Así son los sentō, los clásicos baños públicos en Japón para purificar el cuerpo y el alma
September 3, 2022 Bienestar , NoticiasLa antigua tradición de los baños públicos en Japón está viendo un renacimiento único. Después de la pandemia, los clásicos ‘sentō’ están recibiendo públicos más jóvenes.
Ante la mirada occidental, quizá la forma más sencilla de entender el concepto de los sentō japoneses sería pensar en un sauna. Decenas de hombres y mujeres desnudos, en cuartos diferenciados, se sientan en silencio, disfrutando el agua caliente y el vapor que de ella emerge. A veces, según el presupuesto, aceites esenciales y hierbas perfuman el ambiente.
Sin embargo, la tradición del sentō se extiende desde siglos antes de las experiencias de bienestar occidentales. Más allá de una comodidad adicional en un gimnasio, la cultura de los baños públicos en Japón implica un espacio para interrumpir el torrente de obligaciones cotidianas y sencillamente descansar.
Un espacio de pausa
Desde 1947, la ley japonesa establece que los trabajadores tienen jornadas de 8 horas al día. Sin embargo, por la inmensa presión social de excelencia que se ha incrustado en la cultura del país, este parámetro se relega a un último plano. Aún a pesar de la altísima exigencia que viven los trabajadores en Japón, la cultura del descanso permanece.
Datados del período Heian (794-1185), los sentō japoneses se instauraron como espacios de purificación física y espiritual. Por ello, también, el silencio es un valor compartido entre los asistentes: nadie chapotea, nadie grita, nadie hace ruido. Quienes van a los baños públicos saben que tienen que respetar el espacio de restauración de los demás.
Generalmente, las casas de baños cobran una tarifa fija por visitante, establecida por el gobierno local. Todas ellas están diferenciadas entre hombres (男) y mujeres (女), a quienes se les recomienda pasar al baño antes de ingresar a las albercas. Más que nada, para evitar accidentes. Al entrar, una fila de llaves de agua caliente están disponibles para que las personas llenen las bañeras y entren a relajarse.
Es común que las personas se pongan una toalla pequeña en la cabeza, para quitarse el exceso de agua al salir. Casi nadie entra en traje de baño: por el contrario, tradicionalmente, a los sentō se ingresa completamente sin ropa. Sólo así, dice la tradición oral, se podrán recibir todos los beneficios.
Un renacimiento inusitado
Otra manera tradicional de disfrutar los baños públicos en Japón son los onsen: las aguas termales distribuidas a lo largo del país. En algunos casos, incluso los macacos nativos del archipiélago los disfrutan, como es el caso en Jigokudani. En cualquiera de sus tipos, el reinado de los sentō permaneció imperturbable durante décadas.
Como sucedió en otros espacios sociales, la crisis sanitaria por COVID-19 provocó el cierre de varios recintos dedicados al bienestar. Entre ellos, algunos de los más afectados fueron los sentō. «Una vez omnipresentes en áreas urbanas abarrotadas», documenta la AFP, «[…] están cerrando rápidamente».
SIN EMBARGO, LOS JAPONESES SE HAN NEGADO A RENUNCIAR A SU ESPACIO DE RESTAURACIÓN. UNA NUEVA GENERACIÓN DE ASISTENTES ESTÁN DÁNDOLE UN RENACIMIENTO A LOS BAÑOS PÚBLICOS TRADICIONALES EN EL PAÍS. Y LO QUE ES MÁS: «SE ESTÁN REINVENTANDO COMO LUGARES DE REUNIÓN DE MODA O UTILIZANDO EL ANÁLISIS DE DATOS PARA REACTIVAR EL NEGOCIO», SEGÚN LA COBERTURA DE LA AGENCIA NOTICIOSA.
Los sentō a las afueras de Tokio y otras ciudades grandes en Japón están renovando su estrategia. Como se están poniendo de moda entre los más jóvenes, le están abriendo las puertas a una generación que quiere un espacio alejado del bullicio capitalino. Los jóvenes productivos en Japón quieren descansar —y están trayendo un renacimiento inusitado a los baños tradicionales de su país.
Con ello, además, una forma centenaria de negocio familiar está revitalizándose también. Por visita, el gobierno de Tokio establece que la tarifa es de 500 yenes, documenta la AFP, que se traduce entre 3 y 7 dólares. La nueva generación de trabajadores japoneses no escatiman en dedicar esa parte de su salario a descansar:
«DÍA TRAS DÍA, MI MENTE ESTABA CANSADA. INCLUSO CUANDO IBA A CASA, NO PODÍA OLVIDAR EL TRABAJO», EXPLICA LA MUJER DE 36 AÑOS A LA AFP, QUIEN ESCRIBE PARA LA ASOCIACIÓN SENTO DE TOKIO.»ENTONCES FUI A UN SENTO POR PRIMERA VEZ EN MUCHO TIEMPO Y SENTÍ QUE ME LEVANTARON UN PESO DE ENCIMA. HABÍA UN BAÑO GRANDE Y LA GENTE ME SALUDÓ CARIÑOSAMENTE».
Con el apoyo de la fuerza trabajadora más joven, los baños públicos vuelven a florecer en las faldas del Fuji. Ni siquiera la pandemia, o las exigencias laborales en el país pudieron tirar la larga tradición de descanso que nutre las raíces de sus habitantes.