El gen que es el doctor Jeckill y se convierte en mister Hyde

La proteína p53 acaba de celebrar cuarenta años y sigue despertando el mismo interés científico que el día de su nacimiento.

El año 1979 estuvo plagado de grandes acontecimientos, subió al poder Margaret Thatcher, se estrenó «Apocalypse now», la empresa Sony sacó el primer walkman, se produjo la revolución sandinista de Nicaragua… e Ikea creó la famosa librería Billy.

Ese año un joven científico llamado David Lane, mientras investigaba en el Imperial College de Londres, descubrió una proteína con un tamaño de 53 kilodaltons, por ello la bautizó con el nombre de p53.

Seguramente esta noticia pasó desapercibida entre el gran público, pero cuatro décadas después sigue despertando pasiones entre la comunidad científica y no es para menos.

Protagonista de un thriller biológico

Las células cancerosas son muy especiales, viven de forma atrevida, se multiplican sin parar, como si no hubiera un mañana, y derrochan todos sus esfuerzos en viajar por nuestro organismo hacia lugares remotos –las temidas metástasis-.

Afortunadamente no estamos solos, contamos con un super-agente del orden celular, la proteína p53. Su historia es verdaderamente fascinante. En sus inicios es el policía de los oncogenes, el encargado de poner orden en la jungla celular, no en balde se le conoce popularmente como el «guardián del genoma».

Esta proteína es un gen anticanceroso que en circunstancias normales nos defiende de la enfermedad. Se ha comprobado que en situaciones de estrés ejerce un papel clave, regula las respuestas celulares y detiene el ciclo celular. Si la situación es lo suficiente grave, provoca la muerte celular programada o apoptosis.

En definitiva, cuando en nuestro organismo se produce un daño celular el p53 se activa y bloquea a la célula, impide que se pueda dividir y, finalmente, la mata. Hasta aquí la parte buena del thriller.

Convirtiéndose en Mr. Hyde

Hay una mala noticia, este policía es a ratos un asesino biológico. Disponemos de evidencias que indican que está implicado en más de la mitad de los tumores más frecuentes de nuestro organismo –mama, colon, pulmón, ovario-. En estos casos lo hace como una proteína p53 anómala –mutada-.

Esta variación en su estructura provoca que participe de una forma activa en el establecimiento, mantenimiento y extensión del propio tumor. De alguna forma, podríamos decir se ha girado hacia el lado oscuro de la biología.

Los investigadores han demostrado que la existencia de una mutación en la p53 se asocia con un peor pronóstico tumoral, mayor número de recidivas de la enfermedad oncológica y una peor respuesta a los tratamientos quimioterápicos.

De esta forma, la temida mutación convierte al guardián de nuestro genoma en nuestro peor enemigo. La proteína p53 se comporta como el protagonista de la conocida obra de Robert L. Stevenson.

En busca de un final feliz

Los científicos no paran de investigar y estudiar a la proteína p53, uno de sus objetivos pasa por reactivarla, hacer que retorne a su antigua forma y, con ello, restituir la transformación que la ha convertido en un asesino biológico.

De momento, que no es poco, han descubierto que cuando esta proteína es normal se «abre» durante un periodo de tiempo muy pequeño, mientras que cuando es mutante lo hace durante un tiempo más prolongado.

Un fármaco capaz de cerrar la hendidura de la proteína p53 permitiría, al menos sobre el papel, recuperar la función de p53. En otras palabras, convertir al Mr. Hyde de la biología celular en el ansiado Dr. Jekyll. Esperemos que no tengan que pasar otros cuarenta años para verlo.

ABC