Científicos en la sombra
January 1, 2019 El Mundo , NoticiasMuchos pioneros de la ciencia han pasado desapercibidos a lo largo de la historia por razones que van desde el sexismo a la rivalidad profesional.
Existen muchos héroes y heroínas de los que la mayoría desconocen sus nombres. No se encuentran en primer plano como Galileo Galilei, Leonardo da Vinci, Isaac Newton o Albert Einstein y, sin embargo, se trata de mentes brillantes cuyas fantásticas ideas ayudaron a cambiar el mundo.
Tres científicos, Alfred Wegener, Milutin Milankovitch y Vladimir Köppen, son un buen ejemplo de ello. Su trabajo tuvo un impacto profundo en nuestra visión y comprensión del mundo y el clima. Lamentablemente, hoy en día son poco conocidos.
Wegener, Milankovitch y Köppen produjeron investigaciones individuales y específicas innovadoras, pero los frutos de su colaboración llevaron a la producción de teorías globales generales que sustentan gran parte de las ciencias del clima y de la tierra en la actualidad. La clasificación climática global de Vladimir Köppen, la base de la mayoría de los sistemas actualmente en uso, combinó meteorología, climatología y botánica, por lo que las plantas fueron un indicador primario de las categorías y regiones climáticas. Wegener creó la teoría de la deriva continental que proporciona la base para la geofísica y la comprensión de los terremotos y la actividad volcánica. Milutin Milankovitch, un matemático serbio, y climatólogo, combinó los efectos de los cambios en las relaciones Sol / Tierra para determinar su papel en la variación de la cantidad de energía que llega a la Tierra y causa el cambio climático.
Sus ideas desafiaron las opiniones científicas predominantes y proporcionaron un marco para diversos patrones y evidencia, pero no identificaron los mecanismos subyacentes. Es similar al hecho de que Charles Darwin no sabía nada sobre el papel subyacente de la genética en la evolución biológica.
En el campo de las féminas, todos conocemos a Marie Curie pero, ¿cuántas científicas famosas de siglos pasados serías capaz de nombrar? ¿Y cuáles fueron sus descubrimientos?
Para la mayoría, la respuesta sería bastante corta. Por desgracia, las mujeres han estado muy poco representadas en el mundo de la ciencia y esto no quiere decir que el motivo fuese porque no hicieran ningún descubrimiento ni mucho menos, sino por el hecho de que sus descubrimientos han quedado casi olvidados debido a sus homólogos masculinos.
El sexismo en la ciencia no es un problema del mismo calibre hoy en día, aunque aún queda una gran brecha que salvar.
Lo cierto es que a muchas mujeres científicas en el pasado no se les dio el crédito que merecían por sus descubrimientos, que eran realmente innovadores: hacer observaciones, proponer hipótesis, probar experimentos y hacer todo el trabajo duro derivaba en ser despojado del mismo únicamente por su sexo.
Hoy recordamos a todas esas mujeres y hombres olvidados por la historia.
Rosalind Franklin (1920-1958)
Rosalind Franklin era una científica brillante, probablemente represente el caso más famoso de robo de un descubrimiento por parte de sus colegas masculinos. James Watson y Francis Crick obtienen todo el crédito por determinar la estructura del ADN, pero su hallazgo se basó en el trabajo de Rosalind Franklin. Cuando era un adolescente en la década de 1930, Franklin asistió a una de las pocas escuelas de niñas en Londres que enseñaba física y química, pero cuando le dijo a su padre que quería ser científica, rechazó la idea. Eventualmente cedió y se matriculó en la Universidad de Cambridge, recibiendo un doctorado en química física. Aprendió técnicas para la cristalografía de rayos X mientras estaba en París, regresando a Inglaterra en 1951 para trabajar en el laboratorio de John Randall en el King’s College de Londres. Allí hizo imágenes de rayos X del ADN. Casi había descifrado la estructura de la molécula cuando Maurice Wilkins, otro investigador del laboratorio de Randall que también estudiaba ADN, mostró una de las imágenes de rayos X de Franklin a James Watson. Watson rápidamente descubrió que la estructura era una doble hélice y, con Francis Crick, publicó el hallazgo en la revista Nature. Watson, Crick y Wilkins ganaron un Premio Nobel en 1962 por su descubrimiento. El trabajo de Franklin, sin embargo, quedó prácticamente sin reconocimiento. Murió de cáncer de ovario en 1958.
Gregor Mendel (1822-1884)
Probablemente conozcas a Gregor Mendel como el hombre pionero en la ciencia de la genética. Sus estudios derivarían en las llamadas leyes de Mendel que dieron origen a la herencia genética. Lo que probablemente no sabías era que antes de hacer su descubrimiento revolucionario, Gregor Mendel se marchó del colegio y se retiró a una vida tranquila como abad de un monasterio. Tenía un extenso jardín y allí Mendel pasó los siguientes siete años de su vida criando y cruzando guisantes. Documentó cuidadosamente su trabajo y desarrolló lo que eventualmente se conocería como las Leyes de herencia de Mendel. Luego lo escribió y lo publicó en una revista poco conocida, Journal of the Brno Natural History Society en 1866. Sin embargo, su vida siguió en el anonimato. Su trabajo fue leído por un exiguo número de personas e incluso después de ponerse en contacto con las mentes más elevadas de su tiempo y enviarles copias de su teoría, no hubo cambio alguno.
¿Por qué lo ignoraron? Porque las mejores mentes de su tiempo no podían entenderlo. No fue hasta 16 años después de su muerte cuando varios botánicos independientes (Hugo de Vries, Carl Correns, Erich von Tscherma y William Bateson) redescubrieron el trabajo de Mendel y la herencia genética pasó a un primer plano.
Vera Rubin (1928-2016)
La carrera científica de Vera Rubin ha estado llena de críticas y hostilidad por parte de sus colegas masculinos. A pesar de que sus propios profesores intentaron desanimarla para que se alejara de la ciencia, tras ser rechazada en el programa de astronomía de Princeton porque no permitían mujeres, Rubin consiguió su doctorado en la Universidad de Georgetown. Rubin demostró la existencia de la materia oscura. Pudo probar que existía 10 veces más materia oscura en el universo de lo que se pensaba anteriormente, confirmando la pionera hipótesis del astrónomo Fritz Zwicky a quien también se considera el descubridor de las estrellas de neutrones. Durante años, la observación de Rubin no recibió apoyo, ya que muchos de sus colegas masculinos la desacreditaron por el mero hecho de ser mujer. Sentían que sus descubrimientos eran imposibles bajo las leyes newtonianas y que Rubin tenía que haber cometido un error de cálculo. Sus tesis fueron criticadas e ignoradas, aunque la evidencia era irrefutable. A pesar del reconocimiento científico posterior, Rubin jamás recibió el Premio Nobel de Física (murió a los 88 años). Y como sabemos, estos premios no se pueden conceder póstumamente.
Alfred Wegener (1880-1930)
Este meteorólogo y geofísico alemán es uno de los grandes padres de la geología moderna. Vio el ‘ajuste’ de todos los continentes como piezas de un rompecabezas gigante, proponiendo la teoría de la deriva continental. También identificó el dinamismo y la ruptura a partir de un único continente llamado Pangea hace unos 300 millones de años que se dividió en dos continentes que llamó Gondwana (sur) y Laurasia (norte). La idea de que los continentes podrían moverse era incomprensible y, por lo tanto, comprender la idea de la tectónica de placas no se afianzó hasta la década de 1960, cuando se logró identificar el mecanismo de las células convectivas dentro del manto. La teoría de la deriva continental es totalmente aceptada y la base de la geología dinámica moderna.
Cecilia Payne (1900–1979)
Cecilia Helena Payne-Gaposchkin es otra de esas científicas que trabajó muy duro y cuyos sorprendentes descubrimientos fueron desacreditados por sus superiores masculinos en aquel momento. Se convirtió en la primera mujer en obtener un doctorado en astronomía en el Radcliffe College (que ahora forma parte de la Universidad de Harvard).
Tras publicar seis artículos y obtener su doctorado, su mayor contribución a la ciencia fue el descubrimiento de los elementos que componen las estrellas. ^Propuso que las estrellas estaban compuestas principalmente por hidrógeno pero… sus colegas masculinos no la creyeron. De hecho, la persona a cargo de revisar el trabajo de Payne, la persuadió para que no lo publicara porque su razonamiento era contradictorio al conocimiento estándar de la época. Curiosamente, este hombre, llamado, Henry Norris Russell, milagrosamente descubrió de qué partículas estaba hecho el sol y publicó sus propios documentos. Lógicamente recibió todo el crédito por el descubrimiento de la composición de las estrellas. Desde entonces, Payne fue básicamente ignorada de los libros de historia.
Henry Moseley (1887 -1915)
Henry Moseley hizo un trabajo fantástico e interesante, principalmente en el campo de la cristalografía y espectrografía de rayos X. En 1913, Moseley mostró algo que parece casi una obviedad hoy en día: que la posición relativa en la tabla periódica no es una cantidad esotérica inconmensurable, sino que el número atómico se debe a la carga en el núcleo. En aquellos días pensaban que el orden era simplemente un factor arbitrario para unir elementos similares, y aunque el orden estaba relacionado con la masa, no se daba siempre el caso. Por tanto, fue una sorpresa descubrir que no solo tenía una base física sólida, sino que se podía medir directamente el número atómico de un elemento. A través de este proceso, también confirmó que había lagunas en la tabla periódica, elementos faltantes, y que podía predecir su número atómico. Mendeleev había predicho 2 de estos elementos faltantes basados en la intuición de un químico, pero Moseley fue capaz de dar a estas predicciones una base teórica y predecir dos elementos más, que no se descubrieron hasta una década después de su muerte.
En ese momento, su trabajo fue aclamado como bastante revolucionario. Se pronosticó que Moseley obtendría un premio Nobel pero cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, se unió a las fuerzas armadas británicas como ingeniero de telecomunicaciones y menos de 4 meses después, un francotirador en Gallipoli lo mató de un disparo. Tenía 27 años. En este caso, la guerra fue quien enterró a este prometedor científico.
Chien Shiung Wu (1912–1997)
Chien Shiung Wu trabajó en el Proyecto Manhattan y el desarrollo de la bomba atómica. Su mayor contribución al mundo de la ciencia fue un descubrimiento que anuló una ley ampliamente aceptada en ese momento. Probar que una ley científica está equivocada es un gran problema, porque las leyes son las observaciones más ampliamente aceptadas y replicadas que existen. La ley era conocida como el Principio de Conservación de la Paridad, que es básicamente una forma muy complicada de probar la idea de la simetría, donde las partículas que son imágenes especulares entre sí actuarán de manera idéntica. Wu llevó a cabo varios experimentos con cobalto-60 que demostraron que la ley era incorrecta. Sus experimentos fueron increíblemente significativos ya que pudo demostrar que una partícula era más propensa a expulsar un electrón que la otra y que, por lo tanto, no eran simétricas. Su observación había anulado una creencia de 30 años y había roto la ley de conservación de la paridad. Yang y Lee, por supuesto, no registraron su observación y en su lugar ganaron un Premio Nobel por su “descubrimiento” de que la conservación de la paridad era incorrecta. Jamás se mencionó a Wu.
Ignaz Semmelweis (1818-1865)
Ignaz Semmelweis es reconocido como el creador del método antiséptico. En 1847, Semmelweis se encontró a cargo de dos clínicas de maternidad. La primera clínica era una escuela de enseñanza, con estudiantes de medicina que aprendían el parto, la autopsia y todo lo demás. La segunda, estaba destinada a mujeres que no podían pagar la atención médica y que recibía servicios de personal no especializado, ni siquiera estudiantes. Sin embargo, todas las mujeres de cualquier estatus social quería entrar en esta segunda clínica. ¿Por qué motivo? En la primera existía un 10% de posibilidades de morir de fiebre puerperal. Las mujeres literalmente tenían más posibilidades de sobrevivir a un parto en la calle que en la clínica en la que aprendían los estudiantes de medicina. Después de un estudio exhaustivo, Semmelweis descubrió que los estudiantes de medicina estaban cubiertos de coágulos de enfermedades de cadáveres, y que tal vez, deberían lavarse las manos entre la sala de autopsias y las salas de parto. Insistió en que los estudiantes realizaran un simple lavado con cloro después de manipular a los cadáveres e inmediatamente redujo la tasa de mortalidad al 2%. Su descubrimiento tuvo una increíble recompensa. Nadie entendía qué tenía que ver aquello de lavarse las manos con el hecho de que pudiera morir gente. Algunos médicos incluso se sintieron insultados porque acusaba a los estudiantes de medicina de estar lo suficientemente sucios como para matar personas. Se dio a la bebida. Acabó en un manicomio, donde le dieron una soberana paliza y acabó en un sótano oscuro; murió prácticamente por la misma enfermedad que había erradicado en su propio hospital. Pasaron 20 años hasta que Louis Pasteur diera la vuelta al concepto de lavarse las manos para evitar las enfermedades.
Emilie du Chatelet (1706 – 1749)
Emilie du Chatelet vivía la vida de una cortesana. Tuvo tres hijos. Sin embargo, a los 27 años, comenzó a estudiar matemáticas y luego se especializó en física. Este interés se intensificó cuando comenzó una aventura amorosa con el filósofo Voltaire, quien también sentía amor por la ciencia. Construyeron un laboratorio en la casa de du Chatelet, Chateau de Cirey, y, en una especie de competición, cada uno inició un ensayo sobre la naturaleza del fuego. La contribución más duradera de Du Chatelet a la ciencia fue su traducción al francés de los Principia de Isaac Newton, que todavía está en uso hoy en día. A los 43 años, se enamoró de un joven oficial militar y se quedó embarazada; por desgracia, murió por complicaciones en el parto.
Thomas Clarkson (1760-1846)
El nombre William Wilberforce es sinónimo de abolición de la esclavitud británica, pero fue Thomas Clarkson quien instigó la causa. Años antes de que la trata de esclavos fuera prohibida, Clarkson reunió pruebas para demostrar la inhumanidad de las condiciones de los esclavos al entrar sigilosamente a bordo de barcos de esclavos. Se convirtió en un objetivo para los propietarios adinerados que tenían esclavos e intentaron asesinarlo y parar su campaña. Solo cuando Clarkson se dio cuenta de que necesitaba a alguien en el gobierno para ayudarle en su empresa, el joven diputado se involucró y los hombres se hicieron grandes amigos. Sin embargo, después de la muerte de Wilberforce, los hijos del político escribieron una biografía que decía que Clarkson era solo un empleado que hacía recados para su padre. De nuevo otra figura oculta tras las sombras.
Caroline Herschel (1750 – 1848)
Herschel era poco más que el ama de casa de sus padres en Hannover, Alemania (más tarde se describiría a sí misma como la “Cenicienta de la familia”), cuando su hermano mayor, William, la trajo a Inglaterra en 1772 para dirigir su hogar en Bath. Su hermano se movió al campo de la astronomía y ella también. Además de ayudar a su hermano en sus observaciones y en la construcción de telescopios, Caroline se convirtió en una brillante astrónoma por derecho propio, descubriendo nuevas nebulosas y cúmulos de estrellas. Fue la primera mujer en descubrir un cometa (descubrió ocho en total) y la primera en tener su trabajo publicado por la Royal Society. También fue la primera mujer británica a la que se le pagó por su trabajo científico, cuando William, que había sido nombrado astrónomo personal del rey después de su descubrimiento de Urano en 1781, convenció a su patrón de que recompensara a su asistente con un salario anual. Murió en 1848 a la edad de 97 años después de recibir muchos honores en su campo, incluida una medalla de oro de la Royal Astronomical Society. Sin embargo, suelen ser los hombres Herschel los más aclamados y citados (William y su hijo John).
Ludwig Boltzmann (1844-1906)
Este pionero de la mecánica estadística y autor de la llamada constante de Boltzmann, tuvo la desafortunada suerte de nacer con un genio cerebral en el momento equivocado. En el siglo XIX, hubo un gran debate sobre la naturaleza de la materia. Boltzmann no solo tuvo la audacia de presuponer la existencia de átomos en un momento en que el modelo atómico todavía era controvertido entre los científicos, sino que también construyó cada una de sus brillantes teorías como si no hubiera ningún debate en absoluto. Fue pionero en el estudio de la termodinámica estadística. Su trabajo finalmente allanó el camino para el campo de la mecánica cuántica. Sin embargo, en aquella época, defender la existencia de los átomos era similar a defender la versión creacionista de los orígenes del hombre de hoy. Boltzmann se sintió avergonzado por su obstinado rechazo a ceder y por sus supuestas creencias materialistas. Incluso los científicos que originalmente estuvieron de acuerdo con él comenzaron a cuestionar la existencia de los átomos cuando su trabajo aparentemente socavó las leyes de la física.
La carga emocional de ser el único hombre con la verdad en el mundo, junto con lo que probablemente sería un trastorno bipolar no diagnosticado, resultó ser demasiado para Boltzmann, y acabó ahorcándose en 1906, solo tres años antes de que otro científico demostrara la innegable existencia de los átomos.
Nettie Stevens (1862–1912)
Ella y Edmund Beecher Wilson fueron los primeros expertos en describir las bases cromosómicas que determinan el sexo. Es la descubridora de los cromosomas XY. Sin embargo, la mayoría de los libros de texto apuntan a un hombre llamado Thomas Morgan como descubridor, aunque el descubrimiento en realidad fue hecho por Stevens. Estudió la determinación del sexo en gusanos de la harina y pronto se dio cuenta de que dependía de los cromosomas X e Y. Si bien se le reconoció que trabajaba para un hombre llamado Thomas Morgan, casi todas sus observaciones se realizaron de forma independiente. Para colmo, Morgan fue acreditado más tarde con el Premio Nobel por el trabajo de Nettie. Incluso poco después publicó un artículo en la revista Science diciendo que Nettie Stevens fue un técnico más durante todo el experimento, aunque -afortunadamente- se descubrió que esto no era cierto.
Alan Turing (1912-1954)
Este matemático excéntrico y excepcional, encabezó el equipo secreto de descifradores de código durante la Segunda Guerra Mundial que creó la máquina Enigma, un primitivo ordenador que podía descifrar los mensajes encriptados enviados por los alemanes. Su invención permitió a los británicos comprender la estrategia de Alemania y salvar miles de vidas. Pero después de la guerra sus logros permanecieron clasificados, y en 1952 fue condenado por un “acto de indecencia grave” por su homosexualidad. Como alternativa a la prisión, aceptó la castración química, y en 1954, trágicamente, se suicidó. En 2013, la Reina le concedió a Turing un perdón real póstumo que a todas luces llegó tarde. Hoy se reconoce a Alan Turing como el padre teórico del ordenador y el precursor de la inteligencia artificial.
Mary Anning (1799 – 1847)
Es la madre de la paleontología. Cazadora de fósiles desde pequeña, descubrió cientos, posiblemente miles de fósiles que ayudaron a los científicos a dibujar una imagen del mundo marino hace 200 millones a 140 millones de años durante el Jurásico. Halló el primer esqueleto de ictiosauro, el primer esqueleto de pterosaurio encontrado fuera de Alemania y algunos fósiles de peces importantes. Los científicos de la época viajaron desde lugares tan lejanos como la ciudad de Nueva York hasta Lyme Regis para consultar y buscar fósiles con Anning. El hecho de ser mujer y pertenecer a la clase baja fueron las poderosas razones por las que no pudo participar completamente en la comunidad científica británica de principios de siglo XIX, llena de ricos caballeros. De nuevo, por el hecho de ser mujer, y además, pobre.
Tenzing Norgay (1914-1986)
No es científico pero merece ser destacado en este recopilatorio. . Junto a Sir Edmund Hillary, el sherpa nepalés Tenzing Norgay fue una de las primeras personas en escalar el Monte Everest, pero nunca recibió el mismo nivel de reconocimiento por su logro. Después de alcanzar la cima del pico de 8.848 metros el 29 de mayo de 1953, el neozelandés Hillary, junto con el líder de la Expedición Británica John Hunt, fueron honrados caballeros, pero Tenzing recibió solo una medalla honoraria.
Ida Tacke (1896–1978)
Ida Tacke hizo grandes avances en los campos de la física química y la física atómica que fueron básicamente ignorados hasta que luego fueron “redescubiertos” por sus colegas masculinos. Primero, logró encontrar dos elementos químicos nuevos, el renio (75) y el masurio (43), que Mendeleev predijo que estarían en la tabla periódica. Si bien se le atribuye el descubrimiento del renio, es posible que te hayas dado cuenta de que no existe ningún elemento conocido como Masurio en el número atómico 43 ni en ningún otro lugar de la tabla periódica actual. Esto es así porque ahora se conoce como tecnecio, cuyo descubrimiento se atribuye a Carlo Perrier y Emilio Segre.
Durante la época de la primera observación, los colegas masculinos de Tacke sintieron que el elemento era demasiado raro y que desapareció demasiado rápido como para encontrarse de forma natural en la Tierra. Aunque la evidencia de Tacke fue clara, básicamente fue ignorada hasta que Perrier y Segre crearon artificialmente el elemento en un laboratorio y luego se les dio todo el crédito que ella Tacke se merecía. Además de esta injusticia, Tacke también publicó un documento que abrió la puerta a la idea de la fisión nuclear que luego sería asumida por Lise Meitner y Otto Stern. Su artículo, cinco años antes de su tiempo, describía los procesos fundamentales de la fisión, aunque el término aún no se había inventado.
A pesar de sus descubrimientos monumentales, el trabajo de Tacke fue básicamente ignorado.
Mary Somerville (1780 – 1872)
Intrigada por las “X” y las “Y” en respuesta a una pregunta matemática que vio en una revista de moda femenina, Mary Fairfax de Escocia, de 14 años, se adentró en el estudio del álgebra y las matemáticas, desafiando el mandato de su padre en contra de tales actividades. Sus estudios fueron paralizados durante un tiempo por su marido, pero después de su muerte, regresó a Edimburgo y se involucró en círculos intelectuales, asociándose con personas como el escritor Sir Walter Scott y el científico John Playfair, y reanudó sus estudios en matemáticas y ciencias. Su siguiente marido, William Somerville, con quien se casó en 1812, apoyó estos esfuerzos, y después de mudarse a Londres, Mary se convirtió en anfitriona de su propio círculo intelectual, que incluía al astrónomo John Herschel y el inventor Charles Babbage. Comenzó a experimentar con el magnetismo y produjo una serie de escritos sobre astronomía, química, física y matemáticas. Entre otras cosas, tradujo el Mecanismo de los cielos del astrónomo Pierre-Simon Laplace al inglés, y aunque no estaba satisfecha con el resultado, fue utilizado como libro de texto durante gran parte del siglo siguiente. Somerville fue una de las dos primeras mujeres, junto con Caroline Herschel, en ser nombradas miembros honorarios de la Royal Astronomical Society.
Bayard Rustin (1912-1987)
No es científico pero merece ser destacado en este recopilatorio. Rustin era un afroamericano que inspiró y enseñó a las figuras más destacadas del movimiento de los derechos civiles de EE. UU., incluido el mismísimo Martin Luther King. Habiendo crecido durante la Depresión, desde muy joven, Rustin hizo campaña por el cambio, inventando tácticas que inspiraron el posterior movimiento de masas que finalmente lo logró. Fue arrestado por protestar por asientos segregados en el autobús 13 años antes del famoso acto de desafío de Rosa Parks. Fundamentalmente, inspirado por Gandhi, en 1956 convenció al líder en ascenso Martin Luther King de que una política de protesta no violenta era vital para lograr la igualdad de derechos. Su plan funcionó, pero a medida que el movimiento cobró impulso, un rival político que conocía acerca de la homosexualidad de Rustin amenazó con acusar a este y a Martin Luther King de tener una aventura amorosa. Para proteger la causa, Rustin se escondió en las sombras, renunciando a su lugar en la historia por un burdo chantaje.
Jocelyn Bell Burnell (1943-)
Nacida en Irlanda del Norte en 1943, Jocelyn Bell Burnell descubrió los púlsares -remanentes de estrellas masivas que se convirtieron en supernovas- en 1967 cuando todavía era estudiante de posgrado en radioastronomía en la Universidad de Cambridge (Inglaterra). Bell Burnell descubrió las señales recurrentes emitidas por su rotación al analizar datos impresos en casi 5 kilómetros de papel desde un radiotelescopio que ella ayudó a ensamblar. El hallazgo resultó en un Premio Nobel. ¡Fantástico, ¿verdad? Lástima que el premio en física de 1974 se lo llevara el supervisor Anthony Hewish-Bell Burnell, y Martin Ryle, también astrónomo de la Universidad de Cambridge. El desaire generó una “ola de simpatía” hacia Bell Burnell pero, a pesar de esto, afirmó seguir sujeta a las actitudes predominantes hacia las mujeres en la academia.
“No siempre tuve trabajos de investigación (tareas administrativas, por ejemplo). Y fue extremadamente difícil combinar la familia y la carrera”, dijo Bell Burnell, en parte porque la universidad donde trabajaba no tenía disposiciones para la baja por maternidad.
Esther Lederberg (1922–2006)
La discriminación de género de Esther Lederberg consistió más en verse ensombrecida por su marido, Joshua Lederberg, que en ser maltratada o anulada por sus colegas masculinos. Si bien ambos jugaron papeles igualmente importantes, las contribuciones de Esther no fueron reconocidas, ya que Joshua ganó un Premio Nobel por sus observaciones. Ella fue la primera en resolver el problema de la reproducción de colonias bacterianas en masa con la misma geometría original. Su método era increíblemente simple en el sentido de que solo requería usar un tipo específico de terciopelo. Sus hallazgos fueron cruciales para avanzar en la comprensión de cómo se regulan los genes A pesar de lograr una gran cantidad de descubrimientos en biología y genética, su carrera científica fue una batalla cuesta arriba mientras luchaba por el reconocimiento de sus colegas. El gran beneficiado fue su marido; ella, a pesar de su diligente trabajo, sigue sin ser reconocida por muchos de sus increíbles hallazgos.
Lise Meitner (1878–1968)
El proceso de fisión nuclear fue un gran descubrimiento para el mundo científico, y pocos saben que una mujer con el nombre de Lise Meitner fue la primera en formular dicha hipótesis. Desafortunadamente, su trabajo se desenvolvió en medio de la Segunda Guerra Mundial, y se vio obligada a reunirse en secreto con un químico llamado Otto Hahn. Meitner presentó una teoría de que el átomo podría haberse descompuesto después del lanzamiento de bombas nucleares en lo que más tarde se supo que era bario. Esta idea tuvo enormes implicaciones para el mundo de la química y, trabajando con la ayuda de Otto Frisch, pudo explicar la teoría de la fisión nuclear. También hizo la observación de que no existía ningún elemento más grande que el uranio de forma natural y que la fisión nuclear tenía el potencial de crear enormes cantidades de energía. Los “hombres” ganaron un Premio Nobel por su “descubrimiento” en 1944 sin mencionar a Meitner. Como premio de consolación, el elemento número 119 lleva su nombre.
Henrietta Leavitt (1868–1921)
La astrónoma estadounidense Henrietta Leavitt ayudó a transformar nuestra manera de ver el universo. Sin sus hallazgos, es posible que personajes como Edward Hubble nunca hubieran podido estudiar el universo tal y como lo conocemos. Leavitt medía y catalogaba estrellas en el Observatorio de Harvard, uno de los pocos trabajos científicos permitidos a las mujeres y recibía 30 centavos por hora. Inmersa en esta labor distinguió un patrón entre el brillo de una estrella y su distancia de la Tierra y desarrolló la idea que permitió a los científicos determinar cómo de lejos estaba una estrella de la Tierra en función de su brillo. El propio Hubble utilizó su descubrimiento para la base de su trabajo pero, en vez de otorgarle el crédito a este gran descubrimiento, el director de Harvard se negó a hacerlo. Mittas Leffler la propuso para el Nobel de Física cuatro años después de morir. Harlow Shapley recibió el premio, jactándose de que merecía el mérito por haber interpretado sus hallazgos… Otra injusticia más.