El próximo reto del internet de las cosas: transmitir genes a través de las máquinas

La tecnología brinda numerosas mejoras para la vida de las personas. Uno de los ámbitos con más potencial es el que estudia la inteligencia y autonomía de las máquinas y también uno de los que, en el lado negativo, más alarma y desconcierto generan. Precisamente por sus diversas posibilidades.

Flagelos, receptores, ribosomas, mitocondrias, bacterias…Es muy posible que al escuchar estas palabras recuerdes las lecciones de las clases de Biología sobre los componentes de las moléculas y las células. Sin embargo, este artículo habla del denominado “bio-internet de las cosas” que, aunque relacionado, no es lo mismo.

En un mundo cada vez más digital, la conexión entre los objetos es cada vez más importante y frecuente. Los avances en este sentido se suceden cada día, pues es uno de los campos de trabajo e investigación de los expertos y quizá el futuro de la tecnología. Esto es el famoso internet de las cosas (IoT).

Los investigadores Rafael Kim y Stefan Paslad de la Universidad Queen Mary de Londres, Reino Unido, plantean este interesante tema en un reciente estudio sobre las posibilidades del internet de las cosas. Para ellos, el futuro -y presente- pasa por unos pequeños dispositivos electrónicos, capaces de procesar información, almacenarla y transmitirla, al modo que hacen los organismos vivos.

¿Es posible dar vida a estos aparatos, crear una versión biológica del internet de las cosas?

Es un interrogante que se hacen estos dos investigadores en su estudio y que tratan de responder. No es tarea sencilla, pues de momento, casi todo son predicciones y suposiciones. La evolución de la tecnología y sus posibles usos es un asunto tan inmenso en sus posibilidades como complejo y desconocido. ¿Puede ser? Sí, puede ser, pero de momento no podemos más que conjeturar.

La bacteria sobre la que basan su hipótesis es la Escherichia Coli, sobre la que recientemente realizó un experimento Federico Tavella junto a otros compañeros de la Universidad de Padua, Italia. Construyeron un circuito en el que una cepa de esta bacteria transmitió un mensaje de “Hola mundo” a otra cepa móvil, que a su vez llevó la información a otro lugar.

El proceso se llama “conjunción” y es algo natural en el mundo bacteriano. Primero, reciben la información a través de las paredes celulares. La almacenan en estructuras de ADN en forma de anillo, llamados “plásmidos”, la procesan mediante ribosomas y la transmiten a otras bacterias, impulsados a unos apéndices ondulados que las permiten moverse y conectar con otros organismos. Sin embargo, hasta ahora, un proceso como este no se creía tan posible como ahora para dispositivos electrónicos. Kim y Paslad consideran que puede ser el principio de un campo que está aún por descubrir, pero del que esperan un gran potencial.

Un gran potencial, pero muchos interrogantes por despejar

Esta es la parte más interesante para los investigadores. Se podría utilizar los pequeños dispositivos para mejorar la situación del medio ambiente y proponer soluciones ecológicas. Por ejemplo, detectando toxinas contaminantes en el mar y con esos datos, emprender procesos de biorremediación. Del mismo modo, para la salud, se podrían utilizar para curar enfermedades. Esto sería posible programando los dispositivos y dirigiéndolos a un destino concreto del cuerpo humano. Al llegar a éste, podrían producir y liberar unas hormonas determinadas que beneficiarían al paciente.

De momento, son solo conjeturas. Aunque apuntan que si bien los beneficios pueden ser impresionantes, también puede convertirse en aparatos peligrosos, capaces por ejemplo de propagar enfermedades e incapaces de localizarse o de rastrear la información una vez transmitida y liberada.

Como con todos los avances de la ciencia, no es un hecho positivo o negativo, sino que dependería del uso que hagamos con ello. Aquí entraría en juego la cuestión de la ética.

¿Llegaremos a curar enfermedades gracias a pequeñas máquinas con tecnología inteligente? Estas preguntas no tienen respuesta hoy. Aunque, sin duda, el escenario que se abre es intrigante.

Tendremos que esperar aún un poco para saber si los científicos “dotan de vida” a las pequeñas máquinas para transmitir genes o se queda en un ambicioso e incierto proyecto.

 

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