Botsuana, el primer hogar de los humanos modernos

Un estudio reconstruye los primeros pasos de los ‘sapies’ anatómica- modernos y los sitúa en una región que hoy ocupan Botsuana, Namibia y Zimbabue.

Vanessa Hayes aprende a hacer fuego con cazadores de Namibia / Chris Bennett / Evolving Picture

Durante un largo periodo de tiempo, que comenzó hace 200.000 años, los antepasados directos de todos los seres humanos modernos (Homo sapiens sapiens) vivieron y prosperaron en las riberas del Lago Makgadikgadi, a lo largo de un territorio que hoy ocupa el norte de Botsuana, el este de Namibia y el oeste de Zimbabue. Esa primera población marca el comienzo del linaje genético L0, con el que todos los habitantes del planeta estamos relacionados al compartir una antecesora común. El L0 se divide por primera vez 70.000 años más tarde, cuando grandes grupos abandonan aquel primer hogar de la especie en busca de nuevas tierras, más allá de la cuenca del río Zambeze.

Así lo explica un equipo de científicos de diferentes disciplinas que ha colaborado para reconstruir los primeros pasos de los Sapiens modernos. Su trabajo, publicado este lunes en Nature, combina estudios etnolingüísticos, registros arqueológicos, modelos climáticos y el análisis de más de 1.200 genomas mitocondriales de los actuales habitantes de la región.

“Las diferencias genéticas comienzan al momento en el que comienzan a migrar”, señala Vanessa Hayes, profesora en las Universidades de Sídney (Australia) y Pretoria (Sudáfrica) y responsable de la investigación. “Hace 130.000 años vemos un primer grupo que se desplaza hacia el noroeste, mientras que 20.000 años más tarde hay una segunda división, mayor, esta vez en dirección al sur”.

Un tercer grupo permanecerá en la zona, emparentado directamente con los actuales pueblos khoisán. “Al contrario que los exploradores del noreste, los emigrantes del suroeste parecen haber tenido mas suerte, experimentando un crecimiento demográfico constante”, afirma Hayes. Las pruebas arqueológicas halladas en el extremo sur del continente apuntan a que el éxito de esa segunda oleada se basó en su adaptación a la alimentación marina.

HOGAR, PERO NO CUNA

Los autores subrayan que el estudio se centra en los sapiens anatómicamente modernos, una subespecie concreta que incluye a los seres humanos actuales y en la que es posible trazar una línea genética directa desde la población original hasta el presente, vía el ADN mitocondrial. “Hablamos de hogar, pero no de cuna”, matiza Hayes, “porque el estudio sólo se refiere a una población concreta, que sabemos que está relacionada con nosotros, pero que no es el principio de todo”.

En este sentido, Hayes recuerda que existen otros hallazgos que se remontan más atrás en el tiempo, como los restos de Jebel Irhoud en Marruecos (al menos 300.000 años de antigüedad). “Pero, hasta que no consigamos ADN de esos u otros esqueletos, es complicado especular sobre qué relación había entre ellos. En el futuro, arqueólogos y genetistas tendremos que colaborar para ir ensamblando las piezas del puzle”.

UN JARDÍN DEL EDÉN AFRICANO

Hoy en día, la región de Makgadikgadi está marcada por inmensos salares y grandes extensiones de sabana seca, pero, en otro tiempo, acogió una enorme masa de agua, con una superficie dos veces superior al lago Victoria. Hace 200.000 años, ese gran lago comenzó a dividirse, creando una vasta red de humedales que permitieron a la primera población de sapiens asentarse y crecer. 70.000 años más tarde, nuevos cambios en el clima provocaron la apertura de corredores de vegetación que impulsan las primeras exploraciones, marcando el inicio de la diversidad genética, étnica y cultural del Homo sapiens.

“Nuestras simulaciones sugieren que una ligera inclinación del eje de la Tierra cambió la radiación solar estival en el hemisferio sur, provocando modificaciones en las lluvias del sur de África”, explica el profesor Axel Timmermann, director del Centro de Física Climática de la Universidad Nacional de Pusan, en Corea del Sur. “Al comparar los registros climáticos con los genéticos vemos un mismo patrón: al aumentar las lluvias hace 130.000 años, se abre un gran corredor al noroeste, que coincide con esa primera diferenciación genética. 20.000 años después, identificamos un segundo corredor que permitió movimientos de población hacia el sur”.

EVA MITOCONDRIAL

En ese Edén africano habría vivido una Eva mitocondrial, concepto que los científicos emplean en referencia a la antecesora común más reciente de la especie, que transmitió las mitocondrias de las que descienden todas las actuales. “El ADN mitocondrial -que sólo se transmite por vía materna- actúa como una cápsula del tiempo que se remonta a las primeras antecesoras, acumulando cambios lentamente a lo largo de generaciones”, explica la doctora Eva Chan, del Instituto Garvan de Investigación Médica en Sídney, primera autora del artículo y responsable de los análisis filogenéticos.

Por eso, comparar el genoma mitocondrial de diferentes individuos proporciona a los científicos una herramienta para información clave sobre su origen y cómo se relacionan entre sí. En este caso, los autores han reconstruido 198 nuevos mitogenomas y recopilado datos de 1.000 ya existentes, todos ellos de habitantes actuales del África austral, lo que supone el mayor estudio sobre el ADN mitocondrial del linaje L0. “Hemos reunido toda la información disponible en las bases de datos sobre la población humana más antigua que se conoce”, explica Chan. “Eso nos ha permitido concretar nuestro árbol evolutivo desde las primeras ramas con la mayor precisión hasta el momento”.

De esta forma, se ha podido demostrar el aislamiento geográfico -y genético- prolongado de estos grupos de población al sur del río Zambeze. Partiendo de esos datos, del análisis de los genomas y del establecimiento de cronogramas, frecuencias y dispersiones mitogenómicas, es posible reconstruir las líneas genéticas hasta identificar en qué momentos y lugares se produjeron las grandes separaciones a lo largo de la evolución humana.

El Mundo