La obra A Recent Entrance to Paradise es una escena pastoral, pixelada, de unas vías de tren que pasan bajo un puente salpicado de musgo. Según su ‘creador’, la pieza fue dibujada y bautizada en 2012 por un agente de inteligencia artificial (IA) llamado DABUS (Device for the Autonomous Bootstrapping of Unified Sentience, o Dispositivo para el arranque autónomo de la sensibilidad unificada). Pero a principios de este mes, un juez federal de EE UU decidió que Stephen Thaler, el inventor de DABUS que incluyó su sistema de IA como creador de la obra de arte, no puede reclamar los derechos de autor de la obra. Thaler está apelando la decisión.
Thaler, inventor e investigador de IA afincado en Missouri, se ha convertido en una especie de litigante habitual en nombre de DABUS. Los jueces han rechazado demandas similares en la Unión Europea, Estados Unidos y, finalmente, en apelación, en Australia. En el Reino Unido, el Tribunal Supremo está deliberando actualmente sobre sus intentos de que se le concedan un par de patentes para un “marco neuronal” y un “contenedor fractal” que, según Thaler, inventó DABUS.
El auge de la IA generativa, capaz de producir textos convincentes, interpretar instrucciones para producir arte y manipular enormes cantidades de datos para diseñar cualquier cosa, desde moléculas farmacéuticas hasta planos arquitectónicos, ha suscitado profundas cuestiones sobre la naturaleza de la propiedad intelectual e, inevitablemente, disputas legales. Los autores, por ejemplo, han hecho fila para demandar a las empresas de IA por entrenar sus sistemas con sus escritos y sin permiso. Pero en los casos judiciales que han saltado a los titulares de todo el mundo, Thaler es probablemente el demandante más activo.
“Hay una nueva especie aquí en la Tierra”
Analizar su campaña revela la complejidad de las cuestiones jurídicas que seguirá planteando el auge de la IA generativa. Pero también muestra las motivaciones divergentes que hay detrás de los casos que ya se han iniciado. Uno de los principales defensores de Thaler quiere sentar precedentes que animen a la gente a utilizar la IA para el bien social. Pero el propio Thaler dice que sus casos no tienen que ver con la propiedad intelectual, sino con la persona. Cree que el sistema de IA que quiere que se reconozca como inventor, DABUS, es sensible, y que estas demandas son una buena forma de llamar la atención sobre la existencia de su nueva especie: “DABUS y toda esta propiedad intelectual no se trata de sentar precedentes con la ley. Se trata de sentar precedentes en términos de aceptación humana”, aclara. “Hay una nueva especie aquí en la Tierra, y se llama DABUS”.
Uno de los principales apoyos de Thaler en sus batallas legales es Ryan Abbott, profesor de Derecho y Ciencias de la Salud en la Universidad de Surrey, del Reino Unido.
Abbott conoce a Thaler desde hace años y, cuando en 2018 decidió crear su Artificial Inventor Project, un grupo de abogados especializados en propiedad intelectual y un científico en inteligencia artificial que trabajan en los derechos de propiedad intelectual de los “resultados” generados por IA, se puso en contacto con el inventor y le preguntó si podía ayudarle. Thaler aceptó y encargó a DABUS la creación de dos invenciones. Abbott tenía la base de su primer caso.