Día Mundial del Escepticismo
December 20, 2019 El Mundo , NoticiasUn día como hoy, 20 de diciembre, pero de 1996, falleció Carl Sagan.
Es posible que los más jóvenes no sepan de quién hablo, pero los que ya tenemos unos años nos acordamos de aquella fantástica serie de televisión titulada “Cosmos: un viaje personal“, de la que él era el guionista principal y presentador. Muchos amigos y compañeros recuerdan, como yo, que toda la familia se reunía enfrente del televisor a disfrutarla. Y aunque es cierto que la serie se emitió en una época en la que sólo había dos canales de TVE (la primera y la “uachefe”), eso no quita que su éxito fuera mérito propio, tanto por contenido como por presentación.
Vi todos los capítulos asombrado de las imágenes y las historias tan increíbles que contaba, e hipnotizado por la música de Vangelis (“Heaven and hell“, “Alpha” y “Pulstar“). De él escuché por primera vez las palabras googol y googolplex; supe de la vida de astrónomos y astrónomas como Eratóstenes, Hipatia, Ptolomeo, Brahe (y su nariz de mirra y plata) o Kepler; conocí la historia de los cangrejos que por evolución artificial parecen samuráis; descubrí que hay planetas “cerca” de nosotros y, lo que era más fascinante para mi imaginación, ¡que somos capaces de mandar naves para explorarlos! Recuerdo a Carl Sagan hablando de los átomos, de los elementos de la tabla periódica y cómo las estrellas los crean; que la estrellas nacen y mueren; que en el Universo hay multitud de objetos y fenómenos maravillosos (¡y aterradores!): gigantes rojas, enanas blancas, agujeros negros, supernovas, púlsares, cuásares, estrellas de neutrones…; que el Universo tuvo un inicio al que le habían puesto el curioso nombre de Big Bang; que vivimos en un espacio-tiempo con 4 dimensiones (¡que grande la historia de “Flatland“!); que tal vez no estemos solos en el Universo, como la ecuación de Drake sugiere; y sobre todo recuerdo el colofón, añadido unos años después, titulado en inglés “A pale blue dot“… una emocionante reflexión sobre la condición humana y el Universo.
Pero Carl Sagan no solo habla de Ciencia a lo largo de los diferentes capítulos de la serie. Cuando habla de la destrucción de la antigua biblioteca de Alejandría, es también una crítica a la intolerancia, al fanatismo dispuesto a matar y destruir por una idea. Desde un punto de vista histórico, no está claro ni cómo, ni cuándo, ni quiénes la destruyeron, y por eso motivo la afirmación de Carl Sagan de que fue la comunidad cristiana la responsable creó cierta polémica y provocó el rechazo de los historiadores. Pero “se non è vero, è ben trovato” pues el relato es un pretexto perfecto para denunciar cualquier forma de pensamiento cerril, tan falto de argumentos y tan incapaz de convencer que tiene que callar por la fuerza a todos aquellos que dudan y muestran su escepticismo.
La vida de Kepler se convierte en las manos de Carl Sagan en un llamamiento al pensamiento sincero y valiente. Cuenta la historia de un hombre que, a pesar de estar guiado por prejuicios sobre cómo deberían ser los cielos, acaba descubriendo la verdad y, cuando eso sucede, no duda en abrazarla, renunciando a sus propias creencias.
When he found that his long cherish beliefs did not agree with the most precise observations, he accepted the unconfortable facts. He prefered the hard truth to his dearest delusions. That is the heart of science.
Tampoco vacila Carl Sagan en criticar abiertamente las pseudociencias, en particular, la astrología: el convencimiento irracional y anticientífico de que nuestro destino está determinado (total o parcialmente) por la posición de los astros al nacer. Pero no lo hace de forma visceral, no quiere caer en el autoritarismo fanático que él rechaza, lo hace desde el pensamiento crítico y científico.
También denuncia la falta de credibilidad del fenómeno OVNI. Presenta el caso Hill, supuestamente uno de los mejor documentados, en el que una pareja afirmaba haber sido abducida por extraterrestres, y lo examina con escepticismo. Y de nuevo, no lo hace con prepotencia ni desprecio, sino con la actitud honesta de quien está dispuesto a creer pero los hechos se lo impiden. Carl Sagan creía que existe vida inteligente en otros lugares del Universo pero no podía aceptar las historias sobre OVNIS. Quizás su libro “Contact” fuera una forma de consuelo y escribió en él lo que le habría gustado que pasara, como hizo su admirado Kepler en Somnium.
Es precisamente esta integridad intelectual, basada en la crítica y la razón, la que hoy, 20 de diciembre, se quiere destacar. Resulta sorprendente que, a pesar de la facilidad con que hoy día se puede acceder a información sobre casi cualquier tema, sigamos viviendo en un mundo donde la superstición, la pseudociencia, los falsos misterios y el dogmatismo son habituales. Mucha gente (y por desgracia, muchos de ellos jóvenes) cree en la astrología, numerología, ufología, homeopatía, espiritismo, grafología, parapsicología y otras muchas locuras que sólo sirven para que algunos charlatanes ganen dinero a costa de la desidia intelectual de otros.
La soledad, la incertidumbre o el miedo nos llevan a todos nosotros a buscar respuestas, soluciones, remedios, lo que sea con tal de eliminarlos o mitigarlos. Por eso me parece una iniciativa muy positiva la de hoy: un llamamiento a la búsqueda valiente de la verdad, sin sucedáneos, sin atajos… y a tener, como Carl Sagan, un viaje personal por el cosmos.