Explicada la erección más grande de la naturaleza
June 18, 2020 El Mundo , NoticiasCorresponde a una planta y su secreto ayudará a tratar el daño cerebral humano.
La erección más grande de la naturaleza ocurre en una planta cuyo tubo de polen aumenta varios miles de veces su tamaño para fertilizar al óvulo. Ahora sabemos cómo ocurre y eso ayudará a tratar el daño cerebral humano.
Al llegar a la parte femenina de una flor, el grano de polen macho, arrastrado por el viento o insectos, saca un largo tubo que contiene células de esperma. Conocido como tubo de polen, puede crecer o aumentar varios miles de veces su propio tamaño.
Ahora, investigadores de la Universidad de Copenhague han avanzado en la comprensión de lo que hace crecer los penes de polen a dimensiones tan grandes, un conocimiento valioso para comprender las células nerviosas humanas.
El profesor Michael Broberg Palmgren, del Departamento de Ciencias Vegetales y Ambientales de la citada universidad, afirma en un comunicado : “nos sorprendió lo extremadamente avanzado que es el mecanismo de fertilización de la planta. De los libros de texto, entendemos que los tubos de polen crecen y construyen continuamente pisos adicionales sobre el esqueleto celular, como un andamio en crecimiento. Sin embargo, se sabía muy poco sobre los mecanismos subyacentes de este enorme crecimiento. Nuestro trabajo ha hecho que este mundo sea un poco más conocido”.
Palmgren y su equipo han descubierto que lo que impulsa realmente este enorme crecimiento del tubo de polen es un circuito eléctrico que funciona mediante bombas microscópicas conocidas como bombas de protones, implicadas en diferentes procesos fisiológicos de las plantas.
Crecimiento de la punta
Al igual que lo haría un sabueso rastreador, el tubo de polen descubre o detecta el óvulo dentro de la estructura femenina, que se convertirá eventualmente en una semilla. El crecimiento del tubo sucede mientras se estira continuamente su punta, de ahí el nombre de este proceso, bautizado como crecimiento de la punta.
Palmgren señala: “el tubo de polen no es un tubo rígido. Es dinámico y puede redirigirse a medida que busca un huevo. Se sabe muy poco sobre lo que controla el crecimiento nervioso, que es de gran importancia para la recuperación del daño nervioso o cerebral. Aquí, nuestro resultado podría ser útil para comprender mejor el proceso de ‘crecimiento de la punta”.
En el estudio contaron con una planta de maleza, el berro de Thale, con el que se pudo demostrar que el tubo de polen aumentó unos tres milímetros por día, según los datos registrados.
Manipulación genética
El descubrimiento se realizó mediante la manipulación de un grupo de genes llamados AHA que se encuentran en la pequeña planta. Estos genes son los que hacen posible que las plantas produzcan las llamadas “bombas de protones”.
Sospechando que estos genes desempeñaban un papel en el crecimiento del tubo de polen, los investigadores comenzaron a “desactivar” algunos de los genes en varias combinaciones para ver qué pasaba.
El profesor Palmgren apunta: “en los experimentos, pudimos ver que los ‘tubos de polen mutantes’, en los que habíamos apagado los genes, se retrasaron drásticamente en su crecimiento y tuvieron dificultades para encontrar su camino”.
Aplicaciones humanas
Al ser una investigación fundamental, las aplicaciones concretas del resultado siguen sin estar claras, señalan los investigadores. Pero el nuevo conocimiento de cómo crecen los tubos de polen al prolongar sus puntas (‘crecimiento de la punta’) podría ser transferible a los humanos.
“Se sabe muy poco sobre lo que controla el crecimiento nervioso, que es de gran importancia para la recuperación del daño nervioso o cerebral. Aquí, nuestro resultado podría ser útil para comprender mejor el proceso de ‘crecimiento de la punta’, que es cómo crece el sistema nervioso humano bueno”, dice Palmgren.
El profesor señala que los investigadores todavía no entienden completamente la fertilización de las plantas, y las plantas en general: “mientras más investigamos, descubrimos que las plantas están por delante de nosotros. No hay argumentos que sugieran que las plantas son menos que nosotros los humanos”, concluye Palmgren.