Un estudio realizado en la Universidad de Kyushu, en Japón, demuestra que el olfato es un sentido complejo, dotado de un mecanismo de selección que realza o disminuye ciertos estímulos desde el momento inicial de la captación de los olores por parte de la nariz. Un comunicado indica que el registro de las neuronas sensoriales olfativas evidencia supresión o mejora de la respuesta cuando se mezclan los olores, dejando en claro por qué las experiencias perceptuales pueden ser tan diferentes.
Olfatear una copa de vino recién servida o un plato de comida que llega a nuestra mesa es una experiencia fantástica para nuestros sentidos, pero no siempre nos preguntamos sobre las características del proceso que nos lleva a gozar o a sufrir con determinados olores o aromas. Los científicos japoneses han hallado algunas respuestas interesantes sobre el fenómeno que comienza en nuestra nariz y concluye en nuestro cerebro.
La investigación demuestra que en esas acciones que realizamos a diario se está produciendo un fenómeno complejo, que supera a la suma de los olores individuales que captan los receptores sensoriales de la nariz. En realidad se pone en acción un sistema “inteligente” que, a partir de la información captada por las neuronas sensoriales olfativas, genera una respuesta integrada que mejora o potencia algunos elementos individuales e inhibe otros, de acuerdo a los olores presentes.
La existencia de este proceso holístico, integrado y sinérgico explicaría por qué las personas tienen un registro diferente de los mismos olores: para algunas son agradables, para otras resultan malolientes. Es habitual que algunos aromas nos traigan recuerdos positivos o negativos, generando experiencias subjetivas que condicionan la percepción.
Un sistema complejo
La detección de los olores se inicia en los receptores ubicados en los extremos de las neuronas sensoriales olfativas, presentes en la nariz. En los mamíferos, cada una de esta clase de neuronas presenta un único tipo de receptor dentro de la gama a la que tiene acceso cada especie. Los ratones poseen alrededor de mil variedades distintas, mientras que los seres humanos contamos con cuatrocientas tipologías.
Utilizando nuevas técnicas que garantizan mayor sensibilidad para la detección del trabajo de los receptores olfativos, los especialistas japoneses efectuaron un exhaustivo estudio en ratones. Los roedores fueron modificados genéticamente para que fueran capaces de emitir señales lumínicas en su actividad neuronal, frente a distintos estímulos olfativos.
Los resultados de las pruebas realizadas demuestran que el proceso no es tan lineal como se pensaba, o sea que la respuesta no se construye únicamente a través de la suma de cada estímulo individual. Por el contrario, se verificó que se producen interacciones complejas mucho antes de la llegada de cualquier señal al bulbo olfatorio o al cerebro para su procesamiento. En ese momento inicial ya se está “afinando” la percepción de los olores, al amplificar o reducir algunos de los elementos implicados.
Además de explicar las diferencias individuales en la percepción, los investigadores creen que el mecanismo holístico hallado también sirve para entender por qué la adición o la eliminación de un olor específico pueden generar un cambio tan abrupto en una fragancia, modificando claramente el resultado final. En consecuencia, y más allá de su valor para entender los procesos implicados en la percepción olfativa, esta investigación puede llegar a tener aplicaciones concretas en una amplia variedad de industrias.