El análisis de la actividad cerebral en personas que reciben tratamientos falsos para el dolor revela que los efectos placebo o nocebo están modulados por el cerebro en función de lo que pensamos sobre los tratamientos recibidos, según una nueva investigación publicada en The Journal of Neuroscience.
Los científicos conocen el efecto placebo desde hace más de 400 años, pero todavía no terminan de entender por qué los pacientes que toman una terapia ficticia, como una pastilla de azúcar, experimentan una remisión de su enfermedad, conocida como efecto placebo.
También siguen desconcertados por el fenómeno opuesto: cuando a los pacientes se les dice que un medicamento (en realidad un placebo) tiene un efecto secundario dañino, sienten en sus cuerpos esos supuestos efectos secundarios nocivos, llamado efecto nocebo.
La nueva investigación se suma a otras anteriores que han confirmado que, tanto el efecto placebo como el nocebo, se manifiestan en el organismo debido a determinados comportamientos cerebrales.
El nuevo estudio proporciona la mirada más detallada hasta ahora sobre cómo responde el cerebro a estos efectos, destacando especialmente una paradoja que afecta al centro cerebral del dolor, señalan los investigadores sobre su trabajo.
Paradoja cerebral
Según la nueva investigación, las terapias simuladas y los efectos secundarios falsos impactan en el tallo cerebral, que es el centro del dolor en el cerebro, aunque ese impacto se produce de una forma paradójica.
En el efecto placebo, el cerebro disminuye la información sobre el dolor en unos circuitos neuronales específicos y aumenta la capacidad de inhibición del dolor en otras neuronas especializadas.
En el nocebo, sucede todo lo contrario: el cerebro utiliza los mismos circuitos, pero para aumentar la actividad de las neuronas que reflejan la sensación del dolor y para reducir al mismo tiempo las señales de inhibición. Así sentimos lo que realmente no existe.
De esta manera se pone de manifiesto que dos estados mentales completamente subjetivos, como el placebo o el nocebo, tienen la complicidad del cerebro para que esos estados imaginarios se reflejen en el organismo, bien como alivio, bien como aumento del dolor.
Que el cerebro utilice el mismo mecanismo neuronal para inhibir o aumentar el dolor según nuestras creencias puede parecer contradictorio, pero los investigadores destacan al respecto que múltiples áreas del tronco encefálico funcionan de manera compleja cuando se trata de modular la sensación de dolor.
El experimento: gato por liebre
Para descubrir signos de los efectos del placebo y del nocebo en el cerebro, los investigadores llevaron a 27 participantes, 13 hombres y 14 mujeres, con una edad promedio de 23 años, a un laboratorio de la Universidad de Melbourne.
Conectaron un generador de calor al brazo de cada participante, que se calentó a una temperatura moderadamente dolorosa. Luego, los investigadores les dijeron que aplicarían una de tres tipos de pomadas sobre la piel afectada por el calor.
Una pomada, etiquetada como lidocaína, servía para aliviar el dolor. Otra pomada, etiquetada como capsaicina, aumentaba el dolor por generar más calor.
Respecto a la tercera pomada, se dijo a los participantes que era neutra y que se aplicaba como forma de controlar los posibles efectos de las anteriores, pero que no tenía ningún sentido terapéutico.
Solo vaselina
Las tres pomadas eran en realidad grasa mineral (vaselina), sin ninguna efectividad terapéutica para el dolor.
Eso significa que cualquier diferencia percibida en el dolor por parte de los voluntarios, solo podría proceder del aumento o disminución imaginaria de la percepción del dolor (efecto placebo o nocebo).
El resultado del experimento fue que la mayoría de los participantes en el estudio experimentaron tanto el efecto placebo como el nocebo, en función de la pomada aplicada.
Además, un tercio informó que sentía menos dolor después de la aplicación de la pomada supuestamente analgésica, mientras que un poco más de la mitad dijo que había sentido más dolor cuando se aplicó la pomada que supuestamente intensificaba el calor sobre su brazo.
Mirando sus cerebros
Mientras los participantes recibían un tipo de pomada, los investigadores observaron la actividad de sus cerebros con una máquina de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) de alta resolución, para detectar qué partes estaban más activas en cada momento del falso tratamiento.
Los resultados de la resonancia magnética funcional del tronco encefálico revelaron con precisión una actividad alterada en los núcleos moduladores del dolor cuando se observaron mayores efectos placebo y nocebo en los participantes.
Estos resultados revelan el papel del tronco encefálico en la modulación del dolor y pueden ofrecer una ruta para futuros tratamientos del dolor crónico, destacan los investigadores.
Mejores terapias para el dolor
Los médicos han utilizado tradicionalmente el método de colocar impulsos eléctricos en el tronco encefálico, llamado estimulación cerebral profunda, para tratar el dolor crónico, pero no se ha logrado un éxito claro, destaca al respecto la revista Science.
Parte del problema es que es imposible determinar exactamente qué parte del tronco encefálico es responsable de regular el dolor.
El nuevo estudio podría ayudar a precisar los objetivos de estímulo y sugerir futuros tratamientos para el dolor crónico, según los investigadores.
En cualquier caso, se necesitará todavía más investigación para comprobar que este estudio de laboratorio es válido en el mundo real, advierte Science.