El entierro de perros fue un ritual funerario habitual en el nordeste de la península Ibérica hace unos 6.000 años

Un trabajo liderado por la UAB y la UB ha estudiado los casos antiguos más numerosos de sacrificio y entierro simbólico de perros de Cataluña, donde durante el neolítico medio se habría iniciado la generalización de esta práctica funeraria en la península Ibérica. El estudio indica también que las poblaciones neolíticas alimentaron a estos animales con una dieta mixta muy parecida a la suya, que incluía cereales y verduras.

Arriba: restos de perro adulto en conexión anatómica parcial de La Serreta. Abajo: can en conexión anatómica situado entre esqueletos humanos, de la necrópolis Bòbila Madurell.

Coincidiendo con el establecimiento de la “Cultura de los sepulcros de fosa” (4200-3600 años antes de nuestra era), proveniente del sur de Europa, las comunidades neolíticas del nordeste de la península Ibérica iniciaron una actividad ceremonial relacionada con el sacrificio y entierro de perros. El elevado número de casos registrados en Cataluña indica que fue una práctica generalizada y evidencia la estrecha relación que existió entre los humanos y estos animales, a los que, además de enterrar a su lado, alimentaron con una dieta muy similar a la suya.

Así lo concluye una investigación liderada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y la Universidad de Barcelona (UB) que aporta nuevos datos para describir e interpretar la presencia de perros en espacios sagrados y funerarios del neolítico medio en la península Ibérica, y profundiza en la relación de los humanos con estos animales. El estudio se ha publicado en Journal of Archaeological Science: Reports.

En el trabajo se han estudiado los restos de 26 ejemplares de perros hallados en estructuras funerarias de cuatro yacimientos y necrópolis de la provincia de Barcelona, y se ha realizado el análisis isotópico de 18 de ellos, para establecer si la relación con sus probables propietarios comportaba otros aspectos, como el control de la dieta.

Los perros tenían entre un mes y seis años, con un predominio ejemplares de entre 12 y 18 meses, y eran de medidas homogéneas, entre los 40 y los 50 centímetros de altura en la cruz. Mayoritariamente fueron enterrados en tumbas circulares, junto con o entre los humanos, a pesar de que también se han hallado separados en tumbas próximas y en un caso a la entrada de la cámara mortuoria. Los esqueletos estaban en conexión anatómica semi-completos -solo uno estaba completo, junto a un niño-, sin fracturas o marcas de manipulación por la evisceración o el desollado, ni indicios de presencia de depredadores.

“La selección de cachorros y ejemplares jóvenes hasta un año sugiere una intencionalidad en el sacrificio. Aunque se podría pensar en un consumo humano, el hecho que los enterraran junto con o próximos a los humanos apunta a un depósito intencionado y a una relación directa con la muerte y el ritual funerario”, explica Silvia Albizuri, investigadora del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas (SERP) de la UB y primera autora del artículo. “Esta hipótesis es consistente, además, con el hecho de encontrarse en una zona de influencia cultural que confiere un valor simbólico al perro en este periodo, como es el sur de Francia o el norte de Italia”.

Principales yacimientos arqueológicos y necrópolis de Cataluña con entierro de perros. Los restos analizados en este trabajo provienen de Camí de Can Grau (La Roca del Vallès, número 6), La Serreta (Vilafranca del Penedès, 8), Ca l’Arnella (Terrassa, 5) y Bòbila Madurell (Sant Quirze del Vallès, 7). Los otros yacimientos son Can l’Oliaire (Berga, 1), La Bòfia de S. Jaume de Boixadera dels Bancs (Montmajor, 2), Cova de l’Avellaner (Les Planes d’Hostoles, 3), Serra del Mas Bonet (Vilafant, 4), Can Gambús (Sant Quirze del Vallès, 7), y Can Tintorer (Gavà, 9).

Dieta rica en cereales y verduras, gestionada por los humanos

El estudio isotópico de los restos y su comparación con los de los humanos y otros herbívoros de los yacimientos indica que la dieta de la mayoría de los ejemplares era mixta y muy parecida a la humana, con una elevada presencia de cereales, como el trigo, y verduras. En dos cachorros y dos adultos la alimentación fue predominantemente vegetariana y en pocos casos fue rica en proteína animal.

“Estos datos reflejan una convivencia muy próxima entre perros y humanos y, muy probablemente, la preparación específica de su alimentación, evidente en los casos de una dieta únicamente vegetal. Posiblemente lo harían para tener un mejor control de su rendimiento en las tareas de vigilancia y liberarlos del tiempo que tendrían que haber dedicado a obtener alimento. Esta gestión también explicaría la homogeneidad de la medida de los ejemplares”, indica Eulàlia Subirà, investigadora del Grupo de Investigación en Antropología Biológica (GREAB) de la UAB.

Unos animales poco estudiados 

La presencia de perros en estructuras de desechos prehistóricos no es habitual, lo que los hace un grupo poco conocido dentro de las especies domésticas. Más escasa es todavía su presencia en tumbas. Por eso se puede considerar excepcional la de esqueletos en conexión anatómica como los analizados en este trabajo.

En la península Ibérica se han encontrado casos más antiguos de entierros individuales aislados, pero solo se han documentado como una práctica generalizada relacionada con el ritual funerario con posterioridad. Este ritual se extendió y alargó durante centenares de años, hasta la Edad de Hierro.

En cuanto a su alimentación, los estudios también son escasos, con algunos casos de dietas mixtas identificados en Francia, Anatolia y China. “Recientemente se ha visto que los perros tienen diez genes con una función clave para la digestión de almidón y grasa, que haría la asimilación de carbohidratos más eficiente que la de su ancestro, el lobo. Nuestro estudio ayuda a concluir que durante el neolítico se incluyeron varios vegetales en su alimentación”, señala Eulàlia Subirà.

La investigación también permite reforzar la idea de que los canes jugaron un papel muy importante en la economía de las poblaciones neolíticas, guardando rebaños o vigilando los asentamientos. Quizás esta relación vital los convirtió en compañeros también en la muerte o como símbolos a los rituales funerarios, concluyen los investigadores en el artículo.

El equipo de investigación participante en el estudio está formado por los arqueozoólogos Silvia Albizuri, Jordi Nadal (SERP-UB) y Patricia Martín (IPHES y SERP),  por los arqueólogos Juan Francisco Gibaja (Instituto Milà y Fontanals, IMF-CSIC); Araceli Martín Cólliga (Servicio de Arqueología y Paleontología de Cataluña), Xavier Esteve, Xavier Oms (SERP-UB), Miquel Martí, Roser Pou y por los biólogos Eulàlia Subirà y Diego López-Onaindia (UAB).

UAB