La impresionante misión india para limpiar el Ganges

El río Ganges es una de las vías fluviales más sagradas del mundo. También una de las más contaminadas. Para restaurarlo, la India está llevando a cabo uno de los mayores programas de ingeniería de la historia del saneamiento.

Tuul G Bruno Morandi / Getty Images

Por las mañanas, en Benarés, el aire de las orillas del Ganges se llena de olor a cadáveres quemados. En la escalinata del Manikarnika ghat, la más sagrada de las riberas escalonadas de la ciudad, en la que se incinera a los muertos hindúes, las hogueras ya están encendidas, y los dolientes se reúnen por centenares para acompañar a sus seres queridos al final. Ya arden piras de madera de sándalo (para los ricos) y de mango (para los demás); en una de ellas, un cadáver envuelto en blanco se deja ver entre las llamas.

Abajo, en el río, donde observo desde una barca, algunas familias se dedican a lavar ceremonialmente a sus muertos, los cadáveres envueltos en lino blanco y decorados con flores. A pocos metros, un hombre de otra familia (normalmente, el honor recae en el hijo mayor) se sumerge en el agua, arrojando las cenizas de un pariente ya incinerado para que el Ganges lleve su espíritu a la otra vida o incluso a moksha, el fin del ciclo de renacimiento, y a la trascendencia.

Un sorbo de agua fétida

Las ceremonias funerarias, celebradas con el telón de fondo de la antigua ciudad, son de una belleza innegable; pero no se puede decir lo mismo del propio río. La superficie del agua está cubierta de cenizas; las flores ceremoniales permanecen en los remolinos. Justo río abajo, un par de hombres bucean en busca de joyas desechadas. A menos de 50 metros río arriba, otro grupo, tras terminar sus ritos, se baña en el agua sucia. Un hombre mayor, vestido de blanco, termina su baño con una bendición tradicional: toma el agua fétida del Ganges con una mano y bebe un sorbo.

El Ganges es una de las cuencas fluviales más densamente pobladas del mundo y abastece de agua a unos 600 millones de personas. Pero para los hindúes es más que un curso de agua: Es Ma Ganga, el río madre, formado (según el texto sagrado el Bhagavata Purana) cuando el propio Señor Vishnu hizo un agujero en el universo y el agua divina inundó el mundo. El agua del Ganges se utiliza mucho en las oraciones y ceremonias hindúes; se pueden comprar botellas de plástico en puestos de todo el subcontinente, o encargar una en Amazon, del Reino Unido, por tan solo 3 libras (3.81 dólares).

A pesar de su carácter sagrado, el Ganges es uno de los ríos más contaminados del planeta. A medida que la población de la India se ha disparado (en abril de 2023 superó a China y se convirtió en el país más poblado del mundo), cientos de millones de personas se han asentado a lo largo de la llanura aluvial del Ganges. El sistema de saneamiento de la India no da abasto. El propio Ganges se ha convertido en un vertedero de innumerables contaminantes: pesticidas tóxicos, residuos industriales, plásticos y, sobre todo, miles y miles de millones de litros de efluentes humanos.

Es marzo de 2022, y he venido a la India para hacer un reportaje sobre mi libro, Wasteland, acerca de la industria mundial de los residuos. Y pocas cuestiones en materia de residuos son más críticas (aunque menos sexy) que el saneamiento. En el norte global, el alcantarillado es un problema que muchos de nosotros dábamos más o menos por solucionado en la época victoriana. Pero el acceso al agua potable y a un saneamiento adecuado sigue siendo un problema mundial urgente.

Cerca de 1,700 millones de personas siguen sin acceso a instalaciones modernas de saneamiento

Cada día, unos 494 millones de personas sin acceso a inodoros con cisterna ni alcantarillas cerradas se ven obligadas a defecar al aire libre, en cunetas o en bolsas de plástico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que una de cada 10 personas consume aguas residuales cada año, ya sea a través del agua potable o de alimentos contaminados. En India, el resultado es que 37 millones de personas se ven afectadas cada año por enfermedades transmitidas por el agua, como la fiebre tifoidea, la disentería y la hepatitis. En todo el mundo, el saneamiento deficiente mata anualmente a más niños que el SIDA, la malaria y el sarampión juntas.

El saneamiento es uno de esos servicios en los que la mayoría de los habitantes del Norte Global no piensan hasta que algo va mal. En el Reino Unido, las alcantarillas han acaparado últimamente los titulares de las noticias por razones equivocadas: muchos de los ríos y playas británicos están contaminados por el desbordamiento de las aguas residuales y la escorrentía agrícola. Según la Agencia de Medio Ambiente del Reino Unido, las compañías de aguas vertieron aguas residuales a los ríos ingleses en 301,091 ocasiones en 2022, un total de más de 1.7 millones de horas; en las playas británicas, las aguas residuales están enfermando a los bañistas. Los problemas de saneamiento de Gran Bretaña han sido causados por años de negligencia: falta de inversión sistémica por parte de propietarios con afán de lucro; regulación austera e ineficaz; y la expansión cada vez mayor de nuestros espacios urbanos de concreto, que desvían el agua de las fuentes naturales como el suelo y los humedales a nuestros cursos de agua.

Saumya Khandelwal

¿A dónde va el agua sucia?

En la India, como en gran parte del Sur, el problema es el contrario: En la mayoría de los casos, las alcantarillas nunca existieron. En este sentido, la contaminación del Ganges es una extraña señal de éxito. Cuando el primer ministro Narendra Modi fue elegido por primera vez en 2014, una de las primeras cosas que hizo fue lanzar la Campaña India Limpia, un esfuerzo nacional para proveer de instalaciones de saneamiento y de residuos modernas a un país que antes carecía de ellas.

Incluso quienes critican al Gobierno de Modi (denunciado por supuestas políticas islamófobas y opresión de la prensa, entre otras muchas cosas) tienen que admitir que las cifras desde entonces han sido asombrosas. Entre 2014 y 2019, según una estimación oficial, India instaló 110 millones de inodoros, proporcionando saneamiento a unos 500 millones de personas. Hace poco más de una década, India era conocida por tener la mayor tasa de defecación al aire libre (exacto, cagar en la calle) del mundo. Gracias a esta expansión masiva de aseos públicos y privados, esa tasa ha caído en picada. El problema es que con tantos retretes inodoros, las aguas residuales tienen que ir a alguna parte.

Limpiar el Ganges, otra vez

En ese sentido, India es como muchos países del Sur que se urbanizan rápidamente. Pero la India también es única, en el sentido de que la cultura hindú sitúa los ríos en el centro de las creencias religiosas. Y es por esta razón por la que el gobierno de Modi, junto con su Campaña India Limpia, lanzó un costoso plan de infraestructuras para limpiar el río nacional: el programa Namami Gange (“Obsequio al Ganges”). No es ni mucho menos el primer intento. Los gobiernos anteriores han puesto en marcha “planes de acción” para limpiar el Ganges al menos desde la década de 1980. Pero los esfuerzos anteriores, acosados por la supuesta corrupción y la mala gestión, rara vez llegaron lejos.

Hasta la fecha, el programa Namami Gange ha costado más de 328,000 millones de rupias (3,770 millones de dólares) y ha prometido la construcción de más de 170 nuevas instalaciones de alcantarillado y 5,211 kilómetros de líneas de alcantarillado, suficientes para cruzar el océano Atlántico. Es una prueba fascinante en el esfuerzo mundial por limpiar nuestros ríos y mares. Al fin y al cabo, si no se puede limpiar un río sagrado para cientos de millones de personas, ¿qué esperanza nos queda al resto?

Las oficinas de Jal Kal, la junta del agua de Benarés, se encuentran en uno de los barrios comerciales de Benarés, cada vez más concurridos, al oeste de los ghats de cremación y de la ciudad vieja. Cuando llego, hay obras y actividad por todas partes. En su oficina con aire acondicionado, Raghuvendra Kumar, director general de Jal Kal, explica que este es uno de los retos a los que se ha enfrentado el proyecto Namami Gange: “Esta ciudad no duerme”, explica.

Kumar, un hombre pulcro peinado con raya al lado, con chaqueta de cuero negra y mascarilla quirúrgica (cuando hablamos, India no hace mucho que salió de un pico de Covid), lleva en Jal Kal desde 2018. “Cuando me incorporé, la situación en la ciudad era mucho peor, porque las obras aún estaban en marcha”, refiere Kumar. “Las alcantarillas fluían por todas partes. Fluía hacia las calles”.

Benarés es una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo

Está situada en la confluencia de dos ríos: el Varuna y el Assi, ambos afluentes del Ganges, que se unen aquí en su curso. El centro espiritual y turístico de la ciudad, en la orilla occidental del río, es un laberinto de callejuelas, muchas de ellas demasiado estrechas para circular en auto y a menudo bloqueadas por vacas callejeras y puestos de mercado. El alcantarillado troncal original de la ciudad (el principal, al que alimentan tuberías más pequeñas) fue construido por los británicos a principios del siglo XX, pero los funcionarios locales explican que el precursor se remonta al Imperio mogol.

Hasta hace unos años, gran parte de las aguas residuales de la ciudad se vertían sin tratar en el Ganges a través de desagües públicos, o nullahs, que descargaban a lo largo de la misma orilla que los ghats, donde la gente se baña habitualmente. Desde 2016, en el centro de la ciudad se han instalado varios kilómetros de nuevas líneas de alcantarillado, que conectan tuberías que antes vertían directamente al río con una nueva alcantarilla interceptora, que ahora lleva gran parte del caudal a una de las tres nuevas plantas de tratamiento de aguas residuales. De los 23 desagües conocidos que antes vertían aguas residuales al Ganges, Kumar dice que se han tapado 20, y que el resto están en proceso. Más tarde, en el mismo barco que me llevó junto a los lugares de incineración, lo veo yo mismo. El desagüe más famoso de la ciudad, Sisamau, ya está tapado. Solo queda un goteo constante.

En una ciudad en la que las obras de ingeniería civil han sido casi constantes durante las dos últimas décadas, el proyecto de alcantarillado no siempre ha sido popular. “Cambiar la mentalidad de la gente es una tarea muy difícil”, expresa Kumar. Para mejorar la aceptación del nuevo régimen de residuos, Jal Kal y la Junta de Control de la Contaminación del estado publicaron una serie de anuncios locales; la ciudad emitió anuncios públicos por los altavoces de los vehículos de recogida de basuras, advirtiendo contra la defecación al aire libre y pidiendo a los habitantes que no contaminaran el río y los nuevos desagües con basura. “En los últimos tres a cinco años, los ciudadanos se han dado cuenta de que tenemos que mejorar nuestro estilo de vida, tenemos que cambiar nuestro comportamiento”, apunta Kumar. “Y ahora se ha convertido en el hábito de la gente”.

No es el único cambio que se ha producido en Benarés. Las flores de los templos que antes atascaban las orillas del Ganges tras las cremaciones y festivales religiosos se recogen ahora en las orillas en papeleras señalizadas y en el río mediante barreras flotantes; los restos se convierten en abono o los recoge una empresa local, Phool, que los convierte en barritas de incienso. Las políticas ecológicas de la ciudad han contribuido a reducir los niveles de contaminación: Varanasi ha aprobado leyes que prohíben ciertos plásticos en la ciudad santa y ha puesto en marcha un plan que obliga a convertir más de 580 embarcaciones diésel del río para que funcionen con gas natural comprimido, lo que reduce las manchas de aceite en la superficie del agua. La ciudad también se dedicó a “embellecer” los ghats, empleando a equipos de trabajadores para recoger los residuos sobrantes y reciclarlos, y a artistas para pintar murales que celebrasen la campaña Namami Gange. Lo que es más importante, se han construido 361 aseos públicos, conectados a las nuevas alcantarillas, para reducir el índice de defecación al aire libre.

Saumya Khandelwal

Entre los proyectos Namami Gange inaugurados por el propio Modi figura una nueva planta de tratamiento de aguas residuales en Dinapur, al noreste de la ciudad, diseñada para procesar hasta 140 millones de litros de efluentes al día. Del mismo modo, a medida que la ciudad se ha ido expandiendo, también lo ha hecho por necesidad el sistema de saneamiento. Al día siguiente de mi visita a Jal Kal, me enseñan una nueva depuradora en Ramnagar, en la orilla oeste del río, donde la población está en auge. En el camino a la planta estoy rodeado de obras de construcción, formales e informales; en un momento dado, pasamos junto a un grupo que desentierra ladrillos de una carretera recién tendida, presumiblemente para la construcción de viviendas.

Me recibe Shashikari Shastri, ingeniero responsable, que me enseña la planta. La depuradora es un lugar moderno y agradable (al menos, todo lo agradable que puede ser una depuradora), con edificios de color verde pálido e hileras de árboles.

¿Cómo funcionan las depuradoras de agua?

La mayoría de las depuradoras funcionan de forma similar. Simplificando mucho: los sólidos más grandes (es decir, las heces) se tamizan en grandes tanques, a menudo abiertos, y los que quedan se dejan sedimentar en el fondo del tanque o flotan en la superficie, y se eliminan. El agua restante se pasa a una serie de tanques y se mezcla con bacterias, que digieren la materia orgánica sobrante y eliminan los patógenos restantes. Los estanques se airean para favorecer la digestión. El resultado suelen ser carriles burbujeantes de aguas residuales que, si se cierran los ojos, podrían sonar como fuentes de agua, si no fuera por el olor. En esta fase, los sólidos que puedan quedar se eliminan de nuevo. Existen diferentes tecnologías para la tercera e incluso cuarta etapa, que limpian aún más el agua: luz ultravioleta, cloración, etc.

Las depuradoras más antiguas de Benarés funcionan con una técnica de lodos activados, en la que parte de los sólidos eliminados durante el proceso de sedimentación se reinyectan como una especie de iniciador bacteriano. Ramnagar, sin embargo, utiliza un moderno diseño A20 (anaeróbico-anóxico), en el que el efluente pasa por tanques adicionales para reducir el nitrógeno y el fósforo disueltos. “Nuestro objetivo es minimizar la eutrofización, porque el año pasado se encontraron muchas algas y eutrofización [en el Ganges]”, explica Shastri. La eutrofización se produce cuando una masa de agua se enriquece en exceso con nutrientes y minerales, lo que provoca una explosión de algas que puede ahogar la vida acuática del río.

Al final llegamos al tubo de desagüe, una serie de cascadas de azulejos al borde del río. Según Shastri, el agua tratada está mucho más limpia que cuando llegó. Esto se mide utilizando la demanda biológica de oxígeno (DBO), la cantidad de oxígeno disuelto en el agua que las bacterias necesitan para eliminar la materia orgánica no deseada, una medida aproximada de la cantidad de residuos que hay en el agua. “La DBO a la entrada es de 180 mg/l”, explica Shastri, “a la salida, es de 5 a 10 mg/l”. Abajo, en la arena, hay niños jugando. Otro grupo extrae arena, probablemente de forma ilegal, para construir.

La depuradora, como varias de las que visité a lo largo del Ganges para hacer el reportaje de mi libro, es un lugar impresionante, aunque pequeño. A pesar de preguntar, no me permitieron acceder a la planta más grande de la ciudad, en Dinapur, durante mi estancia allí. Aun así, no pude evitar sentir que su minúsculo tamaño era lamentablemente inadecuado para la tarea que tenía entre manos.

El tamaño no es el único problema

La imagen color de rosa de la campaña Namami Gange, pintada por los funcionarios de la ciudad, no siempre coincide con la realidad sobre el terreno. Aunque casi todas las personas con las que hablé en Benarés se mostraron positivas sobre el efecto de la campaña en el río y la ciudad, está claro que, a pesar del rápido ritmo de construcción, el Ganges aún dista mucho de estar limpio.

Una tarde en Benarés, mi colega Rahul Singh y yo nos acercamos a las orillas del río Assi (o “Assi nullah [cloaca]”, como muchos lo llaman coloquialmente). A pesar de los esfuerzos del proyecto Namami Gange, las orillas del Assi estaban enterradas hasta los tobillos en residuos plásticos: microenvases, botellas, paquetes, macetas. Conocí a uno de los recicladores de la ciudad que recoge botellas de PET, que puede vender a 10 rupias (unos 12 céntimos de dólar) el kilo. Un poco más arriba, se han instalado barreras flotantes en el agua para ayudar a recoger la basura; se ha acumulado tanta basura en ellas que han creado islas parecidas a arrecifes en mitad del río.

Cuando el Assi llega al Ganges, pasa por una planta de bombeo, diseñada para filtrar la basura sólida antes de transferir las aguas residuales río abajo a una depuradora. Pero cuando la visité, la estación de bombeo apenas tenía personal y funcionaba a una fracción de su capacidad. Una de las rejillas metálicas para atrapar la basura estaba rota; en el interior de la instalación, los plásticos y otros residuos se deslizaban lentamente por una cinta transportadora y caían en sacos que se llevaban a reciclar o incinerar. Uno de los empleados (cuyo nombre acepté no revelar) me dijo que la planta extrae una tonelada de residuos plásticos al día.

El Ganges sigue contaminado

La realidad de algunas de las infraestructuras va en contra de la línea del Gobierno en la campaña Namami Gange, que tiende a retratar en tonos exaltados y nacionalistas. La realidad es que casi diez años después de que Modi presentara el proyecto, el Ganges en Benarés, y en gran parte de su recorrido, sigue contaminado.

Según las propias cifras de la Junta de Control de la Contaminación del gobierno, en 2020, las muestras de agua del río recogidas en Benarés superaban con creces los límites recomendados por la propia India para las bacterias coliformes fecales y estreptococos fecales; estas últimas superaban el límite en más de 20 veces. Lo mismo ocurrió cuando visité la ciudad industrial de Kanpur, conocida por su contaminación por cromo y metales pesados. Tampoco es sólo el Ganges: El Yamuna, en Delhi, registró lecturas de estreptococos fecales 10,800 veces superiores al límite recomendado. En toda la India hay informes de ríos que echan espuma con residuos tóxicos o lagos que se incendian.

Saumya Khandelwal

Las crisis de contaminación fluvial

Esta es la realidad de un país como la India, que crece a un ritmo asombroso. El riesgo para los urbanistas indios es que, para cuando se construyan las nuevas infraestructuras (depuradoras, instalaciones de residuos, carreteras), la población ya supere su capacidad. También hay que decir que no es un problema exclusivo de la India. Todos los grandes países industrializados, desde China en las dos últimas décadas, hasta Estados Unidos y otros países occidentales hace varias décadas, se han enfrentado a crisis de contaminación fluvial. Pero el fracaso continuado de los planes del gobierno para limpiar el Ganges es una cuña para los activistas religiosos, para quienes la cuestión de la limpieza del Ganges es más que práctica o política. Es moral.

Una tarde en Varanasi, vuelvo a los ghats para reunirme con uno de los críticos más acérrimos del proyecto Namami Gange. Vishwambhar Nath Mishra es un hombre intenso de unos cincuenta años, con el pelo blanco y un espeso bigote. Mishra es profesor de ingeniería electrónica en la Universidad Hindú de Banaras, y también mahant (sumo sacerdote) del templo Sankat Mochan Hanuman de Benarés, cargo que heredó de su difunto padre, Veer Bhadra Mishra. El padre de Mishra luchó toda su vida por el Ganges, y en los años 80 creó la Fundación Sankat Mochan, una ONG dedicada a proteger el río; cuando nos encontramos, en una habitación cercana a la fundación, hay una foto del Mishra mayor en la pared, sonriendo feliz. Cuando Mishra padre murió en 2013, Vishwambhar heredó la fundación, junto con sus obligaciones religiosas.

Para Mishra, esa combinación de ingeniería, campaña y religión le da una perspectiva única de las necesidades de limpieza del Ganges: “El uso de este río es totalmente distinto al de otros sistemas fluviales”, explica Mishra. “La gente viene de lugares lejanos y venera al Ganges como a su madre. Unos pocos vienen y tocan suavemente el agua del Ganges y se la ponen en la frente. Otros pocos vienen y se dan un baño religioso en el río. Este sorbo es un ritual sagrado que forma parte del baño diario en el río que toman muchos indios devotos.

“Ahora, si la gente bebe sorbos de agua, eso significa que la calidad tiene que ser de agua potable; no tiene que haber concesiones”, señala Mishra. Para él, es algo personal. Como líder religioso, una persona de la que se espera que beba sorbos de agua del Ganges durante su baño diario es el propio Mishra.

Números que no dan

El arma de Mishra en la lucha por el Ganges es sencilla: los datos. En 1993, la Fundación Sankat Mochan creó uno de los pocos laboratorios independientes para analizar la calidad del agua del Ganges en Benarés. “Por eso [el gobierno] tiene miedo”, refiere Mishra. “Desde entonces, la fundación lleva un registro del agua (niveles de bacterias, demanda de oxígeno) y ha visto cómo la salud del río disminuía con el crecimiento de la India.

Según Mishra y sus compañeros activistas, las propias cifras del gobierno en lo que respecta a las aguas residuales de Benarés no cuadran. La mayor planta de tratamiento de aguas residuales, la de Dinapur, tiene una capacidad declarada de 140 millones de litros al día. “De hecho, sé que [la planta de Dinapur] solo puede transportar 60 millones de litros de aguas residuales”, según Mishra, cada vez más animado. “En Goitha, donde la capacidad es de 120 millones de litros, hace unos meses, cuando pregunté a esa gente, solo podían transportar entre 10 y 20 millones de litros de aguas residuales. Eso es todo. Asimismo, Mishra cree que las afirmaciones del gobierno de que los desagües ya no vierten al río no son ciertas. “Hace cinco años encontrábamos 33 lugares que vertían [aguas residuales]… Eso se ha reducido a 15 o 16”, cuenta. La Junta de Control de la Contaminación de Uttar Pradesh no respondió a las peticiones de comentarios.

Mientras que los defensores religiosos y ecologistas de la India, como Mishra, esperan que el Ganges vuelva a ser potable, el gobierno indio solo ha declarado hasta la fecha su intención de convertir el Ganges en Benarés en un río de clase B, solo apto para el baño. Tenemos parámetros científicos según los cuales, si el Ganges es un río de clase B, el recuento total de coliformes fecales debe ser inferior a 500 por 100 ml”, subraya Mishra. Las bacterias coliformes fecales son un fuerte indicador de la presencia de otros patógenos. Mishra me enseña una resma de papel en la que ha impreso gráficos con los datos de calidad del agua del laboratorio en numerosos lugares, desde hace meses: “Ahora mismo [en marzo de 2022], donde estamos en Tulshi ghat, la cifra es de 41,400 por 100 ml. Al final [de Benarés], donde desemboca un gran canal, es de 51 millones”.

Aunque no he podido confirmar de forma independiente estas cifras, incluso los datos del Gobierno indio muestran que los niveles de patógenos en el Ganges en Varanasi son muchos múltiplos superiores a sus objetivos de seguridad.

Ya en 2014, antes del lanzamiento del programa Namami Gange, Mishra se sentó con Modi para hablar de sus esperanzas de limpiar el Ganges. Desde entonces, la fundación de Mishra ha presentado sus propias propuestas de proyectos de tratamiento, pero han sido ignoradas. La Junta de Control de la Contaminación y el gobierno estatal rebaten los datos de la fundación; Mishra, por su parte, piensa que las cifras del gobierno, que son medias de muestras tomadas en toda la anchura del río, no reflejan la realidad que viven los bañistas en los ghats, donde las alcantarillas vierten al Ganges y el agua es más lenta. “Nunca reconocerán nuestro laboratorio porque saben que les supondrá un gran problema. Pero tenemos todos los datos desde 1993”.

Contaminación de otro tipo

Mishra también opina que los intereses comerciales impiden al gobierno tomar medidas aún más decisivas para reducir la contaminación: “Resulta que el Ganges es una vaca muy fértil. Así que todo el mundo está ordeñando en nombre del Ganges”, expresa. Las acusaciones de corrupción han plagado las numerosas campañas de limpieza del Ganges en India, aunque Mishra no aportó pruebas concretas de corrupción. El Ministerio indio de Jal Shakti, o ministerio del agua, no respondió a las peticiones de comentarios de WIRED.

Si se les pregunta, la mayoría de los políticos e ingenieros indios dirán que un Ganges totalmente puro, como el que pretende Mishra, es casi imposible. “Los religiosos no se atienen a la lógica”, me dijo SK Barman, director de proyectos de la Unidad de Prevención de la Contaminación del Ganges de la empresa estatal del agua, “Tenemos que conseguir la salvación de alguna manera. Moksha, moksha, moksha”. Pero al impulsar la conversación, también está claro que sin Mishra y los innumerables activistas medioambientales de toda la India que hacen campaña por la restauración del Ganges, el problema sería peor.

Un año desde la última vez que estuve en Benarés, está claro que la campaña de saneamiento de la India dista mucho de ser lo que el gobierno quiere hacer creer a la opinión pública. Según una solicitud de información pública de la organización de noticias india Down to Earth, en 2023, el 71% de las estaciones de control del río Ganges registraban niveles “alarmantemente altos” de bacterias coliformes fecales. Más del 66% de los desagües del estado de Uttar Pradesh, donde se encuentra Varanasi, siguen desembocando en el Ganges y sus afluentes.

No cabe duda de que el proyecto Namami Gange ha avanzado, y no solo en el número de inodoros instalados y plantas de tratamiento puestas en funcionamiento. Casi todos los ciudadanos con los que hablé en la India (en Benarés, Kanpur y Nueva Delhi) me confirmaron que, anecdóticamente, los problemas de contaminación están mejorando. No hace tanto que se veían cadáveres en el río y que las aguas residuales llegaban a los ghats en la estación lluviosa. En la actualidad, cada vez se ven más animales acuáticos, como el delfín del Ganges.

Y en las elecciones estatales de 2022, el partido BJP de Modi se mantuvo en el poder, una señal significativa de cara a las elecciones presidenciales de 2024. En marzo de 2023, el gobierno de Modi confirmó la Misión Namami Gange II, un gasto adicional de 2,560 millones de dólares para ampliar el programa y seguir completando las infraestructuras ya encargadas.

En cuanto a Mishra y los demás activistas que abogan por un río sagrado limpio, su campaña continúa, por impopular que le haga entre el gobierno y la prensa afín a Modi. “He oído decir: ‘¿Por qué? ¿Por qué no dices que el Ganges está limpio?”, menciona Mishra. “No puedo decir eso. Estamos totalmente comprometidos con el Ganges y no podemos engañar a la gente. Para mí, el Ganges es el medio de mi vida”.

Es una misión sagrada, digo.

“Es una misión sagrada, y es una misión científica”.

Wired