En un laboratorio de Houston, los científicos preparan el regreso de OSIRIS-REx, la sonda espacial que la NASA lanzó al espacio en 2016.
La nave no tripulada volverá a la Tierra con una carga especialmente valiosa: muestras del asteroide Bennu que podrían desvelar los secretos del origen de la vida en el sistema solar.
Los especímenes de roca y polvo recogidos de Bennu se dividirán en dos tipos de muestras: las que se analizarán inmediatamente y las que se almacenarán para el futuro, con el objetivo de que las nuevas generaciones, con tecnología más avanzada, puedan llevar a cabo sus propias investigaciones.
“No esperamos que haya nada vivo, sino más bien los componentes básicos de la vida”, explicó Nicole Lunning, principal conservadora de muestras de OSIRIS-REx. “Eso es lo que realmente nos motivó a ir a este tipo de asteroides: comprender cuáles fueron los precursores que pueden haber fomentado la vida en nuestro sistema solar y en la Tierra”.
Está previsto que la nave aterrice en Utah el 24 de septiembre, llevando consigo los 250g de material recogidos del asteroide en octubre de 2020.
A pesar de la meticulosa planificación de la misión, la recogida de muestras no fue ni mucho menos una tarea fácil.
Durante el proceso, la sonda entró en contacto con el asteroide durante unos pocos segundos, en los que emitió una ráfaga de nitrógeno comprimido que levantó una muestra de polvo, inmediatamente capturada.
Sin embargo, los científicos empezaron a preocuparse cuando una válvula del compartimento falló al cerrarse, permitiendo que algunas de las preciadas muestras escaparan al espacio.
Al final, los especímenes se transfirieron con éxito a una cápsula situada en el centro de la nave, donde fueron asegurados.
Las sondas japonesas de 2010 y 2020 fueron las primeras en recoger con éxito muestras de asteroides y devolverlas a la Tierra.
Las muestras recogidas en 2020 contenían el compuesto biológico uracilo, uno de los componentes del ácido ribonucleico (ARN).
El ARN es una molécula polimérica presente en todas las células vivas, esencial para la mayoría de las funciones biológicas.
Aquel descubrimiento dio credibilidad a la teoría de que la vida en la Tierra pudo originarse en parte en el espacio exterior, con el impacto en nuestro planeta de algunos asteroides que transportaban elementos fundamentales.
“Estas muestras no han chocado contra la Tierra. No han estado expuestas a nuestra atmósfera. Durante miles de millones de años no han estado expuestas a nada, excepto al espacio”, explica Eve Berger, cosmoquímica de la NASA. “Nos ayudarán a determinar si lo que creemos que es verdad, es verdad”.
Pero no es sólo la perspectiva de aumentar nuestros conocimientos sobre cómo surgió la vida en nuestro mundo lo que tiene entusiasmados a los científicos.
“Si podemos averiguar qué ocurrió aquí en la Tierra, eso nos ayuda a extrapolar a otros cuerpos dónde podríamos mirar o cómo podríamos interpretar lo que estamos viendo”, recuerda Berger.