El poder del no querer y el no hacer: pasajes claves del Tao Te Ching comentados por Úrsula K. Le Guin

El Tao Te Ching es un clásico del espíritu, un río que fluye por debajo de todos los ríos, y nunca dejará de estar vigente.

El Tao Te Ching es sin duda uno de los grandes tesoros de la sabiduría mundial y uno de los libros más enigmáticos y profundos jamás concebidos. Su influencia es incuantificable y con el paso del tiempo las versiones que se han hecho y sus comentarios llegan a ser casi innumerables. Aunque sin duda hay traducciones más eruditas y más precisas académicamente, la versión de la escritora Ursula K. Le Guin es una pequeña joya. Aunque Le Guin no hablaba chino su sensibilidad a la palabra y al sentido de la obra reluce en su versión. Le Guin, recientemente fallecida, pasó décadas saboreando el texto, trabajando capítulos, tratándolo como “un venerable objeto de misterio”. Su primer encuentro con él fue cuando era una niña, cuando observó que su padre tomaba notas del texto (de la versión de Paul Carus de 1898). Como cuenta el sitio Brain Pickings, su padre le dijo que estaba haciendo notas de los capítulos que quería que se leyeran en su funeral. Le Guin dice que en la enorme incertidumbre que rodea al texto, hay algo contundente, que “le habla a personas de todas partes del mundo como si hubiera sido escrito ayer”. Quizá ningún libro tenga tanto una dimensión de lo intemporal y de lo  universal. Podría leerse en otros mundos y en otros eones y sería igual de profundo. Sobre el primer capítulo Le Guin dice que es imposible de traducir pero que que contiene la totalidad del libro, como el Aleph. Traducimos su versión:

El sendero que puedes andar

no es el sendero real.

El nombre que puedes decir

no es el nombre real.

 

Cielo y tierra

empiezan en lo innominado:

nombre es la madre

de las diez mil cosas.

 

El alma sin deseos

ve lo oculto,

el alma que siempre desea

ve sólo lo que desea.

 

Dos cosas, un origen,

diferentes en nombre,

cuya identidad es misterio.

¡Misterio de misterios!

La puerta está oculta.

 

Comenta sobre el texto: “Todo lo que Lao Tzu dice es elusivo. La tentación es asir algo tangible en la infinita engañosa simplicidad de las palabras… Es la profunda modestia del lenguaje que ofrece lo que tantas personas por tantos siglos han encontrado en este libro: una aprehensión pura del misterio del que somos parte.” El Tao es el sendero apofático por excelencia. Nos recuerda que todo lo que digamos sobre él  no son él ((incluso “él” o “ello” nunca podrán referirse a lo que es). El misterio es inaprehensible a través del lenguaje, incluso del conocimiento, y sin embargo misteriosamente podemos tener una experiencia en el silencio y en la no acción de aquello que a la vez trasciende todas las cosas y a la vez es la más pura inmanencia. Los más cercano al Tao en Occidente es el misticismo apofático de autores como Dionisio el Aeropagita o Meister Eckhart. Dionisio hablaba de una “oscuridad brillante” o de un conocimiento de lo supraesencial a través del desconocimiento de todas las cosas. Lao Tzu escribe en este capítulo precioso:

¿Puedes mantener tu alma en tu cuerpo,

sujetarte al uno,

para aprender a ser todo?

¿Puedes centrar tu energía,

suave, tierna,

y aprender a ser un bebé?

 

¿Puedes mantener el agua quieta y clara

para que refleje sin enturbiar?

¿Puedes amar a a las personas y gobernar,

y hacerlo a través de no hacer?

 

¿Abriendo, cerrando la Puerta del Cielo,

puedes ser como el ave con sus pichones?

Irrumpiendo brillante a través del cosmos,

puedes saber a través de no saber?

 

Dar a luz, nutrir,

llevar y no tener,

actuar y no poseer,

guiar y no mandar:

este es el misterioso poder.

 

Le Guin cree que la enseñanza de Lao Tzu más relevante para nuestra época tiene que ver con su concepción del poder. “Lao Tzu, un místico, desmistifica el poder político”, dice. El poder no es algo que se gana y se mantiene mágicamente, ni tampoco la autoafirmación. El “poder no es una virtud, es el resultado de la virtud”. Esto es esencial. El poder está disponible para todos los que siguen el sendero, pero aquellos que siguen el sendero no quieren poder. Su potencia está justamente en no querer. Su libertad en obedecer lo que no tiene nombre. Las cosas suceden por sí mismas. Se trata solamente de dejar que el misterio opere a través. Ser suaves para que el torrente fluya. “No apegarse al poder, tiene verdadero poder”, dice el texto. “Lo bueno, el acto realmente bueno no mira hacia un fin.” Y:

Las personas que tratan el cuerpo político

tan suavemente como sus propio cuerpo

son dignas de gobernar la comunidad.

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