Confesiones de un cyborg: “A veces tengo dolor de antena”
April 29, 2018 Noticias , TecnologíaEl inglés Neil Harbisson veía todo gris y se implantó un dispositivo para escuchar colores. Lo siente un órgano más.
Neil Harbisson tiene 33 años, es un artista británico que vive en Nueva York y se crió en Cataluña. Padece una enfermedad congénita llamada acromatopsia que le impide ver colores y sólo le permite observar la vida en una escala de grises. Esta discapacidad lo llevó a convertirse en el primer ser humano fusionado genuinamente con la tecnología y aceptado por un gobierno como cyborg, así se definió al contar su historia en la última jornada de Campus Party, donde fue uno de los oradores frente a cientos de jóvenes.
Este cambio de vida radical para Neil Harbisson llegó en 2003, cuando conoció a Adam Montandon, por entonces un estudiante, durante una hablaba sobre cibernética. Esa charla inspiró a Harbisson, y al final del evento, se reunió con Montandon para llevar adelante un proyecto innovador: un sensor capaz de convertir las frecuencias de color en sonido.
Esa antena, que sale del hueso occipital de Harbisson y que le demandó cuatro intervenciones quirúrgicas, se llama “eyeborg” y ya lleva catorce años implantada en su cráneo. La antena cuenta con un receptor externo siempre orientado a donde Harbisson dirige la mirada. Gracias a un pequeño chip, el aparato es capaz de traducir las distintas frecuencias de la luz, la composición de los colores reales, en frecuencias audibles.
“A veces tengo dolor de antena, como uno puede tener dolor de cabeza, pero como no hay un remedio para el ‘dolor de antena’ tomo una pastilla para la cabeza y ya”.
Al año siguiente, este británico criado en Cataluña tuvo problemas con su pasaporte. El gobierno de su país no permitía que en la foto saliera con un dispositivo tecnológico. Por aquel entonces, Harbisson llevaba el primer prototipo de antena, que era una especie de cámara para deportes extremos, pero estaba en su cabeza.
Su reconocimiento por parte del gobierno británico le deparó una ardua batalla legal, en la que explicó que no llevaba la antena, sino que ésta formaba parte de su cuerpo, que era un órgano más. Las autoridades aceptaron finalmente su argumento y, de este modo, Harbisson pasó a ser considerado el primer cyborg de la historia reconocido de forma oficial.
“Cyborg viene de la unión de dos palabras: cibernética y organismo. Yo soy una unión entre las dos cosas. Yo siento que no estoy usando tecnología ni usando tecnología, sino que soy tecnología”, dice a Clarín.
Además de poder transformar los colores en sonidos, Neil puede conectarse con su antena a Internet. Incluso a la Estación Espacial Internacional para recibir las radiaciones cósmicas y así transformarlas en colores del espacio, extraterrestres, incomprensibles para el ser humano. “Mi sentido del color ya está fuera de este planeta. Soy un especie de senstronauta”, se define.
“En Italia, un abuelo me preguntó si lo que tenía en la cabeza servía para hacer capuchinos. La reacción frente a la antena en todos los lugares que he visitado no es la misma. Hasta la han relacionado con un selfie stick. Es interesante ver cómo la asociación que le dan a la antena cambia de acuerdo al contexto y el año. También hay algunos que se ríen y también tienen miedo. La gente piensa cualquier tipo de cosa menos que es un órgano para percibir colores”, dice.
Neil utiliza este sentido extraordinario para crear arte y una realidad promueve con su fundación los derechos de los cyborgs, para reglamentar quién tiene derecho a entrometerse en la cabeza de alguien que posea algún tipo de implante. “Es una agresión física de la misma forma que si alguien tira de la antena. Creemos que el derecho a diseñarte debe ser un derecho fundamental”, asegura.
Esta determinación surgió después que Neil sufriera un hackeo de su antena (o de él mismo), mientras estaba de viaje en Washington. El episodio tuvo lugar cuando intentó conectarse a una red local para poder recibir los colores del lugar. Pero alguien se entrometió sin su permiso y comenzó a bombardearlo con colores. “Supe que no era alguien de mi confianza porque habíamos acordado que nadie me iba a enviar colores, ya que solo tienen acceso cinco personas en el mundo. Fue divertido, aunque en otra situación podría haberlo pasado mal”, explica.
La antena no le dificulta bañarse, ya que es a prueba de agua. “Solo debo tener precaución en que no se ensucien las cuatro aberturas que tengo en la cabeza, para que no se infecten. Por eso uso un cepillo de antena”, asegura.
La vestimenta la elige de acuerdo a la melodía que pueden formar los colores. “Tengo una corbata que suena como una melodía de música electrónica”, afirma. Esta misma práctica también la utiliza a la hora de elegir sus alimentos. “Si voy a un mercado y ‘escucho’ un vegetal que suena muy bien, lo compro dependiendo del sonido. Hay algunos que no suenan bien. Lo mismo sucede con las bebidas, aunque si es un cocktail no importa, ja”, revela este confeso vegano.
“Cuando me implanté la antena no pensé en usar tecnología sino en convertirme en tecnología, ahora forma parte de mí como un órgano más. En la actualidad, y con mayor frecuencia en el futuro cercano, más personas decidirán cómo diseñar sus cuerpos, órganos y sentidos”, concluye Harbisson, el cyborg que sorprendió en Campus Party 2018.