Así se extrae e importa agua en medio de la crisis hídrica
January 4, 2022 El Mundo , NoticiasEn tiempos de sequías nunca vistas, los agricultores de Estados Unidos la envían a todo el mundo en exportaciones de alimentos y ropa. La falta de normativa tiene la culpa. Mientras, Arabia Saudí o China compran parcelas en otros países para compensar la falta del líquido en sus territorios.
El valle de Sulphur Springs es un desierto azotado por el viento en el sureste de Arizona (EE. UU.), delimitado en tres lados por cadenas montañosas cubiertas de bosques conocidas como las islas del cielo. Se puede tardar una hora o más en coche entre los lugares habitados del valle, pero la comunidad allí está muy unida: muchos de los agricultores fueron a la misma escuela secundaria (al igual que sus abuelos), y hoy en día llevan su ganado a pastar en las llanuras y cultivan maíz, soja y uvas.
Todo esto depende de un acuífero que se encuentra debajo del valle. Esta capa de roca y tierra acumuló su humedad durante decenas de miles de años, en la temporada de monzones o cuando se derretía la nieve de las montañas cercanas. Durante generaciones, los agricultores, y muchos otros que han emigrado desde todo el país para hacer de este paisaje épico su hogar, han enverdecido su desierto cavando pozos a cientos de metros de profundidad y aprovechando el agua subterránea.
Sin embargo, en la última década, estos pozos empezaron a secarse. Si se mira más allá de las granjas se ve el porqué: miles de hectáreas de árboles bien organizados con nueces y pistachos, vastos campos de alfalfa y maíz, enormes rebaños de ganado lechero y filas de invernaderos que cultivan tomates cubren el desierto que antes había sido estéril. Esta enorme alfombra de agricultura industrial, con alimentos cultivados para la exportación a lugares de todo el mundo, requiere pozos profundos para sostenerse. Por cada 100 acres (40 hectáreas) aproximadamente, el propietario de una granja corporativa cavará un pozo de hasta 2.000 pies (610 metros) de profundidad y extraerá agua del antiguo acuífero de hasta 2.000 galones (7.570 litros) por segundo, a menudo las 24 horas del día. Las plataformas de perforación se parecen un poco a las que se utilizan para el petróleo.
Casi no existen regulaciones que rijan la extracción de agua subterránea en Arizona. Siempre que las granjas paguen una tarifa de permiso, pueden extraer todo lo que quieran.
Además de la demasiada extracción de agua del acuífero, Arizona (junto con el suroeste de Estados Unidos en general) está experimentando una de las peores sequías en cientos de años, probablemente impulsada por el calentamiento global. A medida que la región se vuelve más cálida y seca, lo que requiere más extracción de agua del acuífero, se filtra menos agua de los monzones o del deshielo para reponerla.
Lo que no obtenemos del ciclo del agua
En la escuela enseñamos a los niños sobre el ciclo del agua, en el que el agua se mueve de los océanos al cielo, a la tierra, a las cuencas de agua dulce y, finalmente, de vuelta a los océanos. En este caso, el agua que usamos nunca desaparece realmente.
Pero presentándolo así se pasa por alto algo importante: el ciclo del agua puede tardar décadas o cientos de años en completar una vuelta. Gran parte del agua dulce que usamos todos los días proviene del agua subterránea, que puede tardar cientos o miles de años en acumularse. Si usamos el agua más rápido de lo que se puede reponer, o la contaminamos y la tiramos a los mares más rápido de lo que el ciclo natural del agua puede limpiarla, este recurso se agotará con el tiempo.
Si, en cambio, el agua se considera como una sustancia limitada que se utiliza de la misma manera que el petróleo o el gas, rápidamente se ve su presencia en cada parte de la economía. Más del 70 % del agua que utilizamos se destina a la producción de alimentos, por ejemplo. Pero el agua también se usa para hacer de todo, desde camisetas hasta coches y chips de ordenador.
Si no pueden encontrar suficiente agua dentro de sus propias fronteras, la idea es: ¿por qué no simplemente importarla (dentro de los alimentos) de otro lugar?
Al igual que la huella de carbono, la huella hídrica puede ser un atajo útil para comprender el impacto ambiental de un producto, o el suyo propio. La huella hídrica de una taza de café ronda los 140 litros, por ejemplo. Se necesitan unos 15.000 litros para producir un kilogramo de carne. Un par de rebanadas de pan pueden necesitar 100 litros de agua. Un kilogramo de algodón (unos vaqueros y una camisa, por ejemplo) puede tener una huella de entre 10.000 litros y más de 22.000 litros, dependiendo de dónde se cultivó.
Esto significa que los países y las empresas, cada vez que comercian con bienes, están trasladando cantidades masivas de agua a través de las fronteras. Pero, debido a que la huella hídrica de los alimentos, de la ropa o de cualquier otra cosa nunca se reconoce en este comercio, el movimiento del agua en sí no puede regularse adecuadamente.
En parte por esta razón, los países más ricos como Arabia Saudí y China han comenzado a comprar terrenos en otros países para compensar su propia falta de agua dulce. Si no pueden encontrar suficiente agua dentro de sus propias fronteras, la idea es: ¿por qué no simplemente importarla (dentro de los alimentos) de otro lugar? El problema es que los sitios donde han estado comprando sufren estrés hídrico, incluidos los países del África subsahariana y el valle de Sulphur Springs en el suroeste de Arizona.
¿Por qué Arizona? Porque la tierra ahí es barata y está bien conectada con los aeropuertos, y porque las regulaciones sobre el uso del agua son casi inexistentes.
Estados Unidos es, de hecho, el mayor exportador de agua del mundo, según el profesor de derecho de la Universidad de Arizona y uno de los principales expertos del país en políticas de agua Robert Glennon, que calculó que, durante una reciente sequía severa, los agricultores del oeste estadounidense utilizaron más de 100.000 millones de galones (378.540 litros) de agua para cultivar alfalfa que luego se envió principalmente a China.
En todo Estados Unidos, el agua subterránea está regulada por la doctrina del “uso razonable”, que Glennon descarta como “un oxímoron de primer orden”. Esa política permite “el uso ilimitado del agua siempre que sea para un propósito razonable”, señala, “y todo es razonable… Es solo una fórmula para la explotación de los recursos”.
Más rápido de lo que pensamos
Es de esperar que esta sea una de las principales prioridades internacionales, pero no lo es.
La directora de política internacional en el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, Suecia) y defensora del agua desde hace mucho tiempo, Maggie White, resalta que, aunque el agua está en todas partes y es necesaria para todo, nunca se ha priorizado en las regulaciones porque no tiene su propia voz oficial de lobby. Las necesidades de agua de las industrias poderosas como la agricultura y la energía se priorizan sobre la gestión de los suministros globales de agua.
White me contó el rechazo que sufrió al tratar de que la crisis del agua se mencionara en los textos oficiales del Acuerdo del Clima de París (Francia) en 2015. El punto de fricción para muchos negociadores fue que los recursos hídricos se consideraban un problema local o nacional. Cuando se incorporaron a un acuerdo multilateral, se percibió que chocaban con las cuestiones de soberanía. El agua siempre ha sido una fuente de discordia entre países, por lo que algunos pueden pensar que hay una buena razón para mantener el agua fuera de la conversación; pero, sea cual sea la razón, cualquier discusión sobre el agua fue dejada de lado.
Para ver lo global que resulta la crisis inminente, se puede acudir al espacio. Desde su lanzamiento en 2002, la misión Gravity Recovery and Climate Experiment (GRACE) de la NASA ha medido cómo se mueve el agua en todo el mundo. Utiliza dos satélites, cada uno del tamaño de un coche, que pasa por la superficie del planeta y responde a los movimientos gravitacionales de las masas de abajo. Cuando los dos satélites se mueven sobre una tormenta de nieve o inundaciones, la atracción gravitacional de esa agua adicional acerca a los satélites a la superficie. Sobre áreas secas, los satélites se ven menos afectados. Al realizar un seguimiento de los altibajos de los satélites, los científicos pueden trazar un mapa de las regiones del mundo que están ganando o perdiendo agua con el tiempo.
Los científicos ya sabían que las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida se estaban derritiendo, pero GRACE demostró cuánto. Desde 2002, Groenlandia ha arrojado alrededor de 280.000 millones de toneladas métricas de hielo al año, lo que ha provocado que el nivel del mar global aumente en 0,8 milímetros por año. La Antártida perdió alrededor de 150.000 millones de toneladas métricas de hielo por año en el mismo período. Los glaciares de la meseta tibetana y de Alaska y el oeste de Canadá también se han reducido. GRACE reveló que más de la mitad de los principales acuíferos del mundo se estaban agotando, incluidos los del Valle Central de California (EE. UU.), el noroeste del Sahara, la península arábiga, la India, Pakistán y la llanura del norte de China.
Las dos causas clave: el uso excesivo de los suministros de agua subterránea por parte de los seres humanos y las sequías extremas provocadas por el cambio climático. La crisis climática y la crisis del agua están, por lo tanto, entrelazadas. GRACE demostró que las huellas humanas en aguas dulces son la fuerza dominante que cambia los patrones de disponibilidad de agua en todo el mundo, y que las amenazas a la seguridad del agua llegan más rápido de lo que se cree.
Los lugareños cuyas familias han vivido en el valle de Sulphur Springs de Arizona durante generaciones ya se han dado cuenta de esto. Con las fuentes de agua sobre el suelo secándose y con el acuífero que se va agotando, muchos de ellos no han tenido más remedio que dejar atrás sus hogares y granjas.