La evidencia más antigua del rasgo que hizo posible el gigantismo de los dinosaurios

Los espacios huecos en los huesos, conocidos como sacos aéreos, surgieron en los antepasados de los reptiles prehistóricos de cuello largo hace alrededor de 225 millones de años.

Recreación del herrerasáurido. / Márcio Castro.

Ha sido hallado el eslabón perdido entre los dinosaurios más antiguos, cuyo tamaño variaba de algunos centímetros hasta a lo sumo tres metros de longitud, y los gigantes más recientes, los que podían ser más grandes que ómnibus y que se difundieron en el imaginario popular. El Macrocollum itaquii, enterrado hace 225 millones de años en lo que actualmente es el municipio de Agudo, en el estado de Rio Grande do Sul, Brasil, es el dinosaurio más antiguo hasta ahora estudiado con las estructuras a las que se conoce como sacos aéreos.

Esos espacios huecos existentes en los huesos, aún presentes en las aves actuales, les ayudaron a los dinosaurios tanto a obtener más oxígeno, enfriar mejor sus cuerpos y soportar las duras condiciones de aquel tiempo como a volverse gigantes, como en los casos del Tyrannosaurus rex y el Brachiosaurus, por ejemplo.

Este descubrimiento salió publicado en la revista Anatomical Record, en un artículo cuyos autores principales son investigadores de la Universidad de Campinas (Unicamp) apoyados por la FAPESP.

“Los sacos aéreos hicieron que los huesos se volvieran menos densos y les permitieron a los dinosaurios alcanzar tamaños superiores a los 30 metros de largo”, explica Tito Aureliano, primer autor del estudio realizado durante su doctorado en el Instituto de Geociencias (IG) de la Unicamp.

“A su vez, el Macrocollum fue el más grande de su tiempo, con alrededor de tres metros de longitud, cuando unos pocos millones de años antes los mayores dinosaurios medían alrededor de un metro. Los sacos aéreos con seguridad facilitaron ese aumento de tamaño”, añade. Este trabajo forma parte del proyecto intitulado “Paisajes tafonómicos”, financiado por la FAPESP y coordinado por Fresia Ricardi Branco, docente del IG-Unicamp, quien también suscribe el artículo.

“Ese fue uno de los primeros dinosaurios que pisó la Tierra, en el período Triásico. Esa adaptación hizo posible que estos animales crecieran y resistieran al clima tanto de aquel período como de los que les siguieron: el Jurásico y el Cretácico. Los sacos aéreos se erigieron como una ventaja evolutiva por sobre otros grupos como los mamíferos, que les permitieron a los dinosaurios diversificarse más rápidamente”, comenta la investigadora.

En un estudio anterior, el grupo había demostrado que los fósiles más antiguos hasta ahora hallados no poseían evidencias de la existencia de sacos aéreos, lo que sugiere que esta característica evolucionó al menos tres veces de manera independiente (lea más en: agencia.fapesp.br/40841/). El bípedo Macrocollum es un sauropodomorfo, antepasado de los gigantes dinosaurios cuadrúpedos y de cuello largo.

Una evolución no lineal

Hasta el descubrimiento de los sacos aéreos en el Macrocollum, se sabía que los espacios vacíos existentes dentro de las vértebras tenían dos formas posibles. Las cámaras son grandes espacios presentes dentro de los huesos, bastante evidentes cuando se los observa mediante microtomografía, una tecnología empleada en su estudio que permite conocer el interior de los fósiles sin dañarlos.

Las camelas, a su vez, son mucho menores, pero mucho más ramificadas, con lo cual generan en la práctica el mismo efecto que las cámaras. Lo que los investigadores observaron en el Macrocollum fue una estructura intermedia, ni tan grande ni tan pequeña, pero sí ramificada. Para designar a esta nueva forma de arquitectura ósea moldeada por sacos aéreos propusieron el nombre de protocámaras.

“La hipótesis más aceptada hasta ahora indicaba que los sacos aéreos comenzaron como cámaras y evolucionaron hacia las camelas. Lo que estamos planteando con base en lo que hemos observado en este espécimen, es que, antes que todas ellas, existió esta otra forma”, dice Aureliano.

Las vértebras en donde se hallaron los sacos aéreos también alteran lo que se sabía hasta ahora acerca de la evolución de estas estructuras. Con base en los fósiles que habían examinado, otros grupos de investigación habían postulado que los espacios huecos surgieron en la zona cervical solo mucho después del período en que vivió el Macrocollum, al comienzo del Jurásico (hace 190 millones de años). De acuerdo con esta hipótesis, los sacos aéreos habrían existido inicialmente tan solo en la zona abdominal.

No obstante, el Macrocollum sorprendió a los científicos precisamente por exhibir evidencias claras de la existencia de sacos aéreos en la zona cervical y en la zona dorsal, sin signos de dichas estructuras en la zona abdominal. “Es como si la evolución hubiese ejecutado diversos experimentos hasta llegar al sistema definitivo, en el cual los sacos aéreos se extendían desde la región cervical hasta la cola. No fue un proceso lineal”, culmina afirmando Aureliano.

DICYT