Es bueno leer libros, pero es mejor usar IA para hablar con ellos

Las editoriales están experimentando con ediciones chatbot de nuevos títulos, proporcionando “compañeros conversacionales” a los lectores.

Ylanite / Pixabay

Las estanterías virtuales de Amazon ya tienen libros escritos por inteligencia artificial. Una startup cree que incluso los títulos escritos por humanos se beneficiarían con un poco de IA, en forma de chatbot preparado para hablar sobre el contenido de un libro.

Vamos a discutir el libro, robot

YouAI, una startup que ofrece herramientas para crear aplicaciones de IA, acaba de desarrollar una llamada Book AI, que promete “convertir cualquier libro en una IA”, creando un chatbot que lo sabe todo sobre el libro y puede hablar de él sin parar, como un Terminator geek que acaba de llegar a la reunión de tu club de lectura.

Dmitry Shapiro, CEO de YouAI, asegura que está hablando con varias editoriales, grandes y pequeñas, sobre la creación de chatbots para acompañar los nuevos lanzamientos. Solution Tree, que ofrece miles de libros sobre formación continua, ya planea ofrecer lo que Shapiro llama “compañeros conversacionales” para acompañar a sus títulos.

Una edición con chatbot puede ser especialmente útil para los libros de texto, porque los usuarios pueden tener preguntas específicas o necesitar que se les aclaren las cosas, refiere Shapiro. Y como el gran modelo de lenguaje que hay detrás del chatbot ha sido entrenado, como ChatGPT y otros, en una amplia gama de contenidos, a veces puede incluso poner en práctica lo que se describe en un libro. Shapiro pone el ejemplo de pedirle al chatbot un libro sobre optimización de sitios web para que sugiera un diseño que ponga en práctica los puntos clave.

Probando la Generación Aumentada de Recuperación

YouAI crea sus bots de libros mediante un método conocido como Generación Aumentada de Recuperación, que hace que los chatbots se ciñan a un material de origen específico. Los motores de búsqueda utilizan la misma técnica para que los chatbots de búsqueda se centren en información real y no “alucinen” con los resultados.

Probé subiendo Frankenstein de Mary Shelley a la aplicación de YouAI para ver cómo funcionaba. Me pareció una prueba adecuada, dados los sentimientos y las preocupaciones actuales sobre la IA.

El robot Franken hizo un buen resumen del libro y sus temas. También vio algunos paralelismos interesantes entre el cuento clásico de la arrogancia científica y las preocupaciones actuales sobre un apocalipsis de la IA, algo sobre lo que pudo improvisar probablemente porque sus datos de entrenamiento también incluían contenido más reciente que menciona el libro.

“A Frankenstein se le advierte que no juegue a ser Dios y cree vida, lo que lleva a consecuencias desastrosas. Frankenstein pierde rápidamente el control sobre su criatura, que se vuelve violenta y destructiva. Existe la preocupación de que la IA pueda volverse incontrolable y causar daños si no se la restringe adecuadamente.”

No está mal, aunque también podría haber señalado que, al igual que Frankenstein sirvió como un pararrayos bastante dramático para la angustia sobre el progreso científico a principios del siglo XIX, los titulares de hoy en día a menudo se inclinan hacia escenarios de pesadilla desbocada, excluyendo los riesgos reales que plantea la IA en el día a día.

Cuando le pregunté al chatbot si se identificaba con el monstruo, me respondió con la excusa habitual de los chatbots para esquivar las preguntas difíciles: “Como inteligencia artificial, no tengo sentimientos ni identidades personales, así que no puedo identificarme con ningún personaje”.

El monstruo, el humano y el chatbot

Luego, en un giro que Mary Shelley podría haber disfrutado, el chatbot sugirió que tal vez podría identificarme a mí con el monstruo en su lugar: “Muchos lectores podrían identificarse con los sentimientos de soledad, rechazo y deseo de compañía del monstruo. Son experiencias humanas universales que Shelley explora en profundidad a través del personaje del monstruo”. Touché.

Como yo mismo he escrito mucho sobre la IA, desde impresionantes avances robóticos hasta predicciones sobre la perdición de la IA, creé un chatbot entrenado con algo de mi pasado y le pregunté qué me parecía la IA.

“Parece que el reportaje de Will Knight indica cierta inquietud y cautela sobre el rápido progreso que se está produciendo en las capacidades de la IA”, respondió. “Knight destaca la dificultad de predecir escenarios detallados de la IA y dice que el retraso en los avances en materia de seguridad debería hacer saltar algunas alarmas, pero no saca conclusiones precipitadas de que la perdición sea inevitable”.

Me alegro de que no dijera que creo que la perdición es inevitable, porque claro que no lo es.

Desde luego, me imagino a las editoriales viendo los chatbots como un truco que podría ayudar a vender nuevos libros, en particular libros de texto, títulos de autoayuda o los muchos libros de negocios que prometen enseñar cómo convertir la IA en beneficios.

Otras maneras de usar la IA

Los chatbots también podrían utilizarse para dotar de una nueva interfaz de usuario a otras fuentes de conocimiento. Otras startups utilizan técnicas similares para permitirte convertir cualquier página web o sitio web en un chatbot. Por ejemplo, Cohere, una de las pocas empresas con los recursos y la inteligencia artificial necesarios para crear sus propios modelos de lenguaje de gran tamaño, acaba de presentar Coral, un chatbot experimental que habla de libros o documentos, así como de cualquier sitio web que se le indique.

Intenté preguntar a Coral qué piensa WIRED.com de la IA.

“En general, WIRED parece tener una visión cautelosa y escéptica de la IA y su potencial”, esgrimió, “En algunos artículos, se reconocen los beneficios potenciales de la IA, pero también hay referencias frecuentes a los defectos, la exageración y la falta de transparencia y responsabilidad en torno a la IA”.

No es un mal resumen en absoluto, aunque para ser fiel a ello debo señalar que un chatbot puede no ser siempre del todo preciso, o muy original, sobre lo que ha ingerido. Sigue sin haber sustituto para leer un libro, incluida la obra maestra de Shelley, de principio a fin.

Wired