El poder de lo minúsculo

Un experimento científico determinó que los piojos marinos pueden sobrevivir a inmersiones de miles de metros de profundidad.

El piojo ‘Lepidophthirus macrorhini’ / Martin Brogger y Andrea Benvenuti

En la alacena, en el patio, dentro del armario y en los cajones. Sobre el piso y en el techo. Estrellados en la luneta del auto. Sobrevuelan a la luz del sol y al caer la noche. Los insectos han colonizado, desde los orígenes, cada rincón, cada espacio y cada ambiente del planeta. Salvo el más inmenso: el mar. Es difícil hallar registro de estos animales bajo el agua.

“Cuando se habla de insectos oceánicos se menciona a los ‘patinadores’, unos hemípteros del género Halobates, pero los patinadores permanecen sobre la superficie del mar, no estando expuestos realmente a condiciones marinas. Los únicos insectos realmente oceánicos son los piojos de los pinnípedos (lobos marinos, focas y morsas). En este trabajo, demostramos que estos insectos, son capaces de tolerar buceos en profundidad, lo que permite retomar la discusión acerca de por qué el grupo de animales más diverso y abundante que existe no está representado en el mayor hábitat del planeta”, comenta Soledad Leonardi, investigadora adjunta del Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR-CONICET), quien lidera una colaboración con colegas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y la Universidad de Tours, Francia.

Un piojo de elefante marino del sur (cuyo nombre científico es Lepidophthirus macrorhini), tiene un tamaño aproximado de 3 a 4 milímetros. Un grupo de investigadoras, investigadores y técnicos, recolectaron de las aletas de cachorros destetados de elefantes marinos, 75 de estos insectos, adultos y ninfas, y diseñaron un experimento para poder detectar cuál era el límite de profundidad que podían alcanzar.

“Trabajamos con piojos de elefantes marinos que son los pinnípedos que realizan los buceos más profundos. Sometimos a los piojos a 4 presiones diferentes equivalentes a buceos a 300, 800, 1500 y 2000 metros, durante 10 minutos, cada vez. Luego del experimento, los despresurizamos y chequeamos si estaban vivos y cuánto tiempo tardaban en mostrar algún signo de actividad (movimiento de antenas o patas).

El piojo ‘Lepidophthirus macrorhini’ / Martin Brogger y Andrea Benvenuti

Encontramos que los piojos sobrevivieron a las distintas presiones a las que fueron sometidos y que existe una respuesta diferencial en relación a los adultos que parecen soportar mejor las diferentes presiones. Incluso, durante la calibración de los equipos, accidentalmente un piojo fue sometido en pocos segundos al equivalente a 4.500 metros de profundidad y sobrevivió. Esto representa una profundidad 1.500 metros mayor al máximo registro de buceo de un mamífero”, afirma Leonardi.

Si bien aún se desconoce exactamente cómo hacen los piojos para sobrevivir a grandes presiones hidrostáticas, la investigadora indica que estos animales llevan haciéndolo desde hace al menos 40 millones de años. A lo largo de su evolución se han adaptado a sobrevivir bajo el agua, parasitando a los antecesores terrestres de los actuales pinnípedos, logrando adaptarse al proceso de colonización del mar.

“Una de las características de estos piojos es que los espiráculos, orificios externos asociados al sistema respiratorio, tienen un sistema especial de cierre. Creemos que lo que hacen al comienzo de la inmersión es eliminar todo el aire del sistema traqueal para que pueda colapsar durante el buceo. Cuando están sumergidos los piojos entran en un estado de inmovilidad refleja que estaría indicando una reducción de su metabolismo que les permitiría sobrevivir con el oxígeno acumulado a nivel celular”, describe.

Leonardi comenzó, en el 2005, a estudiar piojos por primera vez. En ellos basó su tesis de licenciatura y su doctorado y quince años más tarde, indica que le siguen pareciendo animales fascinantes. “Es un tema que nadie más aborda en el mundo, y aún nos quedan muchas preguntas por responder, pero hemos dado un paso para comenzar a entender, porque no hay, salvo estos piojos, insectos en el océano”, concluye.

“Fue difícil diseñar el experimento porque teníamos que trabajar con presiones hidrostáticas muy grandes que son muy difíciles de lograr. En este sentido la experiencia del personal técnico del CCT CONICET-CENPAT fue fundamental. En principio, Gonzalo Lana, técnico asociado, diseñó la cámara que utilizamos para meter a los piojos. Una cámara de bronce con un grosor determinado que soportara tanta presión. Ricardo Vera, profesional principal, tiene una gran trayectoria en trabajo de campo con elefantes, lo que nos permite trabajar con animales destetados, sin interferir durante el período reproductivo y sin usar anestesia. Tanto él como Julio Rúa, profesional principal, fueron quienes llevaron adelante las cuestiones técnicas con respecto a los tanques de buceo, las conexiones, manómetros. En este trabajo se refleja esa sinergia que se da entre los saberes académicos y técnicos que hacen que podamos hacer mejor ciencia. A partir de las discusiones colectivas, surgieron cuestiones muy interesantes que nos permitieron realizar un experimento que brinda información muy valiosa”, describe Leonardi.

DICYT