El misterioso artefacto con el que los vikingos navegaron el Atlántico Norte
April 11, 2020 El Mundo , NoticiasDurante tres siglos este pueblo de navegantes dominó el océano con la ayuda de una calcita transparente y romboédrica.
Los viajeros de la antigüedad por excelencia fueron los vikingos, abandonaron los fiordos noruegos y se aventuraron en aguas ignotas a merced de los elementos. Al principio se conformaron con explorar Islandia, Groenlandia y llegar hasta las islas británicas.
No deja de sorprendernos cómo es posible que pudieran orientarse en sus viajes marítimos y no perderse en medio de la mar océana. No hay que olvidar que en el Atlántico Norte las nubes y las nieblas son muy frecuentes, lo cual dificultaría enormemente el camino de retorno.
Piedras solares para navegar
Poco a poco los vikingos confiaron más y más en sus precarios «GPS» y empezaron a realizar incursiones en las costas francesas, la cornisa cantábrica e incluso se atrevieron con razias en Sevilla y Sicilia.
No conocían la brújula magnética –fue inventada en el siglo XIII– y durante los meses de verano, con una luz constante en el Atlántico Norte, era imposible establecer una ruta de viaje basada en las estrellas. Entonces, ¿cómo lo hacían?
Las leyendas nórdicas nos hablan de un curioso artefacto llamado solarsteinn –piedra solar– que les permitía orientarse durante los días nublados e incluso de noche. Las sagas nos cuentan, además, que mientras navegaban los marineros sostenían las piedras proyectándolas hacia el cielo y haciéndolas girar.
Durante mucho tiempo no se tuvo constancia de la existencia de estas curiosas piedras, quizás todo era una metáfora. Sin embargo, hace no mucho tiempo un grupo de científicos de la Universidad de Rennes (Francia) encontraron entre los restos de un barco naufragado en el siglo XVI –el Elizabethan– una piedra transparente de calcita, conocida como “espato de Islandia”.
El secreto está en la luz polarizada
La clave de la navegación podría estar en la polarización, un proceso óptico que filtra los rayos solares de modo que se puedan mover en un plano. La luz del sol oscila en múltiples planos, pero las partículas atmosféricas generan anillos concéntricos de luz polarizada alrededor del sol.
Cuando la luz polarizada pasa a través de la calcita se divide en dos rayos, si se gira el cristal de la calcita es posible observar cambios en el brillo entre los rayos y poder intuir la ubicación del sol.
Además, el espato de Islandia puede ser cortado y moldeado en forma romboidal con enorme facilidad, lo cual favorece su efecto polarizador. Con este mineral podría ser posible calcular la posición solar incluso cuando el astro rey está a punto de desaparecer en el horizonte.
En el siglo XVII Erasmus Barholinus (1625-1698) descubrió este fenómeno óptico y Christian Huygens (1629-1695) lo abordó de forma sistemática, explicando científicamente el fenómeno de la polarización.
Los vikingos fueron grandes observadores
Investigadores de la Universidad Eötvös Loránd (Hungría) defienden que con la ayuda de dos de estas piedras, un palo y un disco es posible reproducir un patrón luminoso que permita triangular la posición del sol.
Cristales formados por calcita, turmalina y cordierita pueden dividir la luz solar, al girar el cristal, en haces incluso en días nublados. Casualmente, las costas noruegas son abundantes tanto en calcita como en cordierita.
Con la ayuda de estas “piedras solares” un avezado navegante vikingo podría ver los anillos polarizados y conocer la ubicación de nuestra estrella más preciada en el cielo.
Además, de las solarsteinn es muy posible que los vikingos combinasen los patrones de vuelo de los pájaros, las posiciones de las líneas costeras y las rutas de migración de las ballenas. La mezcolanza de diferentes observaciones les aseguraría el regreso al hogar.