárico
Quizás menos conocido sea que el creador de la teoría del Big Bang fue un sacerdote belga y miembro de la fraternidad de Les amis de Jesús. Su nombre era Georges Lemaitre (1894-1966) y su principal aportación a la comunidad científica fue defender que el universo se expande y tiene un origen.
Un monje francés, Marin Mersenne (1588-1648), constató que el sonido se propaga a la misma velocidad, en independencia de la fuente que lo origine y de la dirección en la que se propague. Su principal contribución fue la creación del concepto ‘comunidad científica’, esto es, la conciencia de que los conocimientos y descubrimientos tienen que ‘circular’ y ser compartidos. Y es que, por mucho que nos pueda sorprender, este sentimiento no siempre existió entre los hombres de ciencia.
También fue francés y sacerdote René Just Haüy (1743-1822), un mineralogista que es considerado en la actualidad el padre de la cristalografía. Este canónigo de Notre Dame participó junto a Lavoisier y otros científicos en la creación de sistema métrico.
Sacerdote, vicario apostólico y obispo fueron algunos de los cargos que desempeñó el científico danés Nicolás Steno (1638-1686). Además de geólogo fue un gran anatomista, hasta el punto de ser el primero en observar el folículo ovárico, en describir el conducto que parte de la glándula parótida –ductus Stenonianus- y en estudiar una malformación cardíaca que se conoce actualmente como tetralogía de Fallot.
También fue científico el sacerdote Lazzaro Spallanzani (1729-1799) que a punto estuvo de descubrir cómo se orientan los murciélagos casi doscientos años antes de que otro científico descubriera los ultrasonidos. Célebre es su estudio con cincuenta murciélagos, a los que extirpó los ojos para dejarlos a continuación en libertad; cuando unos días después volvió a capturarlos constató que, a pesar de la mutilación, podían cazar insectos y sobrevivir, por lo que dedujo que estos mamíferos se orientaban a través del oído.
Sacerdotes, científicos y españoles
En nuestro suelo también tenemos algunos ejemplos de sacerdotes científicos. Un gran amante de la botánica fue el clérigo benedictino Rosendo Salvado Rotea (1814-1900). A este religioso, entre otros méritos, se le atribuye la introducción del eucalipto en Galicia.
Más conocido es José Celestino Bruno Mutis y Bosio (1732-1808), un sacerdote gaditano, al tiempo que botánico, matemático, geógrafo y médico que protagonizó una expedición botánica a Colombia (1783-1816). Al regreso a la península realizó un impresionante catálogo con más de 6.600 dibujos de plantas.
«De la salud de los cuerpos depende mucho el espíritu» señaló en más de una ocasión fray Tomás de Berlanga (1487-1551), el descubridor de las islas Galápagos y el artífice de lo que hoy conocemos como dieta mediterránea.