“Durante el confinamiento la violencia sexual siguió ahí, pero adoptó otras formas”

La pandemia ha tenido un impacto negativo en el bienestar, autonomía y salud de las mujeres expuestas a la violencia de género, y también en aquellos menores que conviven con ellas. La catedrática de la Universidad de Alicante y experta en este problema social explica la necesidad de afrontar las posibles futuras crisis de forma más eficiente para mantener la atención a las víctimas.

Carmen Vives Cases, catedrática de Medicina Preventiva en Salud Pública de la Universidad de Alicante. / Foto cedida por la investigadora

Carmen Vives Cases, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante, nos cuenta cómo las consecuencias económicas y sociales derivadas de las medidas adoptadas para contener la covid-19 —confinamiento, cese de actividades económicas y educativas— han intensificado la presencia de estresores relacionados con este tipo de violencia, como la inestabilidad económica, la limitación de acceso a recursos sociosanitarios o la convivencia continuada con los agresores.

¿La violencia de género es una epidemia en España?

El término ‘epidemia’ se aplica tradicionalmente a las enfermedades infecciosas y, afortunadamente, esto no es una patología transmisible. Sin embargo, por las dimensiones que ha adquirido —no solo en España sino también en el mundo—, sus diferentes formas y su afectación a diversos colectivos, estamos hablando de un grave problema de salud pública, que ha existido tradicionalmente. Y si bien sobre él se han hecho diferentes políticas e intervenciones, muchas de ellas reseñables, sigue manifestándose con cifras alarmantes.

La violencia que conocemos es solamente la que se detecta y la que se declara. Es decir, no se actúa si las personas afectadas no lo cuentan o si el colectivo de profesionales no trabaja en su prevención y tratamiento

Carmen Vives Cases

¿Cómo influyó una situación como el confinamiento sobre la violencia sexual?

Durante los meses de confinamiento se observó un aumento de la violencia psicológica y sexual, lo que se tradujo en un incremento de demandas de atención psicológica, de acompañamiento y de escucha y de ayuda para cubrir las necesidades básicas de las mujeres y sus hijos e hijas (vivienda, alimentación…).

No obstante, una de las consecuencias más importantes de las medidas de prevención de la covid-19 es que la capacidad de los servicios especializados que no implican una atención de urgencia (detección, campañas de visibilización o concienciación) cayó en picado con la pandemia. El mensaje era ‘quédate en casa’, por lo que evidentemente las personas —y también los profesionales— dejaron en segundo lugar todo lo que no fuera coronavirus.

Todo esto ha tenido graves consecuencias porque la violencia que conocemos es solamente la que se detecta y la que se declara. Es decir, no se actúa si las personas afectadas no lo cuentan o si el colectivo de profesionales no trabaja en su prevención y tratamiento.

mujer encerrada en su casa

La peor situación se daba en las mujeres que convivían todavía con sus agresores. / Pixabay

¿Y cómo afectó esto a las denuncias realizadas durante el encierro?

Es llamativo que aunque de marzo a junio de 2020 las denuncias por violencia de género en nuestro país disminuyeron un 35 % en comparación con el mismo periodo un año antes, los casos atendían a situaciones muy graves de violencia física, psicológica o sexual —en una proporción muy superior a la que se daba antes del confinamiento—.

La peor situación se daba en las mujeres que convivían todavía con sus agresores. Además, muchas se vieron obligadas a desarrollar estrategias de mitigación de conflicto, algo que se ha observado también en otros países. Es decir, que la mayor parte de las amenazas, humillaciones o insultos quedaron mitigados.

Las acusaciones se produjeron sobre todo en aquellas que estaban en situaciones de vulnerabilidad social, sin apoyos, con hijos dependientes a su cargo u otras denuncias previas sobre otras parejas agresoras o si sus agresores ya tenían antecedentes de maltrato sobre otras parejas. Estos contextos sociales hicieron que, a pesar de las medidas de distanciamiento, de que tenían muchas dificultades para salir de casa o estaban obligadas a vivir con ellos, pusieran una denuncia.

De marzo a junio de 2020 las denuncias por violencia de género en nuestro país disminuyeron un 35 %, pero los casos atendían a situaciones muy graves de violencia física, psicológica o sexual

Carmen Vives Cases

¿Cómo ha sido la respuesta sanitaria a las víctimas durante la pandemia?

Lo que ha pasado con la violencia de género en realidad ocurrió con todos los problemas que no eran el coronavirus. El servicio sanitario, aunque normalmente sirve como apoyo importante en la lucha contra la violencia de género, en los primeros meses no lo fue. Los casos de violencia de género no llegaron; pero eso se debió a que tanto la atención primaria como la hospitalaria se reorientó exclusivamente a la covid-19.

Durante el confinamiento se pasó de una sanidad centrada en el individuo a una centrada en la enfermedad. Además, había miedo a contagiarse y la idea de no ir si no era algo urgente. También se ha comprobado que la capacidad de respuesta ante la violencia mermó por otros factores que vienen arrastrados desde hace mucho tiempo, como la falta de recursos o apoyo.

Con respecto a los más jóvenes, ¿ha aumentado en los últimos meses el acoso sexual en esta población?

En un estudio cualitativo dirigido a profesionales de la salud y jóvenes de 18 a 35 años hemos encontrado diferencias muy interesantes. Mientras los trabajadores sociosanitarios consideran que la violencia sexual aumentó y se intensificó en gravedad (por las demandas que recibieron), los jóvenes tienden a pensar que disminuyó (ya que para ellos este tipo de violencia se produce en lugares de ocio, como una salida nocturna).

Pero no es así, ya que depende de la violencia sexual de la que hablemos. La que aumentó fue precisamente la que se dio en las relaciones de pareja, pero también en el entorno digital. Los contenidos intimidatorios e inapropiados a través de redes sociales o mensajería o amenazas y humillaciones relacionadas con la vida sexual de la víctima en los medios virtuales aumentaron igualmente durante el confinamiento. En definitiva, la violencia sexual siguió ahí, lo que pasa es que adoptó otras formas.

chica sola en un parque

Los contenidos intimidatorios e inapropiados en el mundo virtual aumentó durante el confinamiento. / Pixabay

¿Qué se puede hacer para mejorar la situación en nuestro país?

Es fundamental que los servicios que existen de atención a los casos de violencia de género cuenten con los recursos, el apoyo y los protocolos necesarios para seguir trabajando en situaciones de crisis como las vividas. De lo contrario, cuando ocurre algo como la covid-19 el sistema colapsa.

Por otro lado, los profesionales hasta ahora habían desarrollado muchas de sus actividades confiando en lo presencial. Pero durante la pandemia comprobaron que debían cambiar las estrategias. Y para hacer ese cambio se necesita formación, no puede hacerse de la noche a la mañana en algo tan grave.

Es fundamental que los servicios que existen de atención a los casos de violencia de género cuenten con los recursos, el apoyo y los protocolos necesarios para seguir trabajando en situaciones de crisis como las vividas

Carmen Vives Cases

¿Existe un perfil de las víctimas de violencia de género en España?

No, pero hay una diferencia clave a tener en cuenta. Durante años hemos visto que la violencia interactúa también con las circunstancias sociales de las personas. Por ello, cuánto más adverso es el contexto social (nivel educativo más bajo, situación socioeconómica más deprimida, ser de una minoría étnica o población inmigrante), sus dificultades de salir de una situación de violencia son mayores. Porque cuando se deciden a romper con ello y denuncian, se encuentran en una situación muy grave. Por supuesto, en otros colectivos se está dando también, pero en esos casos suele denunciarse y tomar medidas antes.

La ley orgánica de violencia de género en España, de 2004, fue pionera en su momento. ¿Cree necesaria una actualización?

Nuestra ley es una de las más completas de Europa. El problema no es el texto, aunque habría que pensar en mecanismos para involucrar activamente a los hombres en la lucha contra la violencia de género. Porque en estos documentos solo aparece como maltratador, y eso no es cierto.

De la misma forma, también es importante que englobe otras realidades que se están dando, como la población adolescente, y que se extienda más allá del ámbito de la pareja, ya que la mayor parte de las situaciones de acoso se producen en otros contextos, como el laboral o el académico.

¿Cómo crees que evolucionará este grave problema en los próximos años?

El dato positivo es que ahora la violencia se denuncia más, se reconoce más y además cada vez son más visibles las diferentes formas en las que se manifiesta. El dato negativo, sin embargo, es la magnitud que está adquiriendo en los jóvenes, tanto la violencia sexual como otras formas de violencia. Es espeluznante.

La violencia cada vez se denuncia más, se reconoce más y son más visibles las diferentes formas en las que se manifiesta. Sin embargo, la magnitud que está adquiriendo en los jóvenes es espeluznante

Carmen Vives Cases
Como experta creo que hay un trabajo importante que hacer de implicación de los hombres en la lucha contra la violencia de género. Porque prevenir la violencia implica también mostrar modelos de masculinidad alternativa, más activos en la lucha contra esta lacra y más proactivos a favor del feminismo. Esto es fundamental y podría cambiar un poco la situación que vemos en los más jóvenes.

Cifras en España de violencia de género y acoso sexual

En nuestro país, 9 de cada 100 jóvenes de entre 18 y 34 años han sufrido alguna forma de violencia sexual en el último año. La prevalencia global es mayor entre las mujeres (10,5 %) y en las nacidas fuera de España (12 %). Por sexo, la prevalencia es mayor entre los hombres con atracción no heterosexual (homosexuales: 14,2 % y bisexuales: 10,6 %) y en las mujeres con atracción bisexual (17,5 %).

Con respecto al acoso sexual, las mujeres tienen casi el doble de probabilidad que los hombres de experimentarlo3 (49 % frente a 22,2 %, en los últimos 12 meses). Además, entre hombres y mujeres heterosexuales, la prevalencia estimada es menor en cuanto a la observada entre personas bisexuales, gays y lesbianas (31,5 % vs 53 %, 39,2 % y 34,6 % respectivamente).

Un metaanálisis publicado recientemente muestra que el 9 % de los adolescentes han experimentado violencia sexual en el noviazgo. Esta prevalencia es más alta en chicas que en chicos, respectivamente (14 % vs. 8 %).

Según la última macroencuesta sobre violencia contra las mujeres, en España el 8,4 % de las mujeres que han tenido pareja alguna vez han sufrido violencia sexual. En las mujeres de 16 a 24 años, este porcentaje alcanza el 12,4 %, en comparación con el 8,9 % de las mujeres de 25 años o más.

SINC