Bélgica declara a los libros ‘bienes esenciales’ y permite que librerías permanezcan abiertas

Ante el inicio inminente de una segunda etapa de confinamiento por causa de la covid-19, el gobierno belga toma medidas para proteger la salud mental de su población a través del acceso a los libros.

Rue de la Madeleine 55, Bruxelles, Belgique. Galerie Bortier (1847-48) Architecte : J.-P. Cluysenaar; Michel wal, CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons

En días recientes varios países europeos han comenzando a implementar medidas frente a un incremento en el número de personas contagiadas de covid-19. Luego de haber relajado algunas de las restricciones sanitarias durante el verano, la agudización de la movilidad social y el cambio de estación (con el consecuente descenso en la temperatura propio de la segunda mitad del año) han provocado un aumento significativo en la transmisión del coronavirus SARS-Cov-2, por lo cual, entre otras acciones, ha llevado a varios gobiernos a retomar el confinamiento, el cierre parcial de establecimientos (sobre todo aquellos que implican la reunión de muchas personas) y la restricción general de actividades en el espacio público.

Ahora, sin embargo, el confinamiento ocurre ya que se han tenido ciertos aprendizajes del primer periodo en que se impuso. Así, por ejemplo, en Francia han llegado al extremo de ajustarlo a un horario específico, un toque de queda (que posiblemente se extienda hasta inicios de diciembre) en el que ninguna persona puede salir de su casa entre 9 de la noche y 6 de la mañana del día siguiente, so pena de recibir una multa que va de los 135 a los 1,500 euros.

Con un espíritu más amable, el gobierno de Alexander De Croo decidió tomar en cuenta un reclamo que se hacía ya desde el primer confinamiento, al parecer justificadamente: que las librerías fueran consideradas negocios esenciales y, por lo tanto, pudieran permanecer abiertas.

Privilegiando la sensatez, para esta segunda etapa de confinamiento las librerías en Bélgica son tan esenciales como las tiendas de alimentos, las de materiales para reparaciones en el hogar o las farmacias. Entre otras razones, el vice primer ministro Georges Gilkinet afirmó que esta autorización se tomó en interés de la salud mental de la población residente en Bélgica.

Como era de esperarse, los libreros saludaron con beneplácito esta decisión, especialmente aquellos que sostienen o atienden librerías pequeñas o especializadas. Marc El Khadem, por ejemplo, encargado del apartado de ciencias humanas en la librería Tropismes, declaró al respecto a la agencia AFP:

De la misma manera que las tiendas de materiales de reparación se mantuvieron abiertas, parecía igual de obvio abrir lo que te permite reparar con las palabras y el pensamiento.

Y con igual elocuencia añade:

El libro corresponde a una necesidad manifiesta en un período de angustia, de incertidumbre, que remite a cada uno a su propia mortalidad, a la precariedad de la existencia; hay una voluntad de reflexionar más que de escapar.

Más allá de algunos pocos argumentos que podrían esgrimirse para apoyar su cierre (por ejemplo, la movilidad a la que obligaría en el caso del personal empleado en ellas), lo cierto es que las librerías lo tienen todo a favor para, en efecto, escapar a la severidad del cierre de ciertos espacios públicos: en ningún país son tan numerosas como otros negocios, nunca congregan tanta gente, es muy fácil mantener el aforo reducido, su mercancías no son riesgosas y, en un sentido positivo, los libros son uno de los mejores objetos para pasar el tiempo, incluso en las circunstancias más adversas (o sobre todo en éstas).

Después de todo un libro puede darnos horas y horas de distracción y entrenamiento (y posiblemente también de instrucción). Hay libros para todos los gustos, edades e intereses. A un libro se le puede llevar casi a donde sea, no requiere de baterías de algún otro aditamento para funcionar.

Como decíamos, los libros lo tienen todo a favor.

PijamaSurf