La terraformación de Marte y Venus podría hacerse realidad casi al mismo tiempo, según un artículo publicado en Interesting Engineering. No sería un trabajo sencillo, pero de acuerdo a ideas de Carl Sagan, James Oberg, James Lovelock, Robert Haynes o Martyn J. Fogg, entre otros, ambos planetas podrían contar con climas templados, atmósferas respirables y superficies cubiertas por océanos. ¿Será la humanidad algún día una civilización inteligente con tres planetas terrestres a su disposición?
Diferentes y similares al mismo tiempo
El sueño humano de transformar otros planetas para hacerlos habitables y adecuarlos a las necesidades de nuestra especie (terraformación) ya ha comenzado lentamente en Marte, con la actividad desplegada por diferentes rovers o vehículos espaciales exploratorios y las próximas misiones tripuladas. Venus parece ser otra instancia contemplada por las diferentes agencias espaciales, que lo tienen entre sus objetivos para esta década y la próxima.
La realidad es que la Tierra, Venus y Marte son muy diferentes, pero también poseen importantes semejanzas. Los tres son planetas rocosos o terrestres, compuestos de minerales de silicato y metales que se diferencian entre una corteza y manto de roca y un núcleo metálico. Además, orbitan dentro de la zona habitable de nuestra estrella, el Sol, y tienen atmósferas, aunque en el caso de Venus y Marte sean particularmente extremas en la actualidad.
Por si esto fuera poco, presentan entornos dinámicos que han contribuido activamente a su evolución. Por ejemplo, distintas teorías sostienen que Venus y Marte alguna vez contaron con agua líquida en sus superficies e, incluso, alguna forma de vida microbiana. Aunque todavía tenemos mucho que aprender de ambos planetas, nuestros conocimientos apuntan a que en determinados momentos de su historia evolutiva, Venus y Marte, nuestros planetas “hermanos o gemelos”, tuvieron condiciones muy similares a las de la Tierra.
¿Cómo sería posible equipararlos nuevamente y hacerlos habitables? En este momento, ambos planetas suponen desafíos muy diferentes: por ejemplo, Venus es demasiado caliente para nosotros y su atmósfera es muy espesa, en tanto que Marte es extremadamente frío y su atmósfera es delgada y tóxica. Por lo tanto, hacer que estos planetas se acomoden al ser humano y a los organismos de la Tierra requiere estrategias específicas y opuestas.
Calentar Marte y enfriar Venus
Para “calentar” Marte, una posibilidad sería usar espejos orbitales o materiales de bajo albedo (porcentaje de radiación reflejada) en la superficie, como plantas oscuras o polvo, para derretir los casquetes polares del planeta rojo. Los pozos térmicos perforados en la superficie liberarán calor y dióxido de carbono, que espesarán la débil atmósfera marciana y aumentarán las temperaturas superficiales.
Al mismo tiempo, el plan en Venus consistiría en colocar protectores solares orbitales o escudos solares en el punto exacto, para evitar que la atmósfera absorba la luz del Sol. Esto haría que la atmósfera de Venus se enfríe considerablemente, hasta el punto de que las nubes de CO2 del planeta infernal se congelarían para formar “hielo seco”, que deberá secuestrarse y reubicarse para evitar que se derrita y vuelva a ingresar a la atmósfera.
En líneas generales, esta y otras acciones llevarían a adelgazar la atmósfera, detener el efecto invernadero desbocado, reducir las temperaturas en la superficie y acelerar la rotación del planeta, justamente lo que necesitamos como primer paso para terraformar Venus. En el caso de Marte, el plan indicado haría posible espesar la atmósfera, activar un efecto invernadero controlado e introducir un campo magnético, tres cambios claves para que el planeta rojo sea habitable.
Efecto “Arca de Noé”
Posteriormente, la terraformación se completaría con una especie de solución “Arca de Noé”, al sumar la mayor diversidad posible de especies vegetales y animales que existen en la Tierra: la introducción de la vida compleja en ambos escenarios completaría el proceso y crearía las condiciones necesarias para que la habitabilidad sea sustentable a lo largo del tiempo.
Queda claro que no es un plan sencillo y que los recursos económicos, humanos y tecnológicos necesarios serían monstruosos. Quizás por el momento no parezca urgente, pero las condiciones ambientales de la Tierra o una amenaza proveniente del espacio podrían acelerar rápidamente estos proyectos de terraformación de Marte y Venus, o quizás de otros mundos. El futuro nos dirá si el destino de la humanidad es, como muchos creen, interplanetario y hasta intergaláctico.