¿El ámbar engaña a los paleontólogos?

Cuando se contempla un anillo o unos abalorios elaborados con ámbar, la mayoría de veces se piensa en su valor estético o económico. Para los científicos, estas piezas de resina fósil –capaces de conservar insectos atrapados en épocas remotas– son también una ventana abierta para descubrir la biodiversidad del planeta hace millones de años. Sin embargo, un nuevo estudio cuestiona si el ámbar puede realmente reflejar de manera detallada la diversidad de la vida de los ecosistemas terrestres ya desaparecidos.

El artículo de la revista PNAS revela las limitaciones de la información derivada del ámbar. / UB

Las piezas de ámbar no pueden representar la complejidad de la comunidad de artrópodos de los bosques del pasado, apunta un estudio publicado en la revista PNAS que se ha llevado a cabo en los bosques de la isla de Madagascar. Los científicos de España, Alemania y EE UU se trasladó a estudiar in situ el proceso de captura de artrópodos por gotas de resina de la planta Hymenaea verrucosa, una angiosperma leguminosa resinífera que se encuentra en los bosques de las tierras bajas de la isla africana.

“La conservación en ámbar de restos de plantas y de artrópodos, principalmente insectos y arañas, es única”, dice Mónica M. Solórzano Kraemer, del Instituto de Investigación Senckenberg de Frankfurt (Alemania), y primera firmante. “En algunas ocasiones –subraya–, podemos encontrar incluso los artrópodos interactuando entre ellos o mostrando uno de sus comportamientos vitales fosilizado”.

El ámbar es una ventana abierta a los bosques del pasado, pero “siempre se ha sospechado que lo que vemos a través de la resina fósil es muy incompleto para reconstruir las especies que los habitaban y sus características ecológicas: intentar averiguarlo con rigurosos datos en la mano nos impulsó a viajar a Madagascar”, detalla Enrique Peñalver, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).

Pero para los científicos no fue fácil encontrar las áreas con los árboles resiníferos para poder recolectar resina llena de organismos atrapados y poner diferentes tipos de trampas de insectos. “Al llegar a los bosques malgaches fue emocionante observar con detalle el mismo proceso que tuvo lugar en la República Dominicana y México hace entre unos 22 y 15 millones de años atrás. Perdidos en Madagascar, pudimos ver las primeras fases del origen de una materia de valor gemológico que contiene muchos datos científicos sobre la evolución de los artrópodos”, declara Xavier Delclòs, científico en la Facultad de Ciencias de la Tierra y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona.

“Si el ámbar nos engaña en algunos aspectos, vamos a averiguar cómo nos engaña y así corregir nuestra visión del pasado”, puntualiza Peñalver

Desde el año 2013, este equipo científico recoge en los bosques de Madagascar muestras de resina de estos árboles y captura los insectos, arácnidos, miriápodos y crustáceos terrestres asociados. En total, se ha obtenido una colección de unos 20.000 ejemplares de artrópodos de los bosques malgaches. El objetivo final era comparar lo que la resina había atrapado con los organismos que abundaban en el medio.

Lo que el ámbar dice del pasado

“Éramos conscientes de que habíamos realizado una especie de viaje al pasado, pero el objetivo principal era obtener abundantes datos que pudiéramos comparar de forma estadística para resolver esta incógnita: si el ámbar nos engaña en algunos aspectos, vamos a averiguar cómo nos engaña y así corregir nuestra visión del pasado”, puntualiza Peñalver.

Un bosque presenta ambientes muy diversos y el ecosistema boscoso no es la simple suma de lo que ocurre en cada árbol. Según explica Delclòs, “el resultado principal del estudio indica que a través de la “ventana” representada por el ámbar, prácticamente solo se observa lo que pasaba en el árbol, desde el suelo e incluyendo el tronco, pero no se obtiene una representación de la comunidad de artrópodos del bosque en su conjunto. En otras palabras: Es como si los árboles no nos dejasen ver el bosque”.

La interpretación del pasado o de los fósiles que nos ha legado no es una tarea sencilla y suele exigir análisis complejos a partir de grandes bases de datos. El nuevo estudio revela las limitaciones de la información derivada del ámbar. Por ello, el artículo abre nuevas perspectivas para comprender mejor el registro fósil, también en ámbar mucho más antiguo y originado por gimnospermas (por ejemplo, el ámbar de España de hace 105 millones de años o el ámbar del Báltico de hace 44 millones de años).

“Estos resultados no son desalentadores, sino que representan una oportunidad para mejorar los estudios que se realizan sobre el ámbar”, subraya Solórzano, que concluye que existen otras fuentes de datos –la paleoclimatología, el polen fosilizado en las rocas que contienen el ámbar– que debemos integrar en nuestros análisis para poder ver el bosque”.

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