70.000 dólares por siete centímetros: cómo las operaciones para crecer en altura se están poniendo de moda

La pandemia ha afectado a muchos de nuestros hábitos y conductas pero, en los tiempos de zoom, quizá una de las más curiosas sea la de pasar por el quirófano de un cirujano estético, nada menos que para añadir unos centímetros a la estatura. Eso es lo que parecen haber hecho bastantes ingenieros en Silicon Valley.

Los centros de trabajo han tenido distintos ritmos a la hora de hacer que sus empleados vuelvan a sus puestos. Desde los que nunca tuvieron la oportunidad de trabajar desde casa porque las características de su labor se lo impedían hasta los que siguen hoy por hoy trabajando en pantalón de pijama.

Pero salvando esos dos extremos quizá muchos se hayan sorprendido al ver a sus compañeros algo cambiados. En Silicon Valley, más de uno parece haber vuelto a la oficina con unos centímetros más de estatura: este tipo de operaciones ha crecido notablemente durante la pandemia, o al menos así lo cree Kevin Debiparshad, cirujano que opera en el estado americano de Nevada y que asegura que entre sus clientes, uno de los perfiles más habituales es precisamente el ingeniero procedente de las ‘big tech’.

La operación es sencilla sobre el papel, pero contundente: requiere romper los dos fémures del interesado. Durante la operación se inserta una estructura metálica que se clava al hueso. Tras esta operación los clavos van alejándose progresivamente, a razón de un milímetro al día gracias a un sistema de control magnético.

Esta fase dura tres meses. El hueso va regenerándose, ocupando el hueco que la ruptura y el desplazamiento de los extremos del hueso van dejando. El proceso puede alargarse varios meses más en los que el nuevo hueso del paciente no estará del todo solidificado.

El largo periodo de recuperación puede ser el primer inconveniente, pero quien quiera ganar unos centímetros, deberá tener en cuenta alguna molestia más. La primera es que el resultado puede resultar un tanto extraño. Toda la altura se gana en las piernas, por lo que las proporciones del cuerpo cambian.

El proceso es doloroso, no solo afecta a los huesos, sino que también requiere que nervios y músculos se adapten a la nueva longitud. Este dolor puede ser intenso. Debiparshad también advierte que puede conllevar cierta pérdida de agilidad. Por ello quizá no resulte una gran idea para alguien a quien le falten unos centímetros para entrar en el equipo de baloncesto.

Y por supuesto el precio. El proceso puede salir por entre 70.000 y 150.000 dólares, dependiendo de cuántos centímetros quiera sumar el paciente. El rango está entre los 7,6 y los 15,2 centímetros. Para alcanzar estos más de 15 centímetros las operaciones también afectan a las tibias de los pacientes.

Algunas entidades financieras han visto el negocio y ofrecen pagos a plazos, unos 1.200 dólares al mes, pero en general los precios limitan bastante el perfil de los clientes (amplio dentro de esta limitación).

Las operaciones de aumento de estatura son especialmente (aunque no exclusivamente) demandadas por hombres. El estigma de la cirugía estética está en retroceso, y de una forma más marcada en los hombres. En España sólo el 16,6% de las casi 400.000 operaciones de cirugía estética que se realizan al año se hacen sobre pacientes varones según la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética.

Silicon Valley ya parecía haberse empapado de esta tendencia por la cirugía estética en tiempos previos a la pandemia, aunque en aquella ocasión la noticia se refiriera a intervenciones de menor calado, como los tratamientos con láser o con el clásico Botox.

Sin embargo no puede hablarse de una desaparición del estigma: en el caso al menos de la cirugía de aumento de la estatura la mayoría prefiere ocultar la operación, al menos fuera de sus círculos más estrechos. En cualquier caso, el estigma estético parece prevalecer para muchos.

Como tantas otras operaciones estéticas, el origen de esta intervención tiene su origen en la cirugía reconstructiva. Gavriil Ilizarov fue un médico soviético que en 1951 desarrolló un sistema para aplicar la elongación ósea (el alargamiento de un hueso) a las piernas.

El objetivo era tratar traumatismos, diferencias congénitas en la longitud de las piernas y otros posibles trastornos, pero hoy por hoy sus usos también abarcan hacer que podamos crecer unos centímetros.

El aparato de Ilizarov a simple vista tiene poco que ver con su versión moderna. En su versión antigua el mecanismo constaba de una estructura semejante a un andamiaje que rodeaba la extremidad. El sistema que se aplica a las operaciones estéticas en el fémur es mucho menos aparatoso, solo visible a través de una radiografía.

Xataka