El cerebro no solo juega con nosotros cuando queremos revivir una experiencia, fabricando recuerdos con detalles sacados de otras vivencias, sino también exagerando aspectos de la realidad para evitar que dudemos de lo que estamos viendo.
El cerebro es capaz de retener información y de recuperarla ocasionalmente: eso nos permite recordar experiencias vividas o ideas que nos ayudan a tomar decisiones acertadas.
En realidad, el cerebro no guarda un fichero con los datos relativos a una experiencia, como el color de las paredes de la habitación donde hemos jugado con nuestra hija.
Lo que realmente hace es almacenar el impacto que una experiencia ha tenido en las neuronas, en cómo ha afectado al cerebro lo que hemos vivido.
No hay video del pasado
Cuando queremos recordar esa experiencia, el cerebro no saca un video de lo que vivimos, sino que recupera la huella que dejó en las neuronas y a partir de ese impacto, nosotros revivimos en la imaginación el rato que estuvimos jugando con nuestra hija. Y volvemos a disfrutar de esos momentos.
Dado que este es el procedimiento de la memoria, frecuentemente confundimos los recuerdos porque nunca podemos revivir el pasado con la misma precisión de la propia experiencia.
Como el cerebro tiene que recuperar los patrones neuronales que se originaron con la experiencia cada vez que queremos recordar algo, a veces se filtran otros recuerdos y a veces la información no es completa, porque no todo lo que ocurre se registra siempre en el cerebro: por eficiencia ignora lo accesorio.
Es más, el cerebro nos oculta estas deficiencias de los recuerdos y, para que no nos demos cuenta, rellena lo que falta del rato que estuvimos jugando con nuestra hija con trozos de otras memorias similares, para que revivamos una experiencia tan emotiva como si toda ella hubiera ocurrido realmente.
Caos de la memoria
Esta habilidad cerebral, perfectamente conocida por la neurociencia, ha abierto la posibilidad de fabricar recuerdos falsos en una persona, así como de cambiar un recuerdo traumático por otro agradable, para conseguir que una persona puede ser más feliz en su vida después de un episodio trágico.
Se ha podido establecer incluso que el 25 por ciento de la población es susceptible de asumir recuerdos imaginarios, mediante recursos que desvelan lo fácil que es engañar a la memoria.
Todo este caos de la memoria explica una escena corriente en escenarios familiares: muchos recuerdan un episodio pasado, pero cada uno añade matices que otros niegan o que incluso contradicen el recuerdo de los demás.
Al ser algo subjetivo, cada uno introduce factores personales que distorsionan la posibilidad de estar seguros de que lo que estamos recordando ocurrió realmente tal como lo imaginamos años después. Imposible saberlo con certeza.
Exagerando diferencias
Una nueva investigación ha descubierto ahora otra de las trampas que hace el cerebro para fabricarnos recuerdos que satisfagan nuestras expectativas: exagera la diferencia entre eventos similares para no confundirlos y recordarlos mejor.
Por ejemplo, si conocemos a dos hermanos gemelos y no sabemos diferenciarlos muy bien, puede que nos demos cuenta de que uno es un pelín mayor que el otro. En ese caso, lo que hace el cerebro es exagerar esa diferencia en la memoria para que, cuando los veamos juntos, uno parezca mucho mayor que el otro y eso nos permita saber rápidamente quién es cada uno.
Según los autores de esta nueva investigación, publicada en la revista The Journal of Neuroscience, esta distorsión de la memoria es un comportamiento adaptativo para resolver la interferencia que se produce entre recuerdos (por ejemplo, cuando vemos dos hermanos gemelos) y recordar mejor las experiencias vividas.
Los investigadores llegaron a esta conclusión mediante una serie de ejercicios practicados a una treintena de participantes (la mayoría mujeres), al mismo tiempo que se registraba su actividad cerebral mediante imágenes de resonancia magnética (MRI).
Complicidad neuronal
Se centraron espacialmente en la corteza parietal, que es donde se llevan a cabo la mayor parte de los procesos preceptivos y donde se organiza la información que procesa el cerebro. También es donde se registran los patrones neuronales asociados a recuerdos concretos.
Los investigadores observaron que, cuando el cerebro exagera algún aspecto de una experiencia, también se refleja en la corteza parietal, que se activa especialmente cuando nos dibuja en la imaginación un gemelo mucho más alto que lo que es en realidad. La corteza parietal es cómplice del engaño.
Asimismo, apreciaron que la exageración no es un fenómeno frecuente, sino que tiene que ver con una cierta cualidad del recuerdo. Cuando no es necesario marcar diferencias, el cerebro es más fiel a la realidad al permitirnos recordar algo. Exagerar es solo una habilidad para consolidar recuerdos y evitar confusiones. Pero es bueno saberlo.