Aokigahara, el bosque de los suicidas

El Mar de Árboles localizado en Japón tiene el desdichado honor de ser el lugar donde más gente se suicida del país.

Aokigahara es el segundo lugar del mundo donde más personas acuden a acabar con su vida. El primero, es el popular puente Golden Gate de San Francisco (EE.UU.)

El Aokigahara es un bosque de 35 kilómetros cuadrados ubicado al noroeste del monte Fuji entre la prefectura de Yamanashi y la de Shizuoka, en Japón, a unos 100 kilómetros al oeste de Tokio. Este espacio natural de gran belleza, conocido como el bosque de los suicidios, posee un denso manto de pinos que atesora y oculta una larga historia de historias desafortunadas y mitología japonesa llena de demonios.

De hecho, existen poemas con 1.000 años de antigüedad que hablan de este rincón japonés como un ‘bosque maldito’. Tal es la afluencia de personas que acude cada año a quitarse la vida a este -tenebroso- bosque, que el gobierno instaló diversas señales de advertencia en varios idiomas para intentar cambiar la opinión de los que acuden por este motivo. Algunos de los mensajes dicen: ‘Tu vida es un hermoso regalo de tus padres. Por favor piensa en tus padres, hermanos e hijos. No te lo guardes. Habla de tus problemas’, ‘No sufras solo, antes, contacta con alguien’…

El gobierno japonés ha llegado incluso a clausurar ciertas zonas; el turismo solo está permitido en zonas vigiladas. Aún así, los suicidios siguen produciéndose, llegando hasta casi un centenar de muertes al año (aunque el gobierno se niega a dar cifras concretas, esta es la estimación).

Un antiguo bosque

A pesar de ser un escenario truculento no deseado, el bosque está repleto de árboles centenarios, formaciones de lava y cuevas subterráneas. Y es que la superficie del bosque está formada por una espesa capa de roca volcánica. Su formación se debe a las corrientes de lava de las repetidas erupciones del monte Fuji durante los años 800 y 1083, siendo la erupción del año 864 -que duró 10 días-, la que más contribuyó a crear lo que hoy conocemos como Aokigahara.

En su interior reina el silencio y la oscuridad, pues la vida silvestre es casi inexistente y la zona está llena de cavernas rocosas y frías. En este mar de árboles tan profundo es muy fácil perderse, de ahí que los excursionistas que ingresan en él suelan dejar cintas de colores atadas a los árboles para facilitar el regreso a los suicidas arrepentidos.

Algo más inquietante aún -si cabe-, es pasear por el bosque y ver los detalles a modo de recuerdo que los familiares de los suicidas depositan justo en la zona en la que acabaron con su vida. El escenario es desolador.

Desde la década de 1950 se han encontrado cerca de 500 cadáveres.

¿De dónde viene esta práctica histórica?

Esta elección del bosque de Aokigahara para morir está en parte inspirada en el cuento Kuroi Jukai (“El negro mar de árboles”) de Seicho Matsumoto, publicado en 1960, cuya historia acaba con una pareja de enamorados quitándose la vida en este lugar. Sin embargo, otros creen que procede de la práctica Ubasute del siglo XIX, en la que las personas mayores eran abandonadas en los bosques para que murieran allí, sobre todo en épocas de sequía y hambruna, convirtiéndolo en un lugar ‘encantado’ por las almas de los niños y ancianos que fueron abandonados.

También existe el ‘Manual completo de suicidio’ (publicado en 1993 y actualmente prohibido en Japón), que describe el bosque como un sitio “perfecto para morir”.

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